"Todas las fotografías son memento mori". Susan Sontag.

La muerte es de los temas más recurrentes de nuestro imaginario. Uno de los signos de nuestra sociedad es su constante negación; los moribundos quedan al margen y suelen pasar sus últimos minutos bajo la luz muda del quirófano, provistos solo de un delantal descubierto y acompañados quizá por un sacerdote que apenas sabe pronunciar sus nombres. Rechazamos la muerte. La situamos lejos del hogar, aparte de la familia y fuera del alcance del lenguaje. Los mismos desahuciados muchas veces niegan que van a morir.

¿Qué ocurre cuando se fotografía la muerte? Nos obligan a verle el rostro y el tabú se transforma en algo más.

Este es el caso de la serie fotográfica de Walter Schiels Life Before Death. En ella capta los rostros de pacientes terminales en circunstancias poco exploradas. El fotógrafo alemán contrapone dos retratos de la misma persona. En el primero figura tiempo antes de morir y en el segundo yace inerte, a pocos instantes de haberse producido el deceso.

Como todo niño que creció en Munich a finales de la Segunda Guerra Mundial, Walter quedó aterrado tras haber sido testigo de los ataques aéreos y las víctimas que yacían a su paso.

Schiels estaba tan atemorizado por la muerte que no tuvo el valor de ver a su madre fallecida. Sin embargo, a sus 70 años, procuró enfrentar sus miedos a través de este proyecto personal. Para materializarlo, se instaló en hospitales de Berlín y Hamburgo y hurgó en la vida de pacientes desahuciados. Su aporte se basa en haber ido más allá de la historia clínica; los entrevistó para profundizar en lo que habita en la mente de alguien que sabe que la muerte está próxima.

Para su sorpresa, y aún más para la nuestra, la mayoría de los pacientes aceptó formar parte de esta serie y hasta le agradeció el gesto. La fotografía, en definitiva, puede funcionar como un recurso paliativo que mitiga o atenúa nuestra fugacidad.

¿El resultado? Piel de gallina y una serie de reveladoras imágenes que no solo permitieron a Schiels enfrentar sus fobias, sino también poner sobre el tapete una efectiva crítica social que subraya la falta de empatía que sentimos hacia los terminales. En todos los sentidos, se trata de una serie demasiado humana. Porque ¿no es acaso la muerte aquella que nos hace dejar de pretender? ¿Acaso la finitud no nos vuelve más reales?

"He tenido miedo a la muerte y los ataúdes toda mi vida y he evitado ver cadáveres, incluso los de mis padres", advierte el fotógrafo. Resulta paradójico que haya elegido un tema que le resultaba tan difícil. Fotografiar lo que no nos gusta quizá pueda tener tan buenos como curiosos resultados.

La vida antes de la muerte es una de esas series que se instalan en tu memoria, afectándote un buen rato. No porque los retratados estén muertos, sino por esa mirada inquietante previa al deceso. Y es que, paradójicamente, el retrato del después resulta mucho más hermoso y tranquilo que el primero. La expresión de los retratados momentos antes de su muerte produce, al menos ante mis ojos, una sensación exasperante e intranquila. Las imágenes de Schiels nos hacen preguntarnos ¿cómo lo hizo posible?

Estas fotografías no solo exploran la pugna entre lo clínico y lo inexplicable. Indagan también sobre la frontera entre lo extraño y hermoso. Quizá lo que las hace más impactantes es el hecho de que cada retrato viene acompañado por un pequeño testimonio del paciente. Transcribo uno de los más emotivos, a mi parecer:

"Tengo muchas ganas de morir. Quiero ser parte de esa gran y extraordinaria luz. Pero morir es un trabajo duro. La muerte tiene el control del proceso, no puedo influir en su curso. Todo lo que puedo hacer es esperar. Me dieron la vida, he vivido, y ahora debo devolverla". Edelgard Clavey.

Recordando una de las máximas de Roland Barthes, el acto de fotografiar es como una pequeña muerte; captarnos a través del lente es un intento ilusorio por conservar la vida. Es así como muerte y fotografía son dos tópicos que constantemente se están guiñando el ojo. En este sentido, me aventuro a afirmar que la serie del alemán es prácticamente tautológica, pues la fotografía en sí misma es quien mejor representa nuestra ansiedad ante la muerte; en su intento desesperado por postergarla, la imagen es un recurso vital. Aferrarnos al instante es también un recordatorio de nuestra fugacidad.

Me pregunto entonces si Schiels contempla la posibilidad de participar en la serie, cuando el tiempo se le esté agotando, en un intento por consumar su creación.