Durante las últimas semanas y meses me he visto, por motivos profesionales, asaltado por una enorme cantidad de imágenes de obras de Pablo Picasso. Como el que acude a la exposición retrospectiva de uno de los grandes nombres de la historia del arte, este aluvión picassiano me ha servido para reconfigurar la visión que tengo sobre el artista en cuestión. Uno puede salir decepcionado de un ejercicio semejante, comprobando que la imagen que nos habíamos creado del genio no estaba a la altura verdadera de su obra. En el caso de Picasso creo que esto es imposible. Sé que a estas alturas es casi de mal gusto seguir insistiendo en la inmensa fuerza creativa del artista español, pero los que no habíamos nacido cuando su figura empezó a ser revisada también tenemos derecho a acercarnos a su obra sin prejuicios y, llegado el caso, quedarnos maravillados ante un talento de tal calibre.

Uno debe ser cauteloso con las alabanzas para no perder el sentido de la realidad, pero es innegable que Picasso fue protagonista –solo o acompañado– de casi todas las revoluciones plásticas del siglo XX, desde el cubismo al ensamblaje escultórico, pasando por el collage. Los ecos de sus innovaciones nos acompañan sin que nos demos cuenta. Son muchas las veces que miro un ejemplo de diseño gráfico (en portadas de libros, en carteles cinematográficos, en publicidad) y pienso que hubieran sido imposibles sin Picasso. No todo en arte, por suerte, depende de su grado de novedad, y hay artistas que, por distintos motivos, admiro incluso más que a Picasso, pero creo que hay un hecho insoslayable: quizá me embarga una romántica vehemencia juvenil al afirmarlo, pero creo que no hay nadie que pueda opinar honestamente que Picasso no fue el artista más importante del siglo XX.

Para algunos, Picasso fue una chispa que iluminó y sigue iluminando una parte muy importante del arte contemporáneo. Para otros, al contrario, Picasso fue un punto final, no un catalizador. No niegan su importancia, pero piensan que, más que prender ninguna cerilla, fue su ímpetu el que acabó por apagar la luz de la vela, de por sí muy frágil por el peso de una tradición con siglos de historia. A juzgar por los criterios artísticos dominantes, parece ya indiscutible la idea de que en cierto momento del siglo pasado se produjo una ruptura irreparable entre dos concepciones del arte. Este momento es, básicamente, la irrupción de los ready-mades de Marcel Duchamp, aunque no se convirtiera en una verdadera escuela hasta la década de los 60. A partir de este momento, el arte se habría bifurcado en dos vías irreconciliables: la de aquellos que seguían insistiendo en fabricar objetos artísticos y la de quienes situaban la idea, el “concepto”, por encima de cualquier consideración estética. No hace falta haber estudiado arte para deducir que la primera vía habría dejado de ser válida con la muerte de Picasso, y que quienes insisten obcecadamente en ella no son más que románticos moribundos, una molesta especie en peligro de extinción que, a diferencia de los animales amenazados, nadie se apresura en proteger.

He pensado en todo esto a raíz de una entrevista que le hicieron recientemente a Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, en la que volvía a aparecer el asunto de si el ‘Guernica’ debía volver algún día al museo que él dirige. Zugaza considera que, tarde o temprano, Picasso entrará a formar parte de la colección del Prado por ser el sucesor natural de Velázquez y Goya. Hay quienes, sin negar esta visión, lo verían además como el simbólico cierre de un capítulo de la historia del arte. La idea de Picasso como el último representante de un tipo de artista mítico, creador de obras únicas y originales quedaría, de esta manera, fijada sobre los muros del Prado. Esta visión nos deja a algunos un poco perplejos. Que Picasso está a la altura de los grandes de la escuela española (y de Tiziano y de Rubens) es un hecho casi empírico. Ahora, que sea el último genio que verá la humanidad, eso es más discutible.

Si uno lo piensa, todo esto no deja de ser una interpretación sobre una historia que aún no nos toca contar. Una de las mayores obsesiones del mundo contemporáneo es anticiparse continuamente a la historia, vertiendo juicios que pueden estar fundados en apreciaciones legítimas pero no en hechos. Aún no disponemos de los datos suficientes. ¿Por qué se asume, sin más, por ejemplo, que después de los años 60 el arte ha de estar forzosamente basado en “discursos” y no criterios estéticos? Hay quien puede pensar que el arte “conceptual” es sólo una de las varias vertientes dentro del arte contemporáneo, no una norma. Además, hablar de “arte conceptual” es, en sí mismo, bastante absurdo. Como toda etiqueta, nos es útil para movernos a grandes rasgos, pero más allá de eso es un término paupérrimo para cualquier consideración artística seria. ¿Acaso existe alguna obra más conceptual que ‘Las meninas’?¬

La crítica de arte contemporáneo más habitual, que hace consideraciones pseudo-historiográficas acerca del presente más inmediato, es experta en atisbar tendencias artísticas a partir de meras anécdotas, pero lo es todavía más en expedir certificados de defunción, como el de Picasso y el Antiguo Régimen que representa. La idea de que Picasso –o Matisse, o Mondrian, o Klee - no puedan despertar en el espectador y artista contemporáneos más que nostalgia por un tiempo perdido me resulta inaceptable.

El arrogante presente, tan propio de nuestro tiempo, se sitúa siempre a sí mismo mesiánicamente en el final de un camino y el comienzo de otro, ignorando que es siempre la historia la que determina estas cuestiones. Pero pongamos que este nuevo tiempo que han inaugurado los expertos es cierto, pleguémonos a sus inescrutables visiones, asumamos que a ningún artista se le volverá a ocurrir crear una obra con intenciones que trasciendan su propia circunstancia y su propio tiempo: ¿qué es lo que nos queda? Si la respuesta son esas obras de denuncia política demagógica o asépticos estudios sociológicos prefiero declararme yo también una especie en peligro de extinción.

Autor: Rubén Cervantes Garrido

En colaboración con: www.parkstone-international.com