Un grupo de científicos de varias instituciones chinas ha recopilado todas las investigaciones realizadas desde los años 80 del siglo pasado que han estudiado la relación entre soledad y mortalidad. En total, más de 2.2 millones de personas fueron o están siendo seguidas durante años (hasta medio siglo).

Esta revisión, publicada en Nature Human Behaviour, muestra que, de media, la soledad eleva el riesgo de morir por cualquier tipo de causa en un 14%. Pero la situación es peor cuando lo que se mide es el impacto del aislamiento social, entendido como la escasez de relaciones sociales. Entonces, el riesgo de mortalidad se agrava en un 32%.

Los autores de la revisión también recopilaron trabajos centrados en distintas enfermedades, en particular cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. Con una muestra combinada de más de un millón de personas, el aislamiento social eleva el riesgo de morir por alguna patología circulatoria entre la población general en un 34%.

Mientras, los que se sienten solos, aunque tenían un ligero aumento en la probabilidad de morir por algún problema cardíaco, no era significativo. Este resultado, unido al de la mortalidad por cualquier causa, sugiere que la falta de relaciones sociales predice mejor que la sensación de soledad el riesgo de mortalidad.

La diferencia entre soledad y aislamiento social se confirma en otra parte del trabajo, cuando revisan cómo pueden agravar la evolución del cáncer. Mientras que el riesgo de morir por esta causa entre la población general se agravaba en un 34% entre los que tenían pocas relaciones sociales, este porcentaje bajaba hasta el 9% en el caso de los que se sienten solos.

En este sentido, para Maoqing Wang, investigador de la Universidad de Medicina de Harbin (China) y coautor de la revisión, «el aislamiento es peor que la soledad; se ha demostrado que la soledad predice la salud mental (por ejemplo, depresión) y se ha comprobado que el aislamiento predice la salud cognitiva y física. El efecto combinado del aislamiento social y la soledad no es mayor que los efectos separados y el aislamiento por sí solo influye más fuertemente en la mortalidad prematura».

Un tercer factor que explicaría la relación entre soledad y mortalidad está en la cabeza. Los autores de la revisión mencionan en ella que la incidencia de problemas mentales como la depresión es mayor en las personas que viven solas. La doctora Teresa Moreno, miembro de la Sociedad Española de Neurología, recuerda que «la depresión adelanta los síntomas de las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer y el párkinson». Y esto viene acompañado del abandono de hábitos de vida saludables, retroalimentándose: «Los ancianos que viven solos desarrollan antes estas enfermedades», termina Moreno.

Por su lado, la geriatra Esther Roquer, presidenta de la Sociedad Catalana de Geriatría y Gerontología, recuerda cómo empieza todo: «a medida que envejeces vas teniendo pérdidas, tu amor, tus amigos, te vas quedando solo. También llega la fragilidad, dejas de salir y se pierden las relaciones. Ahora las familias son más pequeñas, lo que no ayuda a combatir la soledad. Además, puedes estar rodeado de gente, como en las residencias, pero la sensación de estar solo la siguen teniendo».

Finalmente, y como explica la doctora Regina Gironés, coordinadora de la sección de oncogeriatría de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), estos datos nos deben hacer reflexionar sobre el cambio de modelo sociofamiliar que estamos viviendo. «Nuestra cultura es básicamente familiar y el sistema de salud se apoya en la figura de los cuidadores. Hoy en día, se pone en evidencia la necesidad de mantener esa figura y evitar la soledad», concluye.

Nota

Criado, M. A. (2023). Una revisión de estudios con 2.2 millones de personas muestra cómo la soledad aumenta el riesgo de morir. El País. Junio, 19.