Salgan a la calle. Miren a su alrededor. Piensen. Investiguen. Ahí fuera hay más de un dopado, más de un tramposo. Ahora entren en casa. Vuelvan a pensar. Vuelvan a investigar. Usted también puede ser uno de ellos. Tenga cuidado.

Tras un duro día de trabajo y con algo de catarro ha llegado a tomar la friolera de cuatro cafés y un par de Frenadol. No es un supuesto muy extraño, pero sepa que en un control antidopaje podría dar positivo. Tal vez tenga un amigo o un familiar asmático, con total seguridad daría también positivo. Situaciones comunes, reales, que se dan a diario y que hacen que ahí fuera haya más de un dopado sin él saberlo. Más de una persona que a ojos de la Agencia Mundial Antidopaje es un tramposo, más de uno al que sancionarían con seis meses, con dos años o, incluso, de por vida, si fuese un deportista.

David tiene 28 años. A la pregunta de qué es el dopaje y qué riesgos conlleva, su respuesta ha sido muy directa: la muerte. Sorprende la respuesta que da una persona que lleva más de tres años dopándose, que lleva tres años utilizando todo tipo de anabolizantes y esteroides porque su sueño es acudir a competir a la meca del culturismo: Mister Olimpia. David sabe los riesgos que conlleva lo que está consumiendo: sufren los riñones, el corazón, las arterias, su cabeza, pero le da igual, se ha puesto en riesgo para poder competir en el certamen que ganó Arnold Schwarzenegger siete veces. Habla con la ilusión de un niño que está deseando jugar su primer partido de fútbol, pero con la conciencia de que seguir inyectándose y tomando sustancias anabolizantes podría llegar a acabar con él en pocos años. Ha tenido crisis de ansiedad, sufre problemas de riñón pero asegura no necesitar ayuda de nadie. David asevera que acceder al concurso sin tomar esteroides es muy difícil porque todos las toman. Esto no le convierte en tramposo a ojos de la organización, pero tampoco le beneficia en nada porque pone en riesgo su vida y porque habrá otro que use el doble de ciclos anabolizantes que él.

En la actualidad la lista de productos considerados dopantes asciende a más de un centenar, desde simples diuréticos u otros productos que, en un primer momento, no están desarrollados para provocar una mejora de las condiciones físicas del deportistas hasta productos tan difíciles de conseguir que solo se encuentran en el mercado negro. La Red se ha convertido en el mejor y más fácil acceso al dopaje y, eso es lo más peligroso. En internet se pueden encontrar miles de páginas que indican cómo realizar los famosos ciclos de esteroides anabolizantes, cualquier persona puede acceder a ellos y, sin la menor preparación, empezar a tomar todo lo que le recomiendan desde esos sitios web. A esas páginas acuden personas que quieren mejorar su tono muscular, que quieren perder peso, que van al gimnasio y que su entrenador, tal vez, se lo recomiende, son muchos los ciudadanos que se ven envueltos en esta trampa.

Este es el caso de Lucía Hernández -para preservar su intimidad, usa un nombre falso-. Preocupada por su figura decidió ir al gimnasio y tras meses allí y visitar varias páginas webs de este tipo para perder peso y ganar músculo, decidió iniciar los ciclos de esteroides. Años más tarde, su desconocimiento le ha hecho caer en una ronquera irreversible y un crecimiento excesivo de vello en el pecho y en el rostro que marcan su vida, su día a día. Lucía hoy está en lucha para poder cerrar esas páginas y exigir un mayor control en el contenido de esos sitios. Es consciente de que nada volverá a ser como antes, que cometió “un error irreversible”, pero no quiere cambiar lo ocurrido. Sabe que “somos producto de decisiones y está fue la que cambió todo”, pero sigue luchando para acabar con ello.

En esa misma línea trabajan asociaciones, deportistas y médicos difundiendo información para que no pasen casos como el de esta joven que sólo quería tonificarse. Una de esas personas que luchan por la divulgación es la doctora Raquel Blasco, autorizada por la Agencia Española para la Protección de la Salud en la lucha contra el dopaje, quien divulga desde su blog información sobre este tipo de sustancias y consejos sobre cómo utilizarlas sin tener problemas de salud. Lo último que se ha vuelto a poner de moda en materia de dopaje es el Oral-Turinabol, una sustancia que ya usó la República Democrática Alemana para dopar a sus atletas y que ahora varios atletas principiantes siguen usando. Este producto en palabras de Raquel “puede causar graves problemas cardiacos y óseos, problemas en la fisonomía femenina y en última instancia desarrollaría cáncer”. Un ejemplo parecido al de Lucía le ocurrió a Heidi Krieger, excampeona de Europa de peso, que en 1988 tuvo que cambiarse de sexo y pasar a llamarse Andreas Krieger, algo que lleva años rondando por la cabeza de Lucía, porque muchos de los daños ya son casi irreparables.

