La paradoja de la “actualidad” enmarcada en la noción de la temporalidad enuncia que en tanto el artista transforma su obra, lo hace a él y por ende transforma a los espectadores. Cambiar, en el pensamiento complejo, implica tocar los límites sin que estos sean un final, sino un nuevo comienzo. Estas circunstancias me llevan a evocar el enigma de aquella mano que dibujara Escher (1848 circa) que al mismo tiempo se dibuja a sí misma.

“Territorio (A-PHYS)” del mexicano Carlos Génova es un espacio donde re-examinar sus tópicos conceptuales y mirarnos como sujetos al designio de las constantes interacciones de la materia: Nosotros hacemos la ciudad y esta nos hace, estas son hormas de materia dura del planeta y el algoritmo de la temporalidad —como diría Alexander Mischerlich (El Fetiche Urbano, 1968), moldes que dependen de nuestra grandilocuencia o testarudez.

Génova observa a Escher y la espacialidad del infinito, espacio de alta porosidad donde alcanzar el límite implica fluir de nuevo: tiempo no métrico sino fractal, de altas dosis de inconmensurabilidad, “tiempo emocional” que las neurociencias denominan “inteligencia emocional” (Goleman, 2000).

Algunos de nosotros estamos más naturalmente en armonía con los estilos simbólicos especiales de la mente emocional: metáforas y símiles, junto con la poesía, las canciones y las fábulas, están representados en el lenguaje del corazón.

(Goleman, 2000, p. 76)

El arte que interesa a Carlos Génova sostiene esta matriz creativa del Cosmos —dominio del espacio simbólico— donde los cuerpos flotan en un tiempo que fluye hacia los bordes de su infinitud, jugando consigo mismo en un sentido de autorreferencialidad, propio del fractal el cual crece y transforma autorreferenciando la raíz del rizoma (Deleuze y Guattari, 1997).

Ojear al pasado

Desde el Renacimiento conocemos artistas y teóricos que aportaron un lenguaje sustantivo de la ciencia y geometría: Piero della Francesca, Bruneleschi, Ghilberti, Alberto Durero, ellos dedujeron una armazón conceptual y técnica profundizada en estudios más recientes por Matila Ghyka, Estética de las proporciones; György Doczi, El poder de los límites; Dan Pedoe, La Geometría en el arte; además de Atilio Marcolli con la Teoría del Campo, quien afina otras aristas de teorización del campo visual, morfogenético plano y el campo esférico.

En la pintura contemporánea algunos artistas se sirven de elementos geométricos como circunferencias, puntos negros y demás, lenguaje que entrañan la pulsión que ejerce la tierra, y esos abismos humanos que sin excepción todos portamos en los adentros (Glissant, 2018).

Pero es un conocimiento que pertenece al otro lado del Atlántico. Entonces, cabe defender nuestra propia ciencia y cultura para descolonizar al arte. Esto me recuerda al poeta y filósofo de Martinica en las Antillas menores, Eduard Glissant, Poética de la Relación:

Extensión vertiginosa, no sobre el mundo, sino sobre los abismos que el humano lleva en sí mismo.

(Glissant, 2018. p. 58)

Arte y decolonización

Importa saber de los famosos acueductos romanos que surtían de vital líquido a las ciudades de aquel imperio, pero de la misma manera importa valorar el acueducto de dos canales que construyó Nezahualcóyotl, surtiendo a las ciudades de su reino. Esto me dice que las ideas son holones y cualquier individuo en el espacio tiempo los puede captar y aplicarlos; el Renacimiento no marcó a la creatividad humana sólo en Europa, sino que dicho arco temporal impactó el pensamiento originario de este continente, y del mundo entero (Zapp, 2015).

Reflexionar también en los mexicas o aztecas cuyos ancestros provenían de Aztlán, inmigrantes que se movían por tierra o mar. De ahí que poblaran el Valle de México como aparece en el códice Boturini, señalando una isla en medio de una laguna con un águila atrapando entre sus garras la serpiente, parada sobre una tuna, —apología que da identidad a estos pueblos originarios ancestrales a que refiero.

Interesa el valor de la ingeniería agrícola que practicaron los mexicas sobre las aguas de Xochimilco, como también en el Valle Sagrado de los Incas, terrazas de Moray con las cuales atraen las ventiscas engulléndolas en una especie de aero-ducto ilimitado, viento que baja de los gélidos riscos andinos llevados por curvas geodésicas del terreno hacia una estructura toroidal que calienta el sol en las piedras de las paredes de dichos andenes, transmitiendo calor por la teoría refractaria a la acción que domesticaba las semillas para el cultivo de verduras, legumbres y cereales para la alimentación de aquella población.

