En la toma de posesión de Obama como presidente en el 2009 y bajo el lema de una identidad común, se expusieron algunas de las obras de Albert Bierstadt, haciendo referencia a la fuerza de la naturaleza y la convicción a una guerra inútil en alusión a lo que ocurrió en Yosemita en 1863 ante la colonización de Estados Unidos.

Yendo mucho más atrás en el tiempo, la exposición El Lejano Oeste nos retrotrae a estos años y a las guerras entre indígenas y estadounidenses, desde Florida a Nuevo México, comparadas ahora, desde una visión imbuida de romanticismo, a las trifulcas que bandoleros, ladrones y salteadores protagonizaron en la España, sobre todo del siglo XIX, consolidadas en el XX por el cine, en el epicentro del bandolerismo español: Ronda y la Cueva del Gato.

A partir de aquí, sólo era cuestión de tiempo que numerosas obras de distintos géneros, a veces con una genuina admiración y otras a través del filtro de los prejuicios, pero con una conexión casi obligada con los majestuosos paisajes inexplorados, y la semejanza entre las formas de vida y costumbres de las tribus indias y los tramperos y cowboys, se hicieran eco de los hechos. Por eso, esto no haría nada más que avivar este acontecimiento histórico fundacional de Estados Unidos de Norteamérica y alcanzar la condición de mito universal, en el que la leyenda fue sustituyendo a la historia, del mismo modo que lo haría España y Andalucía.

Fueron muchos los historiadores y artistas que estudiaron y se fascinaron por el mito, en géneros que van desde pinturas, esculturas, grabados, mapas, objetos y documentación diversa del oeste americano, siempre desde un punto de vista antropológico.

Es el caso de Karl Bodmer, que seduciría al cine en una expedición que tuvo su origen en 1832 con una influencia trascendental durante la segunda mitad del siglo XIX y 100% documentalista. Específicamente, en la muestra expone grabados de indios perfectamente ataviados que detallan las características raciales, vestimentas, utensilios y rituales que portaban, por ejemplo: plumas que aseveran heridas de flecha, líneas en la piel que le dan valor guerrero o una mano pintada en el pecho que deja constancia de que había hecho prisioneros, etc. Un total de 81 estampas reflejadas en el libro Viajes en el interior de Norteamérica, fruto de su relación con diferentes grupos indios: los sioux, assiniboine, creo, gros-ventres o pies negros.

Y el trabajo de muchos años en los parques nacionales del Oeste norteamericano de Miguel Ángel Blanco, comisario de la muestra, y que muestra 13 libros-caja en la llamada Biblioteca del bosque, donde introduce elementos y materiales naturales del Lejano Oeste expresados en dibujos, imágenes y composiciones para rendir homenaje a estas tierras. También en la exposición se pueden ver cráneos de animales, donde creían estaba la energía vital del ser, usados en rituales bajo significados distintos, por ejemplo: el bisonte era fuente de visiones y sustento y el lobo que significaba el espíritu animal del ser humano, etc.

Todo esto se conoce bajo el concepto, influencia de la época romántica y costumbrista, de "tierra prometida", el Lejano Oeste, paredes rocosas de 900 metros de altitud y jardín del edén y éxodo a éste abriéndose ante la colonización, los presidios, las misiones, las primeras ciudades y el Misisipi, frontera no sólo natural sino psicológica y que en una mapa, manuscrito en color (papel montado sobre tela), se expone en la muestra.

Paralelamente, a medias real y a medias imaginario colectivo, aparecen los bandoleros y forajidos de España, territorio, en aquel momento, muy peligroso a causa del azote y sensación de riesgo detrás de cada montaña por parte de los maleantes y principalmente situado en Ronda y Sierra Morena, donde Andalucía se convierte en la quintaesencia de la imagen romántica de España, ocupando la imaginación de escritores y artistas románticos desde mediados del siglo XIX y que convierte la historia mundialmente conocida en tópico del pasado español.

Emboscadas, asaltos, diligencias, escondrijos como La Cueva del Gato en Guadares (Ronda) y que bien expresa en su cuadro Manuel Borrón en 1869, llanuras, ventas y cortijos, todos ellos, conceptos que marcan una época resumida en un dicho - que te tiro, que te mato-, muy utilizado para referirse al trabuco, arma que, a corta distancia, abatía a varias personas por la división de su proyectil en cada disparo.

Todo ello, mitificado, exótico, sublime, de difícil acceso y atractivo para viajeros internacionales, como es el caso de la idealización del sur de España por Francia, reflejado en numerosos periódicos como Le Petit Journal el 9 de octubre de 1904, o en Inglaterra con The Illustrated Weekley el 27 de febrero de 1886 y que se puede ver, a su vez, en la exposición.

Y, como esculturas, la llamada El voto al sol, de Hermon Atkins Macneil, donde un jefe de la tribu y el incipiente guerrero indio, cara al sol, llevaban a cabo un rito de iniciación. Éste consistía en disparar una flecha con arco al sol, si pasaba la prueba se convertía en guerrero y desde ese momento se convertía en icono de resistencia de los colonos al Oeste, hecha entre 1898 y 1899.

Trabajos que se recogen en la muestra del Museo Carmen Thyssen Málaga ubicado en el Palacio de Villalón, una edificación palaciega del siglo XVI y arquitectura renacentista, hasta el próximo 19 de marzo.