Este mes de octubre, como todos los años, se celebra en Sitges el Festival de Cine de Terror, donde puede verse lo mejor del género. En el festival se cubren muchos aspectos tanto del cine como de la vida en general, pero siempre adornado de este halo oscuro y en ocasiones, tenebroso. Este festival, como todos los festivales, sirve de trampolín a películas impactantes que de otro modo quedarían desconocidas para el gran público, promocionando no sólo la película en sí, sino también la procedencia de la misma, un hacer diferente ocurrido por diferentes circunstancias, a menudo, procedentes de otro lado del planeta. Ese fue el caso de la afamada Old Boy (2003), dirigida por Park Chan-wook, de origen Surcoreano, y que fue proclamada la mejor película de su año, 2004. Como no podía ser de otra manera, una vez alcanzada fama mundial, los americanos se vieron obligados a realizar un remake, esta vez a manos de Spike Lee, quien por lo visto, no tenía nada mejor que hacer, a lo que he de decir que, habiendo visto la original, carece de sentido ver la de Lee.

Corea del Sur es un lugar peculiar que actualmente vive un tiempo de contradicciones -aunque quién no- como consecuencia del rápido desarrollo que ha tenido su economía en las últimas décadas. Este país es uno de los grandes de Asia, y de los mejores y más avanzados en tecnología y comunicaciones, así como sufridora de una gran deforestación y con problemas por la lluvia ácida, aunque actualmente estén invirtiendo en políticas verdes, para intentar solucionarlo. Correremos un velo en cuanto a las cuestiones de vecindad geográfica, pues Corea del Sur es muy interesante en sí misma.

De este país sale el artista que hoy nos cocupa, Choi (o Xhoi) Xooang, para mi gusto uno de los más excelentes artistas contemporáneos, y sobran los porqués. No obstante, por su capacidad técnica, por su poesía, por su capacidad para la compasión, por su valentía, por la capacidad de síntesis de conceptos, por arrojar un foco sobre las sombras de las enfermedades del siglo XXI, por su productividad, por la hermosura que le da a la otredad, y por muchas cosas más.

Entre sus datos biográficos se encuentra que es natural de Seul y nacido en 1975, donde comenzó a desarrollar sus estudios y posterior carrera artística. Ha ganado diversos premios desde su primera exposición, en 2002 y posteriormente su obra se ha dejado ver también en ciudades como Beijin, Berlín o París.

Sus figuras están realizadas sobre resina de arcilla pintada al óleo, esculturas construidas a partir de moldes de cuerpos, y aunque técnicamente posee una absoluta capacidad para el hiperrealismo, esto lo emplea exagerando porciones, mutilando, decorando y fantaseando con el cuerpo humano con la intención de explorar la relación entre los individuos y la sociedad en la que viven, representaciones de individuos que reflejan idiosincrasias propias. Sus preocupaciones acerca de todo aquello que no va bien en el mundo se plasman en cada una de sus creaciones, pues ciertamente a nivel particular revelan enfermendades de la sociedad contemporánea: pérdida, deficiencia, paranoia, la falta de libertad, la violencia escondida tras la racionalidad, cuestiones de identidad y existenciales. Elige la escultura porque en ella encuentra un objeto físico con el que actuar, siendo las mismas un compendio de los cuatro elementos del individuo y de la sociedad en la que vive: mente, conciencia, emoción y material.

En el proceso creativo, la cuestión principal es el reconocimiento de estos fenómenos que intervienen tanto en lo social como en lo psicólogico o lo emocional, tratados desde un punto de vista casi compasivo o de simpatía, a menudo realizadas a partir de destrucciones o reensamblajes, que dejan heridas o cicatrices. El cuerpo humano es la base principal sobre la que trabajar, pues es el receptor del entorno en el que vive. Y en él se desarrollan patrones tanto físicos como mentales, reflejando costumbres adquiridas como el creciente uso de tatuajes, o perforaciones/decoraciones del cuerpo humano, en sintonía con conceptos como el de la Nueva Carne. Estas actividades se relacionan tradicionalmente con señales de crisis históricas. Como ya ocurriera con el arte de posguerra, los cuerpos mutilados pasan a formar parte del día a día, ya sea de forma consciente o inconsciente, y las afectaciones a nivel psicológico o mental se dejan ven en las expresiones tanto faciales como corporales de las esculturas de Xooang.