Respecto a este paradigma el físico-matemático Hugo Luza, en una entrevista que le practiqué en 2021, dedujo el pensamiento Inca aplicado a las terrazas de Moray:

Las gradas en las paredes son direccionadores, para que dichas fuerzas senoidales y cosenoidales fluyan dentro de un orden que mantenga las temperaturas respectivas en cada terraza. Decimos que es fuerza cuántica, en tanto podemos apreciar que en cada anillo se cumplen las ecuaciones diferenciales de Lagrange.

Fractal del tiempo

Cambia el arte, cambian los materiales, se transforman los procesos, pero también las ideas que cada vez debemos navegar más profundo —como la matemática del británico Penrrose—, y, para llegar a éstas, escarbamos actuando como palimpsestos al atravesar capas que se hayan cada vez más hundidas obligando al hallazgo de ese entorno.

En arte, hoy, importa creer en lo que hacemos, verlo como una teoría de sí mismo al entablar comunicación con los demás, animados por aquella pócima pulsional del contacto con el Otro.

A Roger Penrose le fue otorgado el Premio Nobel de la Física compartido con Hawking en 1998, por el dominio de las matemáticas creativas, como las figuras de Escher, basadas en ilusiones visuales generadas por la interacción fondo-figura, irreversibilidad infinita, recuérdese el “triángulo de Penrose o la escalera de Penrose”.

Implica la Segunda Ley de la termodinámica o el principio de entropía, que tanto interesa al artista mexicano. Génova trabaja con una geometría de conos de luz en el espacio-tiempo, destino último de un universo en expansión y aceleración, modelos cosmológicos ubicuos de la radiación cósmica de microondas tal y como lo definen los estudiosos de la Física.

Génova configura en la pintura cuerpos geométricos cuyas columnas sostienen al universo, como los Andes al inicio del Valle Sagrado Inca, en Pisac, desde donde se divisan; son conos de luz de alta transparencia, asemejan imágenes del telescopio espacial Hubble que avista los agujeros negros post Big Bang, y la teoría del italiano Guido Tonelli quien investiga el flujo del tiempo: pasado, presente y futuro el cual varía de acuerdo a diferentes zonas del universo.

Todo esto me mueve a reflexionar la manera como aprendían en el pasado en las culturas vernáculas del continente, ellos no viajaban como lo hacemos hoy a universidades europeas o norteamericanas, ellos, al avistar al Cosmos, aprendían mirándose unos a otros elaborando la piedra, la arcilla, el agua, el viento, el fuego, lo asimilaban al poner su pensamiento en esos cristales de luz para deducir los saberes y afianzar la conciencia de quien somos en esta infinita inconmensurabilidad.

Con anterioridad, al ver los gélidos riscos andinos pensé que la piedra, tanto como la tierra, el aire, el agua y el fuego eran materias que nos identifican, propias de este planeta, pero al mirar las pinturas de esta serie de Génova, y hacer esta lectura de esos territorios simbólicos donde viajan esas enormes rocosidades, me cercioro de que estas, las piedras, son una materia portadora de la identidad del Cosmos. De ahí su visión respecto a la naturaleza material y los imaginarios que él pinta tan poblados de cristales tanto como la materia dura del Universo.

La ciencia y tecnología, la Física y las Matemáticas, aportan además al arte en el uso de nuevos materiales y su ingeniería instruye —en especial las ciencias sociales— en la manera de deducir tal interacción con los espacios, la Antropología y Sociología, las cuales adelantan a las capacidades de los espectadores de asimilación. Esto significa asumir la acción al educarnos en estos tiempos de Complejidad, tal y como lo deduce Edgar Morín en su visión educativa.

El “microsiph” permite una lectura en profundidad, atraviesa todas las capas de lo expuesto. Hacer esa buena lectura es en mayor medida razonar cómo hacerla; que sea una lección para todos, un punto de inflexión para el artista como Carlos Génova que con insistencia observa al Cosmos, para los espectadores quienes lleguen a apreciar ese arte al museo, o a la galería, pero también en el momento de compartido en redes sociales, en impresiones o publicaciones como catálogos o libros que multiplican los seguidores que, como se sabe, comparten ampliando audiencias.

Volvamos a los procesos de Génova

La acción de pintar de este artista mexicano prefigura cuerpos poliédricos que asemejan columnas, pilotes, cuerpos de luz en estructuras ingrávidas que flotan, pivotean en el espacio de lo ilusorio, ecología mental que constituye un paisaje anecdótico, vívido, imaginario simbólico aplicado a la investigación de nuevos lenguajes en el arte.

Aprecio en esta obra espacialidad, distancia entre las capas generando desplazamientos, lectura en profundidad, noción de cuarta dimensión generada por la influencia del tiempo y la Teoría del Caos (Briggs & Peat, 1999) que emerge del espacio cartesiano escapándose por la diagonal hasta reportar la infinita inconmensurabilidad y se aleja de la poca ración de lo que sabemos.

