En las semanas previas al Open de Australia de tenis del mes pasado, el número uno del tenis mundial, y quizá mejor jugador de siempre, Novak Djokovic, que siempre había sido muy ambiguo en lo que se refiere a la vacunación contra la covid, viajó a Australia para disputar su torneo fetiche, el Abierto australiano, que había ganado nueve veces.

Las muy restrictivas políticas de acceso al país por motivos sanitarios parecían suavizarse mágicamente para el serbio con una exención médica difícil de explicar o, mejor dicho, no explicada debidamente en su momento. La polémica, como era normal, no se hizo esperar entre una población que las ha pasado de todos los colores y que aún no han podido, en algunos casos, reunirse con sus familias tras dos años de pandemia. Y las autoridades fronterizas australianas denegaron el visado al balcánico.

Las normas de acceso a Australia en contexto de la covid no son nuevas, y tampoco lo es tener que vacunarse para viajar. Hace muchos años que hay que vacunarse para ir a países africanos, por ejemplo. Y a la mayoría de nosotros ni nos hubieran dejado viajar hasta Australia en la posición de Djokovic; no hubiéramos tenido esa exención. Así que resulta increíble la cantidad de defensores que tiene Djokovic ahora, que incluso lo ponen como un adalid de la libertad.

Tal gilipollez es peligrosa en un contexto como el actual. Incluso si hubiera algo de razón en criticar las vacunaciones y ponerlas como una limitación de la libertad, ahora y no antes, y de hacerlo sobre estas restricciones de acceso y no sobre los visados que tanto cuesta obtener para ir a Australia, por ejemplo, que no la hay, convertir en una especie de mártir a un millonario que va a jugar un torneo de tenis a un país del que conoce las normas, esperando tener un trato de favor por ser quien es (algo que innegablemente pasó en este caso) es una memez que puede acabar costando vidas, y que seguro va a costar un buen número de enfermos.

Hay que pensar, ¿a quién puede beneficiar semejante bochorno? Bueno, aparte de a Novak Djokovic, puesto que, y no creo que nunca fuera lo importante, ese movimiento y corriente de opinión le podían dejar jugando el Grand Slam australiano e intentar convertirse en el primer tenista que gana 21 «majors». Pero, dejando de lado al protagonista de esta historia, creo que accidental protagonista y tan solo herramienta útil, hay que ver a quién puede beneficiar esta clase de movimientos y también estas confrontaciones.

Sorprende leer a gente o a bots, da igual, comparando a Australia con Corea del Norte por esas normas. El nivel de idiotez de los negacionistas, o quienes sean, ha llegado a límites paródicos, pero no por irrisorios son menos peligrosos. Y tal vez habría que tomar medidas al respecto. Tras dos años de pandemia cuesta entender determinadas cosas.