Durante unos días, Algemesí (Valencia) es un pueblo que gira y vive sobre un solo eje: la celebración de las fiestas mayores en honor a Nuestra Señora de la Salud. Cuando la noche descansa sobre unas calles en un silencio seco, como de iglesia cerrada, se pliegan los tabalets y las dulzainas (dos instrumentos típicos de la cultura valenciana) y, durante dos días (el 7 y el 8 de septiembre), este pueblo de la Ribera se convierte en un insólito universo de fuerza, equilibrio y habilidad para levantar torres y figuras humanas que han hecho de la elegancia una forma de estar en el mapa:una identidad que extrae la belleza de la fragilidad. El día adquiere nostalgia de fiesta antigua y la noche tiene las llaves de un enigma que todos los vecinos esperan desde que, como cuenta la tradición, se descubrió la imagen de una virgen en el hueco de una morera. Ya encendida la celebración, el repique de campanas se eleva para anunciar la apertura de puertas de la Basílica y un bullebulle aderezado de música, baile y colores en las fachadas va empujando a los que esperan que la noche cuaje.

Aunque el origen sea puramente religioso, la fiesta se ha ido adaptando y reconvirtiendo para hacerse accesible a todo el que quiera participar. Así, la Muixeranga (que no es un insecto, una bebida alcohólica ni una enfermedad tropical, sino un baile típico regional) está tan incorporada a la vida del pueblo que igual se solicita para que participe en un entierro que para una boda.

De hecho, la Procesión está encabezada por la parte laica y en las filas de la Nueva Muixeranga conviven personas de diferentes religiones. «Aquí todos somos iguales: el traje no discrimina, y, al igual que la camisa, es el mismo para todos», explica Magda Lázaro, muixeranguera. «Incluso tenemos gente musulmana apuntada, pero no sé si participarán en la Procesión», continúa.

Aunque la Nueva Muixeranga es aún jovencita (este año sopla las velas de los 20 años y los miembros están preparando actos especiales para la ocasión), la tradición centenaria ha cautivado una atención inusitada en todo el mundo. Esta circunstancia no solo le valió el reconocimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en noviembre de 2011, sino que en Osaka (Japón), por ejemplo, el Museo de Etnología cuenta con una exposición permanente de los rituales en honor a la Virgen de la Salud de Algemesí.

Sin embargo, la actividad de la Muixeranga no se reduce a la fiesta grande y poco más. Desde que se constituyó en el 97 con la intención de incorporar a la mujer al baile y, al mismo tiempo, constituirse como asociación cultural, ha participado en numerosos actos para perpetuar las raíces, tradiciones y valores de la Muixeranga fuera del ámbito local.

En Valencia, la Nueva Muixeranga fue protagonista de la Cabalgata del Patrimonio para dar su apoyo a la candidatura de las fallas como Patrimonio Inmaterial de la UNESCO; en Castellón, también en marzo, acudió al Primer Encuentro de Muixerangues en las fiestas fundacionales de la Magdalena y, hace bien poco, se lucieron para celebrar el Día de las Cortes en la conmemoración de la derrota de la batalla de Almansa, un 25 de abril de 1707, y la consecuente pérdida de los Fueros con los Decretos de Nueva Planta promulgados por el rey Felipe V (razón por la que su figura no se aguanta y su retrato permanece boca abajo en el Museo del Almudín de Játiva).

No es hacer deporte

Igual que la bailaora sevillana Merche Esmeralda dijo que bailar flamenco no era hacer deporte, tampoco lo es practicar las figuras plásticas de la Muixeranga. Pese a ello, es necesaria una buena forma física para lograr perfeccionar lo que es casi perfecto, por conseguir una sofisticación y una verdad que se dicen de otra manera. Con esta condición inquebrantable de emocionar, son muy comunes los intercambios culturales entre los muixeranguers y los castellers de Cataluña, quienes consideran las muixerangues el antecedente de sus ejercicios. Con ojos impecables para verlo y aprenderlo todo, son muchos los curiosos que han querido acercarse a la fiesta, como hace unos años tres japoneses aficionados a la dulzaina, que se formaron en su país con el método didáctico editado por la Escuela de Dulzaina de Algemesí.

Esta elegancia, el tremolar de gestos, el arrebatamiento y una fuerza que no se encuentra de la misma manera en todas las personas, también ha propiciado un curioso encuentro entre la Muixeranga y un grupo de empleados de la sección de carrocería de la automovilística Ford en su factoría de Almussafes para aprender a trabajar en equipo, como una piña, que es, al fin y al cabo, de lo que va la Muixeranga. Una tradición con vieja trayectoria y brillante futuro.