Treinta y cinco años de carrera. Diez nominaciones a los Óscar. Cincuenta y cuatro nominaciones en total. Más de cuatro decenas de premios. Hace dos meses un accidente de avioneta en el Bosque Nacional de los Padres en California nos arrebataba a uno de los compositores de más renombre de la industria del cine mundial y de Hollywood. Así lo anunciaba el día 22 de junio su representante vía Facebook extendiendo un sentido agradecimiento a todos sus seguidores.

Inmediatamente los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia, extiendo como la pólvora el titular de: ‘Muere el compositor de la banda sonora de Titanic’. James Horner era mucho más que eso.

Era el hijo de un oscarizado director de arte, inmigrante austriaco, llamado Harry Horner. Con cinco años empezó a tocar el piano, completando su formación musical entre Londres y Arizona, a caballo entre el Royal College of Music y el Green Valley High School. Finalmente consiguió su licenciatura y se convirtió en profesor en la Universidad del Sur de Califronia, donde a la vez completó su primera composición para el concierto Spectral Shimmers. Sin embargo, Horner no terminaba se sentirse plenamente realizado con la música académica y, después de varias colaboraciones con la American Film Institue, decidió dar por finalizada una etapa para comenzar una aventura irrepetible que arrancaría en 1979 con la adaptación musical de La Dama de Rojo. Este sería su primer trabajo en el cine junto con el director Lewis Teague; Una cinta de gangsters de 92 minutos que tiene un 6,1 de nota media en IMDb.

A partir de ahí, entre el año 1981 y 1982 realizaría un total de nueve trabajos entre los que se encuentra aquel que le dio la notoriedad necesaria para que le sonara el teléfono; La banda sonora de Star Trek II – La ira de Khan. Ésta película le valió al compositor un pase VIP en la industria. Durante toda la década de los ochenta su nombre sonó en la tercera parte de la saga de Star Trek, Comando o Cocoon entre más de una treintena de títulos, pero sin duda los más importantes fueron Aliens, el regreso y Willow. Aliens, el regreso sería la primera ocasión que tendría el músico para trabajar con el director y escritor James Cameron, con quien años después tendría mucho que celebrar. Con ambas, se convirtió en el encargado de poner música a dos títulos legendarios que han sobrevivido con los años y que se han ganado el corazón del público para siempre.

Durante esta etapa de su carrera Horner se convierte en el telonero ambicioso de los grandes nombres, ya que se le pide que componga la música para los trailers de películas cuyas bandas sonoras iban a estar conducidas por otros músicos.

A principios de los 90, Horner se convierte en el rey del cine infantil, escribiendo partituras para verdaderas obras maestras como En Busca del Valle Encantado (1988), Fievel va al Oeste (1991), Rex, un Dinosaurio en Nueva York (1993), Casper (1995) Jumanji (1995) o El Guardián de las Palabras (1994). Peliculas que han marcado la vida entera de muchas personas alrededor del mundo, entre las que me incluyo. La aventura de Piecito, Patito y Sera no habría podido ser igual sin la inconfundible música, ni tampoco la odisea del pequeño ratón Fievel en un lugar en el que el agua escaseaba. ¿Y qué me dicen del tablero maldito y del inolvidable Robin Williams encarnando a un asustado Alan Parrish?

En el ascenso de su carrera recibe diferentes tareas, como componer la melodía de Universal que se utilizaría entre 1990 y 1997 y trabaja con nombres gigantes como George Lucas, Spielberg o Ron Howard. Cualquiera que tenga el privilegio de ver su nombre escrito junto a alguno de los anteriores tiene asegurado que ha llegado a la cima aunque tuviera los ojos vendados. En 1994 acompaña en su aventura al director Edward Zwick en Leyendas de Pasión.

Un año más tarde, James Horner llegó a los Óscar pisando fuerte. En 1995 estaba nominado dos veces, por su trabajo en Apolo 13 y en Braveheart. Jugaba con ventaja además por la envergadura de los trabajos. Parece imposible, pero se quedó sin la estatuilla, que se llevó Luis Enrique Bacalov por Il Postino.

No se quedó sin ella sin embargo en 1997, con una obra que se llevaría todos los premios y batiría todos los récords de venta en el mundo. James Cameron y Titanic arrasaban en la edición 69 de los Óscar, convirtiéndose en una de las películas más oscarizadas de la historia. Tiene un total de ciento dieciséis premios, entre los que están por supuesto la mejor banda sonora y la mejor canción original, My Heart Will Go On, interpretada por Celine DIon y compuesta mano a mano entre James Horner y Will Jennings.

El álbum ha vendido más de 27 millones de copias en todo el mundo, convirtiéndose en la obra de música cinematográfica más vendida de la historia.

Después de Titanic, Horner tenía a su disposición cualquier proyecto que quisiera. Participó en cintas populares como La máscara del Zorro, El hombre bicentenario o La tormenta perfecta.

Su impecable trabajo en Una mente maravillosa le valió otra nominación a los premios de la Academia Norteamericana en 2011, así como la banda sonora de Casa de arena y niebla en 2003. Ambos años se llevó la estatuilla Howard Shore.

Comenzaría aquí su declive, con notables destellos como Troya en 2004, que terminaría con una nueva colaboración con su director talismán; James Cameron. Los tocayos volvieron a encontrarse en 2009 para dar vida al mágico mundo de Avatar. A pesar del revuelo que causó el resultado de dos años de trabajo, Up de Michael Giacchino volvió a arrebatarle la estatuilla dorada al músico.

Tras el éxito de Avatar, Horner compuso la banda sonora de diferentes películas de poco renombre y de Spiderman en 2012, sin embargo, nada volvería a ser lo mismo desde los 90. La crítica se había cebado con él en numerosas ocasiones, acusándole de ser repetitivo. Y es que Horner tenía tendencia a reciclar y reutilizar parte de sus partituras, consiguiendo en ocasiones una similitud para muchos imperdonable. Y es que si cierras los ojos viendo Enemigo a las puertas, no estás muy seguro de si estás viendo Avatar. Las notas que el compositor utilizaba para las escenas de más tensión eran su firma y su sello, conocidas en varios grupos de redes sociales como ‘El Parabará’ de James Horner.

Caracterizado por la mezcla de la sinfonía y el sintetizador, Horner se ganó un puesto insustituible en el mundo del séptimo arte. Muchos dirán que tuvo la suerte de participar en ciertos proyectos que se convertirían en leyendas o supo relacionarse con la gente adecuada. La cuestión es que la capacidad que tenía este hombre para emocionarnos no tenía límites y esto no se puede llamar de otra forma; un talento desmedido que nos deja con 62 años, pero que seguirá vivo en el Odisea de Apolo 13, en Stirling con William Wallace, en la pizarra de John Nash, en la mirada perturbada de Tristan Ladlow. James Horner fue mucho más que Titanic.