Lo que ha leído es dopaje. Son los entresijos de lo que no se ve en los telediarios, vidas de deportistas que pueden quebrarse con la facilidad de una fina rama, porque lo que llevan años entendiendo por dopaje es el de los grandes deportes, el de las grandes competiciones o el de los deportistas más mediáticos. “Siete días a la semana, 16 horas al día, durante 365 días que tiene el año. Si eso no es control absoluto que baje Dios y lo vea”, son las palabras de un ciclista profesional que ha corrido Vuelta, Tour y Giro y como tal está sujeto al programa mundial antidopaje. Asegura que tiene que informar de cada viaje y de dónde está en cada momento “por si vienen los chupasangre” a tomar muestras. Además de ese riguroso control de horarios “hay que controlar comida, bebida y medicamentos, no todo vale si no quieres incumplir las normas”.

El control que ejerce la Agencia Mundial Antidopaje es máximo, pero tal vez sea el ciclismo en general y el Tour de Francia en particular donde más controles se hacen y donde los laboratorios están más desarrollados. Junto con los de Francia, los laboratorios de Colonia y Lausana son los mejores del mundo y fueron los primeros en incorporar fórmulas para detectar la EPO de tercera generación, también conocida como CERA. El nivel de exigencia es muy alto y durante muchos años los niveles máximos estaban por encima de los considerados normales, lo cual permitía el uso de sustancias ilícitas sin dar positivo, como cuenta David Millar en Pedaleando en la oscuridad.

Recientemente se ha puesto en duda la validez del Pasaporte Biológico, que ahora mismo es uno de los métodos, si no el método, más fiables en cuanto a materia antidopaje se refiere. El profesor Luis Horta es uno de los principales valedores de este método que asegura detectar el consumo o no de una sustancia en los 120 días anteriores al análisis, pero la pega del mismo es que las microdosis son indetectables y lo que parece una virtud se convierte en un problema pues los miles de datos que aporta en muchas ocasiones llegan a desbordar a los investigadores. Ya hay cientos de deportistas que siguen este método y participan en el control antidopaje pasando esta forma de medición. Mario Zorzoli, consejero y médico de la UCI, uno de los creadores del método, ya se mostró reacio con el Comité Olímpico Español al haber puesto en duda con el caso Marta Domínguez lo que hoy es el sistema por antonomasia del control antidopaje.

El futuro pasa por otro método de dopaje mucho más difícil de detectar y mucho más arriesgado para la salud, el dopaje genético. Esta forma consiste en alterar genéticamente diversos parámetros del ser humano para su mejoría. “Es complicado, serían deportistas de laboratorio y es un proyecto todavía inmaduro. La limpieza en competición quedaría completamente en duda, habría que seguir creando métodos de detección más desarrollados y más caros, además de los complicados procesos de defensa y acusación que tendrían que usarse para juzgar a un deportista que ha modificado genéticamente su ADN”. Estas son las palabras de un trabajador de unos laboratorios médicos españoles.

El dopaje, en caso de que el competidor gane, podría ser tratado como una estafa a los seguidores de ese deporte y más cuando ha elegido qué características genéticas quiere desarrollar de manera artificial, lo cual además se trataría de un delito por premeditación y alevosía -como recoge Annie Skinner de la USADA-. El riesgo por la ingesta de fármacos es elevado, puede causar múltiples problemas como son taquicardias, cambios en el estado psicológico del consumidor o complicaciones de tipo metabólico como es el caso de Lucía. El dopaje genético puede entrañar esos problemas, mucho más graves, pero también puede desarrollar competidores a la carta y eso es la máxima alteración del espíritu deportivo en cualquier tipo de competición. Dejaríamos de creer en el deporte.

El espíritu del deporte es seguir luchando, seguir buscando dónde están los límites del cuerpo, pero mientras tanto hay que seguir buscando los límites del dopaje, los límites de la trampa y el límite, en otro sentido, del cuerpo. ¿Durante cuánto tiempo seguiremos viviendo una mentira? El deporte, tal como lo entendemos hoy en día, con esa exigencia, ya no es para humanos. ¿Cuál es el límite?