• En interiorismo a menudo descubres que el discurso coincide pero, a la hora de materializarlo, la expresión formal toma posiciones diferentes, incluso divergentes y enfrentadas. Por ejemplo, descubres que el término simplicidad, cuando pasa al dibujo, para unos consiste en buscar la reducción más pura, la expresión más intemporal; en cambio, otros quieren encontrarla en el neobarroco contemporáneo y en la incontinencia formal.
  • Es preciso contener la prisa. La prisa por triunfar, muy extendida actualmente, debilita la formación del poso ganado a paso lento pero seguro, tan necesario para lograr formalizaciones sólidas y consistentes. La prisa remueve este poso y no deja sedimentar la substancia que elabora gradualmente las ideas. Es preciso contener la prisa, pensar eficazmente y adquirir pericia.
  • ¡Qué motive la cultura, abajo el afán de lucro! De este modo, el ánimo adoptará posiciones favorables a la hora de decidir y desarrollará actitudes basadas en valores potentes. Una visión del mundo, a través del interiorismo, comprometida a mejorarlo todo: la vida de las personas, el entorno inmediato y, por extensión, nuestra relación con el mundo.
  • A la mediocridad crítica generalizada - incluso de muchos medios especializados - que ensalza obras de nulo valor, es preciso anteponer propuestas que sean realmente avanzadas y capaces de emular las bagatelas oportunistas de los que prosperan embaucando clientes y, encima, piensan que trabajan bien. Aunque para este tipo de conciencias laxas casi todo sea posible, culturalmente no todo se ha de poder hacer.
  • Proyectar ha de ser una construcción de sentido, una avidez de evolución sin perder la coherencia, un viaje incesante para buscar lo que nos falta sin olvidar lo que tenemos... y descubrir maneras para añadirlas a la continuidad que proviene de los albores de los tiempos. Todo esto construye una tradición bien entendida, aquella que es una constante renovación.
  • Cualquier actividad pública que ofrezca un cierto grado de creatividad sabe que para ganarse una reputación o mantenerla no basta con hacerlo bien, hay que apostar también por un buen diseño. Sin embargo, la realidad, a veces, resulta decepcionante. Por ejemplo, sorprende que, mientras muchos restaurantes de cocina innovadora han renovado adecuadamente sus locales, otros grandes cocineros, autores de una cocina equiparable a la arquitectura de los mejores arquitectos, lo hayan hecho con tanta ignorancia, recurriendo a los tópicos más trasnochados. La cocina sugerente, que habla de temporada, que interpreta adecuadamente un lugar y un paisaje y hace sentir el tiempo y el espacio con la explosión festiva de todos los sentidos, no puede reducirse sólo a una experiencia sensorial gustativa que sucede al lado de una mesa. Esta cocina tiene la necesidad de configurar un entorno en plena sintonía con el contexto que definen la comida, el lugar y la categoría del restaurante. Una buena atmósfera predispone el ánimo positivamente. La cocina es inseparable del escenario cultural que forman la tierra, las casas y la gente. En consecuencia, la cocina innovadora, sea de base tradicional o vanguardista, tiene necesidad de ofrecer sus creaciones en un marco arquitectónico del mismo nivel que la cocina que sirve.
  • La casa es el paradigma del espacio privado. ¿Cómo se explica pues que su diseño haya caído tan bajo? ¿Cómo es posible que entre la especulación, los profesionales y los gobiernos se haya convertido en un lugar desencantado y estúpido, abrigo de estereotipos insensatos, tanto si se ampara en la tradición como si lo hace en la vanguardia? A veces chilla demasiado. ¡Cómo ganaría chillando menos y buscando la serenidad! Otras, se recluye adocenada sin ninguna ambición por deslumbrar. ¡Cómo ganaría convirtiéndose en una experiencia estimulante para quien la habita!
  • El diseño de la singularidad no puede definir la cultura arquitectónica, existe un sustrato cultural y es éste, debidamente actualizado, quien ha de definir el diseño.