La crisis económica actual ha hecho que muchos jóvenes se planteen un futuro o una vida mejor mucho más allá de nuestras fronteras o, simplemente, lejos de sus ciudades de origen.

Noelia. 23 años. Jerez. Se dedica al mundo de la hostelería y, tras estar unos meses trabajando en Estepona, se le planteó la opción de trabajar en Alemania. “Me lo planteo como un reto tanto personal como profesional y una manera de avanzar en mi carrera, aprendiendo idiomas y nuevas técnicas a la vez que consigo experiencia en mi sector”, comenta Noelia.

Sergio. 33 años. Sevilla. Ingeniero informático dedicado al sector de la investigación. Tras quedar en situación de desempleo, tuvo que hacer las maletas e irse a Madrid. “Esta nueva etapa me la planteo como algo transitorio en mi vida. Debido a motivos laborales, me he visto ‘forzado’ a cambiarme de lugar de residencia para poder trabajar. ¿Por qué transitoria y no definitiva? Más temprano que tarde me plantearé volver, no me veo aquí definitivamente, o eso espero. Aun así, evidentemente, es un reto, una gran oportunidad de mejorar tanto personalmente como profesionalmente. En el terreno personal, estás obligado a madurar muy rápidamente. Te encuentras en una ciudad distinta a la de origen en la que te movías con soltura, que no conoces, mucho más grande y más individualista. Aparte de esto, incluyen factores emocionales, ya que dejas ‘atrás’ muchas personas queridas. En cuanto a lo profesional, evidentemente, considero que he dado un gran salto tanto cualitativo como cuantitativo. Te da la oportunidad de ver otra perspectiva del trabajo. En definitiva, una etapa en la que espero ganar mucha experiencia y adquirir un gran aprendizaje”, ha manifestado.

Pese a lo diferente de sus casos, se plantean dos circunstancias prácticamente equivalentes: salir fuera para trabar. Circunstancia que, aunque con puntos de vista distintos, ambos consideran que es una oportunidad para aprender. Buenas oportunidades que no siempre tienen una cara amable. “Nadie está obligado a marcharse, aunque el mercado laboral está muy complicado. Muchas veces vemos que la solución a nuestros problemas es optar por el camino más fácil, el de irse al extranjero para encontrar el trabajo soñado, pero eso, en la gran mayoría de veces, resulta una utopía. La inmensa mayoría acaban en trabajos que seguro que no eran lo que soñaban cuando decidieron marchar y solo unos pocos acaban consiguiendo su sueño”, especifica Sergio. Noelia, que si optó por la aventura europea, opina que aunque es “una buena oportunidad, pero el principio por el cual la mayoría de la gente se va es la obligación de encontrar un trabajo”.

Y es que una de las grandes incógnitas que se plantean aquellos que se marchan es la fecha de regreso a casa. “Yo me planteo volver en vacaciones, pero no sé cuando será. Y creo que, en relación a la vuelta, después de un año se hará difícil, ya los extraños no lo serán tanto y me acostumbraré a la ciudad y sus costumbres”, matiza Noelia. Del mismo modo, Sergio considera que “es muy complicado dar una fecha de vuelta. Si por mí fuera, te diría que hoy, pero por desgracia no depende de mí, sino de terceros. Lo que sí te puedo decir es que habrá vuelta y espero que sea lo más pronto posible”.

Esto se debe, en gran medida, a que la mayoría de las empresas españolas – a excepción de algunas que se encuentran en Madrid – no ofrecen las posibilidades que dan las extranjeras (a pesar de los buenos augurios y las cifras que presenta el Gobierno español). “Puede que en un futuro, y solo si las cosas cambian bastante, será España quien dará las oportunidades que ahora mismo brinda el extranjero. Porque creo en el potencial que tiene España, tanto en industria, como en mi sector, el turismo”, explica Noelia.

Y, por último, un deseo para el futuro que vendrá. “Espero que algún día se rectifique y las empresas cuiden al trabajador como lo hacen las de fuera, pero desde mi punto de vista, tendrían que cambiar muchas cosas”, concluye Sergio.