El mundo de la música está habitado por muchos ecosistemas, entre ellos uno sembrado y cuidado por un tiempo dolorosamente corto, pero aún dando flores. El jardín de Lhasa de Sela, porque es la única manera en la que logro imaginarla, regando semillas en la tierra, traídas un poco de todos lados.

Lhasa fue una artista que más allá de la excelencia musical que regaló a la historia, se caracterizó por la pureza de su música en su labor de reflejar cada arista de su historia y pensamiento. Comenzando por su gran riqueza musical que explora con curiosidad los lugares que la abrazan desde sus orígenes, su primer álbum La Llorona (1997) es, como mencionó ella misma en varias ocasiones, la evidencia de un camino a casa.

Lhasa residió en Canadá la mayor parte de su vida artística, siendo descendiente de una familia con orígenes mexicanos, estadounidenses, polacos y libaneses, por los cuáles ella se sentía formada y sostenida. Su primer álbum sería entonces una alegre inmersión a la cultura musical mexicana, entendida no únicamente como una forma instrumental, sino como un guiño de la profundidad del sentimiento que se recupera, que se canta, que se ríe y que se sufre.

M’hija quédate conmigo un rato, por qué andas arrastrando esa desdicha. Espérame un momento y te desato. Pero, qué enredo te has puesto, muchachita. [...] Haz de tu puño algo cariñoso y haz de tu adiós un «ay, mi amor». Y de tu seña una sonrisita y de tu fuga un «ahí voy llegando».

En La Llorona escuchamos hermandad con el aura del folclor de diversos orígenes que sonríen a las emociones y la energía de las caravanas circenses gitanas y las noches de boleros o rancheras mexicanas, todo esto abrazado por las historias evocadas en sus letras, con la poeticidad característica de Lhasa. Este álbum habla del amor, desamor, la espiritualidad, la melancolía, explorando emociones fuertes e impulsivas humanas, pero también la ligereza y el juego. Es un álbum que retrata bien lo que parece ser su juventud aventurera y llena de dicha.

Desde que no hay maldad todo el mundo se ríe de mi ansiedad. Yo lo llamo poesía y le dicen vanidad.

Su primer proyecto tuvo mucho éxito en los países francófonos y otras partes del mundo, haciéndola iniciar una nueva etapa de viajes y mudanzas cortas esta vez en un momento diferente al que ya conocía. Esto lo vemos reflejado en su siguiente álbum The Living Road (2003) que, como su nombre hace alusión, va a acariciar el movimiento en una serie de imágenes que nos comparte de su propia memoria. Cantando en sus otras dos lenguas: inglés y francés. Su segundo trabajo musical recupera sonidos de otros orígenes que en esta ocasión la acompañan con más sutileza, para permitirle lo que pareciera a veces ser una lectura de su bitácora de viajes.

Sur la marée haute je suis monté, la tête est pleine mais le coeur n’a pas assez.1

Nos pinta paisajes de mareas y caminos que se alargan, pero también de la temporalidad, la espera y el lenguaje.

Llegarás mañana para el fin del mundo o el año nuevo [...] y después siete años de exilio por haberte tanto mentido.

Una peregrinación serena e introspectiva a latitudes desconocidas.

Lhasa pareciera escribir siempre desde una lejanía contemplativa de su propia existencia, una sabiduría espiritual delicada que no la desgarra nunca, sino que la contiene con suavidad. Sus letras exponen su inteligencia visceral para comprender cada contingencia como una suerte esperada.

En 2009, De Sela compartiría lo que sería su último álbum y la triste noticia de su diagnóstico de cáncer que hacía, ya en ese momento, 21 meses que ella conocía. Ambos eventos discretamente ligados desde la interpretación de sus seguidores. El álbum sería nombrado Lhasa y escrito completamente en inglés, la lengua de su madre.

Lhasa es quizá, uno de los discos más íntimos que se haya hecho jamás. La primera frase grabada «I used to say: I am ready, show me the way. Then another year or two would pass me by»2 podría ser una advertencia sobre lo que vamos a presenciar, una despedida que pudo no ser, pero que gracias a que el tiempo a veces se extiende está aquí. Cada una de las canciones de este álbum parece ser una carta valiente, que fluctúa entre estar hablándole a alguien más, o a ella misma.

A pesar de la aceptación que transmite la calma de este trabajo, es fácil encontrar vestigios de dudas y miedos sumamente entrañables, que conociendo su historia nos dejan con un nudo en la garganta: «you could lean your head down, and rest it on my knee, you could tell me a story that does not end this way».3

Se cree también que el que todas las canciones hayan sido escritas en inglés fue una dedicatoria de la artista a su madre como confesión y adiós. Incluso hay dos canciones incluidas que parecieran regresar a la niñez con imágenes románticas de animales que hacen preguntas profundas pero simples.

Lhasa concluye con dos canciones que pareciera hablan de la muerte desde dos posiciones distintas. La penúltima «I’m Going in» que se traduciría como «voy a entrar» o «me estoy adentrando», la única canción que De Sela aprendió en un instrumento e insistió siempre en tocar ella sola, habla explícitamente de lo que espera que suceda tras su muerte, adentrarse a ella sin pestañear. En esta canción enuncia su deseo de renacer, no necesariamente como otra persona, sino en la belleza inmersa de la naturaleza, asegura estar lista y no querer ser detenida. Personalmente esta canción me resulta una obra maestra profundamente conmovedora, así como desoladora.

En este momento del álbum pareciera que todo acaba, y que tocaría dar un respiro profundo y tirar los pañuelos, pero Lhasa decide que no quiere un final así. Concluye entonces con «Anyone and Everyone» («Cualquiera y todos»), y entonces nos regala un rayo de sol. Esta canción relatará el momento después de su partida, donde, para quien quiera que sea, el mundo continúa su curso, las hojas caen como siempre lo han hecho, la gente se saluda como siempre lo ha hecho, el sol se pondrá y no habrá nada qué temer.

He aquí el jardín que he querido imaginar, con semillas de sus viajes, peces enamorados en el estanque, arañas solitarias, caminos hacia todos lados. Y un sol que sale y se pone todos los días para quien sea que lo visite.

Este recorrido pretende ser tan solo una memoria corta de su corta, aunque inacabable vida, como un recuerdo de lo que el arte puede brindarnos, pero también de cómo el arte debe ser apropiado por la humanidad.

Un homenaje eterno es el que merece Lhasa de Sela, y espero que su arte sea también para ustedes un paisaje al que siempre puedan volver.

Notas

1 En la marea alta yo me subí, la cabeza está llena pero el corazón no ha tenido suficiente.
2 Solía decir: estoy lista, muéstrame el camino. Entonces un año o dos me pasarían de largo.
3 Puedes recostar tu cabeza, y postrarla sobre mi rodilla, podrías contarme una historia que no termine de esta manera.