”En nuestra época no existe tal cosa como 'mantenerse fuera de la política'. Todas las cuestiones son cuestiones políticas, y la política misma es una masa de mentiras, evasivas, tonterías, odio y esquizofrenia". George Orwell, 1984 (1949).

Escrita hace más de medio siglo, esta reflexión de Orwell en una de las obras distópicas por excelencia, predecía lo que iba a ser el futuro, un futuro que ya llegó. No sin una cierta dosis de verosimilitud se nos muestra una sociedad dominada por algún tipo de totalitarismo, capitalista o gubernamental, donde las emociones quedan tamizadas cada vez más por la máquina. En tiempos de crisis, en el contexto del capitalismo tardío, algo se está desmoronando y el ser humano transita en busca de un equilibrio, de una respuesta que dé sentido a esta situación actual y global; busca, en definitiva, no abatirse, y lucha, se posiciona como una resistencia al poder, al sistema capitalista, a la hegemonía.

En este contexto social se sitúan los proyectos que Avelino Sala presenta en ADN. Son manifestaciones de resistencia que, partiendo de un cierto sentido estético, plantean irónicamente cómo desde el pensamiento y lo visual se puede tomar una postura crítica de cuestionamiento y oposición a la realidad. Claro ejemplo de este posicionamiento es la obra Block House (2012) que ocupa el espacio central de la galería. Al avanzar por la sala, el espectador se encuentra ante una barricada de libros negros – negro neumático - , que actúa a la manera de una metáfora de trinchera cultural, una especie de búnker intelectual. El espacio ideado por Sala es pues de resistencia, desde el cual protegerse pero a la vez preparar la lucha y articular el contraataque.

Pero antes de toparnos con esta barricada, está la base conceptual e histórica que el artista presenta en su proyecto Clandestino (2014). En este caso, la Declaración Universal de los Derechos Humanos aparece grabada con la punta de un compás en 40 bolígrafos Bic, tal y como se hacía con las chuletas escolares antes que la tecnología las convirtiera en mero ejercicio de pillería técnica. A primera vista, la reproducción de la Declaración de los Derechos Humanos no se percibe, del mismo modo que la realidad, las sociedades o sus sujetos no perciben ni creen que sus actuaciones sociales y políticas deben de regirse por tales derechos. Así como la tecnología ha eliminado las chuletas BIC, nuestra sociedad está en proceso de eliminar los derechos de los humanos. El espectador ciertamente no percibe de golpe la escritura, pero un vídeo, que muestra cómo se realizó el trabajo, resalta el sonido irritante que produce el acto de rasgar la piel del bolígrafo.

Avelino Sala se posiciona frente a la creencia de que cada vez estamos más cerca del oscuro futuro que las obras distópicas predecían y siguen prediciendo, aunque el futuro como tal ya se ha hecho presente. La instalación Otros mundos (2015), formada por una serie de sticks de hockey en los que hay grabados títulos de novelas distópicas (entre ellas la que da el título a la exposición, de Suzy McKee Charnas, 1974), expone las propias novelas, que a su vez están intervenidas por el artista. Sala nos descubre con ello un mundo en el que el artista es plenamente consciente de las grietas que existen en las estructuras de poder, unas estructuras en las que la consciencia moral y ética de las clases dominantes no existe o, cuando menos, no se percibe, en la que el concepto de democracia está absolutamente pervertido y ajeno a su significado primitivo. Clandestino (2014)

De la democracia vacía y corrompida habla la instalación DEMOCRACY (2014), elaborada con un material que absorbe el sonido. Para el artista, el ser humano ya ni siquiera tiene derecho a alzar la voz, y si la alza, la democracia la absorbe y la anula. Pero sí que alza la voz el poder o quién pretende el poder a través de la anulación de la democracia presentada en la pieza Amanecer Dorado (2014) que, tomando el nombre de un partido político griego de extrema derecha y de no ocultada ideología neonazi, está formada por unos bates de béisbol bañados en oro que simbolizan las principales potencias mundiales (Estados Unidos, Alemania y China) representadas por sus respectivas banderas. Estos objetos dejan de ser material deportivo, de juego, y se convierten en expresión de lo rotundo y lo violento. Los bates no son deportivos pero los acompaña su pelota -con la silueta pirograbada del globo terráqueo - que sólo adquiere presencia a través del calor, del calor de la sangre y el fuego de la cruel realidad que sacude el mundo actual.

A la violencia de la sangre y el fuego se le opone la sutileza del material con el que está hecho Cocktail Molotov (2012), una escultura de mármol de Carrara, uno de los mármoles más apreciados por su blancura, utilizado desde la Edad del Bronce, con el que Julio César construyó la ciudad de Roma y con el que Miguel Ángel trabajó su sentida Piedad. La belleza y delicadeza de este material contrasta brutalmente con el discurso de la pieza en sí, no solo por su título, sino porque las canteras de Carrara representan también a su pueblo que presume de una fuerte tradición proletaria y de sus anarquistas, un pueblo que ha sabido conservar distintos dialectos y culturas. Los parias obreros de Carrara, los trabajadores que se ocupan de extraer el tan preciado tesoro blanco, son los verdaderos artífices de la pieza.

Fiel a su interpretación de la situación de la sociedad actual y a su conciencia crítica, Avelino Sala presenta dos trabajos ubicados en el espacio de ADN Platform: La Tortuga y Museo Arqueológico de la Revuelta. La Tortuga es una instalación de escudos de policías antidisturbios, representación simbólica del Estado, un lugar visible, transparente, pero a la vez hermético, impenetrable. El título remite a las tácticas de la Antigua Roma muy utilizadas en los asedios por las legiones, una práctica militar que gracias a la posición estratégica de los escudos permitía que los ejércitos se defendiesen con cierta comodidad de sus enemigos propiciando un avance lento pero contundente. El Museo Arqueológico de la Revuelta es una suerte de archivo de la memoria universal, una crónica de las revueltas que nos lleva a diferentes lugares de resistencia. Es una memoria de piedras usadas en manifestaciones de todo el mundo que el artista coloca irónicamente en vitrinas clásicas; en definitiva, una arqueología de la revuelta humana.

Pero el futuro, para Avelino Sala, no es negro como los libros de sus barricadas, manifiesta su indignación y aviva una toma de conciencia y de postura. Sala construye una arqueología de símbolos de poder, de acciones y reacciones, de totalitarismos y resistencias, y aporta dispositivos artísticos de oposición que incitan a una necesaria reflexión.

Texto de Olga Sureda