Ubicada en la Calle Fernando Marquez de la Plata 0192 en Santiago de Chile, La Chascona fue la casa en la que vivió el poeta Pablo Neruda con su última esposa, Matilde Urrutia. El propio Neruda nombró la residencia en honor a Matilde. La explicación, tal y como explican los guías que acompañan a los turistas en la casa, es que Matilde tenía el cabello muy rizado y revuelto y de ese rasgo sacó el poeta el apodo que le dio a su esposa y también a la casa que compartían (chascona en argot-chileno significa despeinada).

Construida en una ladera y sobre una cascada, esta es la única de las residencias chilenas de Neruda que no está ubicada frente el mar –su obsesión y locus poético. En cambio, es también la única desde la cual se ven las imponentes montañas de la Cordillera de los Andes. Sin embargo, es curioso observar los diversos elementos marítimos que se encuentran presentes, sea en la decoración (mascarones de proa, faroles y los típicos caracoles) o en elementos arquitectónicos.

Además del entorno idílico de un jardín donde se encuentran parras y árboles frutales, la casa contiene algunas de las impresionantes colecciones de su dueño, que son bastante peculiares.

Al ajuar doméstico inusitado se añade un notable elemento arquitectónico: Neruda dividió su casa en tres partes distintas, discontinuas, desconectadas. Cada una de ellas corresponde a un órgano esencial del cuerpo: estómago, corazón y cabeza (cerebro). Aprovechando la inclinación natural del terreno, las construyó de acuerdo con la jerarquía en la que se disponen en el cuerpo humano. Es decir, en la parte baja del terreno (y por donde se accede a la casa) está el “estómago”, que acoge la cocina, el comedor y algunas otras habitaciones pequeñas. Desde ahí se sale para un patio exterior, donde subimos por una escalera de piedra ubicada en el jardín. Al final de la escalera, hay un puentecito sobre el arroyo producido por la cascada y finalmente llegamos a la segunda parte, el “corazón” de Neruda. Allí se encuentran el salón principal y su habitación. Volvemos al jardín y pasamos por entre los árboles, la escalera se estrecha y, por fin, en la parte más alta del terreno, se encuentra la “cabeza”: su oficina y su biblioteca.

La manera de distribuir y decorar los espacios de esta casa corresponde a la manera con que Neruda se relacionaba y la importancia que atribuía a las partes de su propio cuerpo. Además, la división determina no solamente el aprovechamiento y propósito de utilización de dichos espacios. Sobre todo, se puede tener una idea clara de cómo Neruda jerarquizaba sus propias relaciones a partir de la discontinuidad de los ambientes.

Las casas suelen ser un reflejo de sus dueños, y es natural que así sea. Pero Neruda, sin embargo, lleva esta máxima a extremos con su manera de pensar y elaborar los espacios en La Chascona. Una visita a este hogar tan auténtico y tan suyo nos facilita datos sobre el poeta que quizás no pudiéramos encontrar siquiera en amplios estudios biográficos. Una biografía está hecha de fechas concretas y de grandes acontecimientos, mientras que una casa es materia viva, que nos revela la vida cotidiana: los vicios, el tedio, las discusiones conyugales, los pequeños placeres.

El nombre Pablo Neruda es sinónimo de muchas cosas –literato, artista, chileno, revolucionario, comunista, amante, Nobel, entre muchos otros. Conozcamos pues a Ricardo, el hombre por detrás del seudónimo:

Bienvenido a La Chascona – el estómago y el vientre

“…Cuánta obra de arte... Ya no caben en el mundo... Hay que colgarlas fuera de las habitaciones...Cuánto libro... Cuánto librito... ¿Quién es capaz de leerlos?... Si fueran comestibles... Si en una ola de gran apetito los hiciéramos ensalada, los picáramos, los aliñáramos... Ya no se puede más... Nos tienen hasta la coronilla... Se ahoga el mundo en la marea...”1

Neruda era conocidamente un bon-vivant y no el tipo intelectual dedicado solo a una labor superior, etérea, alejada de los placeres mundanos. Es por así decir el rincón hedonista del poeta. A Neruda le gustaba mucho reunir a sus amigos, otros poetas y artistas en fiestas y cenas regadas de vino y buena comida. Este espacio, cuya parte principal es el comedor, fue especialmente creado para estas ocasiones. Curiosamente, aunque sea un espacio construido para recibir varias personas a la vez, no es el típico comedor amplio. Al contrario, tiene el techo bastante bajo y redondeado y es un salón estrecho. En esta elección arquitectónica se percibe claramente la presencia del elemento marítimo, tan recurrente en el imaginario del poeta, ya que el comedor se asemeja al interior de un barco.

Si los elementos estructurales del comedor dan de por si la sensación de reducción del espacio, sumados a los elementos decorativos – una atracción aparte – esta sensación se potencia. Hay una mezcla de estilos y colores aberrantes, que hace el ambiente extremamente divertido, pero al mismo tiempo lo reduce todavía más. Hay platos de loza portuguesa, vasos y copas de cristal coloreado italiano, traviesas de plata y otros objetos de un comedor tradicional compartiendo espacio con muebles art decò, cuadros de naturaleza muerta de Nemésio Antunes, fotos y objetos absolutamente inusitados, como un conjunto de saleros identificado con las palabras opio y marihuana y una televisión para guardar cubiertos.