De fondo pinta un paisaje lacustre, el cual requiere traspasar con esos pilares portantes que a su vez construyen otras figuras reunidas por un trazado perimetral también gravitante, sutil por la luz, como el dodecaedro, icosaedro, octaedro. Constituyen las aristas de dichos sólidos llamados platónicos, dotados de movimientos como los generados en las modelos de geometría rotatoria, figuras poliédricas reencadenadas capaces de mutar a una entidad geométrica superior y distinta de la cual partió, algoritmo de la autorreferencialidad.

Pero estos discursos que buscamos fuera, los podemos encontrar cerca, ¿acaso no hemos asimilado la lección que nos dejaron los olmecas, mexicas y mayas, entorno natural y cultural de lo propio? ¿Acaso no damos crédito a la invención del cero, vacuidad representada por el caracol, poética de la numerología, álgebra que regenera la plenitud en las matemáticas actuales que fluyen en los ductos y espacios de la inconmensurabilidad? Vuelvo a la entrevista que hice en 2020 a Luza antes de su muerte, cuando nos remite a el sentido que tenía el Cosmos en la cultura andina:

Los incas plasmaron esos constructos de sus ciudades observando el universo. La Vía Láctea en el quechua es el Chaskamayu. El Willkamayu, río sagrado que recorre todo el Valle Sagrado de los incas. La energía cósmica que recibe el Valle Sagrado es alta, por lo que tenemos el maíz más grande del mundo, los productos son muy cargados de sabor, pues la potencia cósmica es muy fuerte.

Pienso que a Génova lo que le interesa es construir con esas entidades tridimensionales al límite del espacio simbólico, habitables para la imaginación y discursos que van más allá de la espacialidad y cuántica, percepciones actuales del tiempo. Esos cuadros son planos representacionales de la ciudad futura en el espacio. Los entornos genoveses, sin ser espacios únicos sino múltiples superpuestos como un canto polifónico con diversidad de claves sonoras o matices cromáticos, operan en la deconstrucción que a su vez se superponen y transparentan en este estilo compositivo.

El significado de la pintura de esta serie (A- PHYS) de Carlos Génova implica otra dinámica de lectura con su propia megaforma pétrea, contrastante por su organicidad con las figuras lineales. Igual tienen raíces y brotan como rizomas o vegetación. Son traspasados por círculos gravitantes en el escenario, otra capa más que se suman a los puntos negros o de color que conforman cuadraturas o ligaduras de sentido como las musicales y ofrecen fortalezas por su acción, a veces dispuestas en el primer plano o de repente se hunden al último, como dejándose engullir por los agujeros negros del espacio sideral.

“Phis Pangeas”, acrílicos sobre telas y otros materialidades —y con esto concluyo este ensayo—, son un soporte consistente a la imagen y teoría del espacio perceptivo, imaginario simbólico que develan estos cuerpos rocosos en un espacio quizás hasta más subjetivo, pues de pronto se les ve huir por la diagonal, en los cuales también se ensañan los peligros que se ciernen sobre la humanidad y el planeta por el germen de la contaminación y corrupción.

Los cuerpos rocosos son enormes paleoescrituras, ensayan un discurso acerca de la incertidumbre envolvente que nos consume a los espectadores como sujetos de esa encrucijadas y significados, pero que, finalmente, intentan recuperar a esta sociedad tan maltrecha por las lacras sociales y nocivo sino que la misma sociedad dibujó en las pantallas de la televisión de años atrás, cuando enseñaron a la juventud un modelo de vida violento, corrupto, sin pensar que ese mismo modelo echaría raíces como el rizoma (Deleuze y Guattari 1994), brote que en tanto engendra incertidumbre, lo hace aún donde nadie lo espera.

Bibliografía

Mitscherlich, Alexandre. (1968). Il Feticcio Urbano. Enaudi, Bologna. 1968.
Yourcenar, Margerite. (2003) Memorias de Adriano. Editorial Sudamericana (tercera edición traducida por Julio Cortazar), Buenos Aires.
Quirós, Luis Fernando. (2020). “Ciencia y Arte Incas (entrevista al investigador Hugo Luza, Universidad San Antonio de Padua, Cusco)”. Revista Meer.
Villar, Carmen. (2011). “Roger Penrose, colaborador de Stephen Hawking, gana el Fonseca”. La opinión.
Vilicic, Felipe. (2023). “’El tiempo fluye de manera distinta en diferentes regiones del universo’: Guido Tonelli, el famoso físico italiano que estudia el flujo del pasado, el presente y el futuro”. BBC News Brasil.
Goleman, Daniel. (2000). La Inteligencia Emocional. Zeta.
Glissant, Eduard. (2017). Poética de la Relación. Universidad Nacional de Quilmes.
Briggs & Peat. (1999). Las Siete Leyes del Caos. Grijalbo, Barcelona. Deleuze & Gottari. (1994). Rizomas. Rizoma. Zapp, Ivar. (2015). Retorno a la edad de oro. La lengua cuadriculada de los Huetares. Ed. Tecnológica de Costa Rica, Cartago.