De una manera u otra, o quizá porque las cuestiones que plantea este artista poseen un carácter ontológico, remite a mitos retomados una y otra vez, como el mito de Frankenstein, por citar algún ejemplo. Algunas de sus instalaciones permiten ver este proceso de destrucción, transformación y ensamblaje, piezas que combinan cabezas de perro con partes de cuerpos unidas formando uno sólo. Pero incluye también piezas de madera a modo de pata de palo, o fragmentos de calaveras, portando otro cuerpo mutilado con cabeza de pájaro, formando parte toda esta construcción de la tradición de la otredad y lo grotesco, asociada a otros artistas de la fotografía como Joel-Peter Witkin, o en algún momento Cindy Sherman.

Se le ha comparado con Ron Mueck por su capacidad para el hiperrealismo, a la vez que sus obras se consideran desviaciones de la realidad. A pesar de que es cierto que la maestría de ambos para imitar la realidad es excelente, a mi parecer posee más elementos en común con artistas como Francis Bacon o como los hermanos Chapman. Al igual que éste primero, recurre tanto al surrealismo como al expresionismo, y si aquel reflejaba la herencia de un modo de ver la existencia humana dada por el choque de filosofías que tuvieron lugar en Occidente en la posguerra, a la de Xooang se suman todas las contradicciones globales ocurridas después, donde a menudo se plantea lo absurdo de la existencia humana -guerra, hambre, pobreza- y queda patente que no sólo no hemos evolucionado sino que lejos de solucionar el problema hemos sumado la crisis ecológica, problemas de superpoblación, y más de todo lo anterior, más guerras, más pobreza y en definitiva más lacras, de las cuales la mente humana no es capaz de escapar, pues la ansiedad se ha convertido en la enfermedad número uno de la época actual. Bastante más fino que los Chapman, todo hay que decirlo, Xooang muestra estas enfermedades ofreciendo un espacio ante el que reflexionar.

Lo interesante del arte en ocasiones es que estas reflexiones pueden ocupar espacios muy distintos, pues obras como The Wing (2009), dos alas formadas por manos, han sido entendidas tanto como una imagen simbólica de sacrificio en relación al Sacrificio de Isaac, en una exhibición en el Museo Judío de Berlín, como resultó ser la imagen elegida por un periodista para ilustrar el triunfo de Angela Merkel en 2013. A pesar de que el artista acuerda que estas interpretaciones suponen una historia en sí misma, el artista comenta en una entrevista que lo que tenía en mente era tanto el valor social como el individual del sacrificio, un hecho que puede resultar tanto sublime como una cruel realidad. Esta obra estuvo pensada en conexión con The Hero (2009), un retrato del padre del artista quien sufrió en sus carnes el periodo de desarrollo más turbulento de la sociedad coreana, sirviendo como oficial público, probablemente sobrepasado por una propaganda social impuesta, y afectado a nivel mental como privado de libertades o del propio control de su vida. Finalmente las alas tomaron cuerpo como obra en sí misma como reflejo del peso que cae sobre sus hombros -del padre, en su forma original-.

Comenzamos con cine y terminamos con cine, pues no sólo la obra de Xooang se encuadra dentro de una práctica artística, sino que también posee conexiones visuales con el cine de terror, que nos da imágenes tan impactantes como las de Xooang -no en vano estamos hablando del séptimo arte-. Sus esculturas a menudo parecen escapadas de estas atmósferas negras de pesadilla, conservando de manera excepcional su capacidad para transportar allí al espectador, a pesar de la impoluta blancura de las salas expositivas.

Este excelente artista, reflector de los estados mentales del siglo XXI, ve el futuro con optimismo, pues cree que habrá una solución para los males que nos aquejan. De cualquier manera, su capacidad para asombrar con su pericia y sensibilidad aportan optimismo en sí mismo, pues si seguimos sin ver a dónde nos conduce el futuro, bien es cierto que dentro del mundo del arte siguen habiendo excelentes figuras.