Imaginar las fiestas y reuniones que sucedían en este espacio es a la vez extremamente gracioso, ya que el propio ambiente suscita el humor, pero también agobiante, porque uno se pone a pensar como manejaban quince o veinte invitados dándose empujones constantemente a lo largo de la noche.

Corazón – intimidad y coleccionismo

La segunda parte de la casa es donde Neruda conservaba su vida intima. Es constituida de dos plantas. En la de arriba está la habitación, con decoración sencilla, cuya amplia ventana está sobre el cerro y la cascada.

Bajando la escalera llegamos al salón, con su esplendido ventanal. El ambiente es extremamente acogedor, a lo que contribuye la abundante utilización de madera en su decoración y la chimenea. Hay un pequeño bar en el hueco de la escalera. Aunque sea una habitación privilegiada por la vista que ofrece y por su belleza, se dice que muy poca gente era invitada a subir hasta esta sección de la casa. Este salón era reservado apenas para la familia y amigos muy íntimos del poeta, siendo las confraternizaciones más generales siempre realizadas en el comedor, parte más baja de la casa.

Al entrar en el salón nos llama la atención un retrato de Matilde (La chascona) pintado por Diego Rivera. Oculta entre los rizos de su pelo se encuentra la silueta de Neruda. Según se sabe, Rivera era uno de estos pocos amigos que podría ser invitado a subir al salón principal. En las paredes hay otros cuadros de pintores conocidos del poeta, muchos regalados. Lo más interesante, sin embargo, son las colecciones que guarda el poeta en su salón. Postales del inicio del siglo XX, botellones (regalos de su amigo, el escritor argentino Oliverio Girondo) y muñecos.

Esta colección que Neruda guarda en La Chascona, distribuida entre el salón y la biblioteca, tiene algunos objetos valiosos, como una caja de música china con algunos siglos de antigüedad y un conjunto de enormes matrioshkas - las tradicionales muñecas rusas - mezclados con juguetes sin valor que a él le gustaban y los cuales, pura y simplemente por gusto, agregaba a su colección. Quizás, la presencia de los muñecos en esta casa sirva especialmente para reforzar el intento de rescate de la infancia que pretendía Neruda al construirla. El tema de la infancia a través de la puerilidad de los espacios es una constante en esta residencia repleta de juguetes y espacios lúdicos (los pasajes secretos existentes en la biblioteca y en el comedor son un ejemplo claro) que a veces llegan al borde del sinsentido.

La cabeza – Neruda poeta

Curiosamente, lo primero que vemos al llegar a la parte más alta de la casa, donde se ubicaban la oficina y labiblioteca del poeta Pablo Neruda, es el bar adyacente. Contradictoriamente, este es uno de los espacios más lúdicos de la casa, adornado con zapatos gigantes y muñecos. Sin embargo, está al lado del área de trabajo, donde se supone que un poeta galardonado con un premio Nobel necesite seriedad y sobriedad. Otros elementos hacen mucha gracia a los visitantes, como la caja de música y fotos divertidas de políticos chilenos.

Este estudio era donde a Neruda le gustaba estar solo con sus pensamientos y sus lecturas. El ambiente confortable, sobrio y bien proporcionado discrepa completamente de la parte inferior de la casa, donde los colores y las formas ofuscan, lo que configura estos espacios como polos opuestos del todo que constituye la vivienda. Su biblioteca era un lugar de soledad, en el cual incluso su esposa no lo podía interrumpir (por eso ella tenía su propio estudio, adyacente a la biblioteca).

Un hombre feliz

La Chascona nos muestra como Neruda se dividía a sí mismo en tres personas diferentes. El primero el bohemio, hedonista. El segundo el hombre que ama, el amigo, el marido, el hermano. Por fin, el poeta, el pensador, el Neruda que conocemos todos nosotros. Y así, al desmitificar el artista, nos permite identificarnos con él. Debido a este gran factor humano, de compartimentarse según la situación (trabajo, amor, placer, vida pública y privada), Neruda se nos presenta más humano, más tangible que nunca. Esta no es la típica visita a la casa/museo donde se otorga un aura mística alrededor del artista; aquí, al revés, el mito se destruye y solo queda el hombre.

El humor, el elemento presente tanto en la decoración como en la arquitectura, evidencia el carácter gracioso y a veces incluso infantil de Ricardo/Pablo, lo que nos lleva a creer que sí, fue un hombre feliz que vivió plenamente, tanto intelectual como sentimental y físicamente, es decir, en todas las categorías que creó a lo largo de su vida. Al visitar su casa, queda patente no solamente su compromiso con su labor intelectual, sino que también estaba extremadamente comprometido con su bienestar, con el placer. Reconocemos el Neruda de 20 poemas de amor y una canción desesperada, de Cien sonetos de amor o de América Insurrecta, pero pasamos a conocer nuevas facetas de este personaje tan fascinante. Y es eso precisamente lo que hace que La Chascona sea, desde luego, una de las atracciones más interesantes de Santiago de Chile.

Hay que darle mérito a Neruda. Si no por su poesía (que no tiene por qué agradar a todo el mundo), sí al menos por el hombre que fue y el legado que dejó de la vida que vivió. La Chascona es de esos pocos lugares en la Tierra de donde sales con ganas de leer más, amar más, beber más, comer más, visitar más… Vivir más.

Referéncias
1 Neruda, Pablo. "Confieso que he vivido. Memorias". P 119