Una Toscana referida a diversas localidades muy cercanas de la ciudad de la torre inclinada, aunque no por ello eclipsadas por su extenso resplandor, asombran por sendos ofuscados patrimonios culturales, naturales y enogastronómicos a un merecido nivel internacional.

Conocida es la ciudad de Pisa, que debe su imán a la plaza donde impera la ‘archi-famosa’ Torre torcida, con la catedral, el Baptisterio o el Camposanto, cofre histórico de grandes eventos, denominado ‘calendario pisano’ hasta mediados del siglo XVIII. Y ahí reviven sus seculares tradiciones, dando espacio a través de la continuidad de numerosas celebraciones y evocaciones para contribuir al interés de su pasado y a la esencia de la comunidad. Ahí se sugiere una paradita en Da Nando, en el Corso Italia para probar la apetitosa ‘cecina’ típica (una crema a base de harina de garbanzos), considerada la mejor de la ciudad toscana.

Dirigidos a Lari, para adentrarse en el Castillo de los Vicarios de Lari, recorremos sus calles, callejuelas y placitas de antiguo sabor, de donde se desprenden auténticos aromas emitidos por sus locales productores de pasta -como la prestigiosa fábrica de pastas Martelli-, de embutidos -como el salchichón tradicional con masa aderezada de cerezas, fruto que da notoriedad a Lari-, de la chocolatería, de la panadería y otros manjares elaborados con sistema artesanal, para tomar fuerzas en la tienda de Canfreo antes de subir a la fortaleza que corona la localidad, completa de cualquier exigencia por parte del visitante.

El Castillo de los Vicarios emplazado en el centro del antiguo burgo medieval, habitado antaño en época etrusca, ya existía alrededor del año mil adquiriendo su máximo esplendor a lo largo de los siglos sucesivos al año 1400. Sede del Vicariato Florentino, por más de cuatro siglos desde el Catillo de Lari se administraba aproximadamente a un tercio de la actual provincia de Pisa. El Vicariato fue abolido tras la adhesión del Gran Ducado de Toscana al Reino de Italia, si bien ejerció con el cargo de Juzgado de Paz hasta finales de los años 60 del pasado siglo. Actualmente, lo dirige la Asociación Cultural ‘El Castillo’, que se ocupa de su utilización cultural y turística abriéndolo además a conferencias y presentaciones.

Asentados en Lucca, se saborea inmediatamente su poder histórico-artístico esparcido bajo el común denominador de la belleza por doquier. Imperdibles sus murallas urbanas, la figura lírica de Giacomo Puccini -al que se le dedicará el año 2024 por el centenario de su muerte- con su esmerado museo, el valioso conjunto turístico de la Catedral e Iglesia de San Giovanni, que aúna en una sola visita el Rostro Santo y la fascinante efigie de Ilaria del Carretto -inmortalizada en su monumento fúnebre por obra de Giacomo della Quercia en 1406/8-, y las suntuosas villas que salpican las verdes colinas circundantes. Sin olvidar las etapas del camino Francigeno, que atraviesan la región, cada vez más en auge para los senderistas espirituales.

Y dado que la historia de la escultura y del arte están marcadas por el mármol de Carrara, se aconseja visitar el Polo Artístico de San Martino de Carrara, la Cooperativa de Escultores de Carrara, nacida en 2016 de la unión de las jóvenes maestranzas carraresas: tres escultores que utilizan aún el cincel, que saben fijar los puntos del boceto al bloque con la técnica de los compases, delineando la escultura a mano. Escultores que, como Miguel Ángel, “arrancan la forma de la prisión del mármol”, del eterno mármol cuyas canteras se divisan desde allí abajo, confundidas con montañas de nieve dada su resplandeciente blancura, y sin agotarse desde la época de la Antigua Roma. Este mármol blanco, entre los más valiosos del mundo, se sigue extrayendo de los Alpes Apuanos mientras su destino actual se ha vuelto prevalentemente industrial.

Tras visitar la primera cantera en Fossacava, se hace imposible no caer en la tentación de probar -otro mármol por su aspecto- el “lardo” (tocino) de Colonnata en la Larderia de la localidad, que era el principal alimento para el duro trabajo de los picapedreros en las canteras del mármol. Ahora este tocino se presenta con diversos matices para el retrogusto de todos, de fácil digestión.

Del mármol al noble material de la madera, nos trasladamos a Pescaglia, donde en el Museo del Castaño se aprende todo de este árbol hasta su producción, característico del lugar, y que, con un contenido tan completo, quizás sea el único en el mundo: ayuda a imaginar el ritmo y el esfuerzo de los antepasados que lo trabajaban, cuyo director lo conserva con gran dedicación.

De esta inmersión en el pasado más auténtico, al descubrimiento de la Villa de Santo Stefano, que produce los mejores caldos y el mejor aceite de la zona, en un ambiente de gran lujo, destinado a importantes y exclusivos eventos.

Otra visita ineludible es la de la casa rural, en el verdadero sentido de la palabra, escondida entre la verdura más frondosa, Ai Carli, que con sus animales produce la mejor lana y exquisitos quesos de esos parajes.

De vuelta a Lucca, conocemos el II Desco (la muestra-mercado y gran escaparate de los mejores productos enogastrónomicos locales) con las principales degustaciones y otros eventos, como la presentación del libro En la mesa con los grandes (músicos) en el que se describe los caprichos de los mitos, como una especie de aperitivo antes del menú completo absorbido en el Museo Puccini, donde se anuncia el vasto programa que se desarrollará a lo largo de 2024 y al que ya dedicaré un merecido reportaje por el centenario de la muerte del gran compositor lírico.

No queda más que sorprenderse en la cercana Calci, ante la aparición de la Cartuja monumental. Este vasto conjunto a pocos kilómetros de Pisa, fundado en 1366 por una familia de cartujanos y ampliado en los siglos XVII y XVIII, se presenta como un espléndido monumento barroco incrustado en un contexto paisajístico de lo más acaparador. Actualmente acoge el Museo Nacional de la Cartuja Monumental de Calci y el Museo de Historia Natural de la Universidad de Pisa, situados ambos en dos alas diferentes, si bien sus vicisitudes y colecciones aparentemente tan diferentes se entrelazan en la sugestiva memoria del gran edificio que las custodia.

Toda esta Toscana del noroeste espera seguir asombrando al viajero más curioso y exigente.