El 24 de enero de este año se produjo la manifestación más grande de los últimos años frente al Congreso de la Nación Argentina en contra del proyecto de ley y transformación nacional que propone el gobierno ultraderechista de Javier Milei. Bajo el paraguas del medio digital para el que trabajo, en forma freelance, fuimos con un compañero a cubrir, luego generando un vídeo para las redes y para algunos de los programas de streaming del medio. Otra aclaración que quisiera agregar es que lo hicimos ad honorem, fundamentalmente impulsado por nuestro propio interés periodístico.

¿Por qué hago esta aclaración? Porque el video que se produjo se viralizó por las redes y generó un torbellino de actores de derecha enojados y violentos a tratarnos de «zurdos empobrecedores» y «vendidos» o «ensobrados», como es típicamente dicho en Argentina a aquellos medios que reciben sobres de dinero para tratar una historia de una determinada manera. Cosa totalmente alejada de la realidad, ya que fuimos por nuestra cuenta con el padre del conductor del video y comimos sándwiches de milanesa caseras, dado a que es considerablemente más barato que despilfarrar plata en la urbe metropolitana más grande del país.

En la plaza del congreso se conglomeran alrededor de 500 a 700 mil personas, compuesto por representantes, dirigentes y trabajadores de los sindicatos más grandes del país de todas las industrias, tanto pesadas como culturales y textiles, de servicios y empleados de la medicina, entre otras. Se ven además flameando las banderas del partido comunista (PTS), varias agrupaciones peronistas (Evita, La Cámpora, entre otras). Todo esto suma a una clara demostración de fuerza por la clase trabajadora en contra de la avanzada en temas económicos, políticos y sociales que quiere llevar la derecha.

Aun así, la derecha efervescente acusa a estos manifestantes de no querer trabajar, de ser vagos, de ser convenientes en cuanto a cuando marchan y por qué y de estar obligados a punta de pistola a ir a las convocatorias por sus respectivos sindicatos (elemento un tanto fantasioso y alejado de la verdad). Acusan de una pereza organizada a los actores participantes de la marcha. Pero lo que desconocen, dado a que no participaron activamente de las movilizaciones, se enteraron de las mismas por los medios masivos o simplemente por ignorancia intencional, es la parva amplia de actores individuales que se sumaron a la manifestación simplemente por su inquietud y descontento por el comienzo de este nuevo régimen político.

Estos individuos fueron los que entrevistamos, con el objetivo específico de no permitir a los trolls de internet acusarnos de no buscar paridad de puntos de vista, que «solo buscan aquellos ensobrados por los sindicatos». No, en efecto fuimos a por las personas que se sentían personalmente afectadas por las medidas de los primeros dos meses de gobierno de Milei. Allí, nos encontramos con diversas voces que provienen del extenso abanico de profesiones que tiene la argentina. Desde trabajadores gastronómicos, pequeños empresarios, estudiantes independientes y más. Todos unificados bajo el canto «la patria no se vende», frente a una muralla de cientos de policías en la puerta del Congreso, quienes toreaban e incitaban a los manifestantes a devolver la agresión sometida.

Aquellos compatriotas que deciden ignorar los llamados de cambio a estas decisiones represivas lo hacen desde un punto de vista de ignorancia maliciosa. Los medios hegemónicos y el gobierno de Milei los embebe de odio manufacturado a sus televidentes y lectores de diarios y blogs a tal punto que cuando reprimen a jubilados en la puerta del Congreso porque le redujeron el salario mínimo, festejan diciendo barbaridades como «a vagos no mantengo» o «vivían en una fantasía si pensaban que podían vivir con lo que tenían». La fantasía es en realidad la suya, donde conviven en una falsa narrativa bélica en donde asumen que la pelea no se debería dar contra los empresarios monopólicos o los oligarcas terratenientes, si no con sus propios vecinos trabajadores, simplemente pidiendo una situación social más digna para todos.

¿A qué punto hemos llegado en la sociedad que perdimos la esencia humana de empatizar con la lucha del que tenemos al lado, de la abuela, del tío, del hermano de un amigo?

Para 10 millones de argentinos la vida humana vale menos que un pasaje de colectivo o subte. Para 10 millones de argentinos no debería haber derecho a protestar. Para 10 millones de argentinos se deberían privatizar las universidades públicas y los laboratorios estatales.

¿O serán solo 10 personas, y hay 10 millones de argentinos que solo siguen lo que les dicen? Como rebaño de ovejas a un lobo disfrazado de pastor, y ese lobo se está relamiendo, porque sabe que, si no cambia algo ahora, si el pueblo no se rebela, se engullirá 40 millones de ovejas. Y Argentina como nación soberana, dejará de existir.