Una madre se levanta varias veces durante la noche para amamantar a su pequeño bebé y atenderlo. A las 5:00 am suena su despertador, que le indica que es hora de levantarse y empezar su día. Se mete a bañar, baña a sus pequeños hijos, prepara el desayuno y el almuerzo para su hijo mayor, se prepara para ir a trabajar, lleva a su bebé a la guardería y después a su otro hijo a la escuela. Después de pasar un buen rato en el tráfico por fin llega a la oficina, apenas son las 8:00 am y ya se siente agotada, su jefe ya la está esperando para una junta y además hay miles de papeles con pendientes por arreglar. Solo tiene una hora para comer y lo hace desde su lugar para perder el menor tiempo posible. A las 6:00 pm por fin termina su horario de oficina, recoge a sus hijos para por fin llegar a casa, ¿a descansar? ¡No! Aún tiene que revisar la tarea de su hijo, realizar los quehaceres del hogar, preparar comida, dar de cenar y preparar la ropa para el siguiente día y volver a repetir la rutina. Con todas estas actividades es muy normal sentirse agotado, seguro ustedes con leerlo ya se cansaron.

Un hombre acepta un nuevo empleo con mejor salario y mejor puesto, pero a cambio tiene mayores responsabilidades y personas a su cargo. Ahora ni siquiera tiene un horario de salida, ya que tiene que quedarse en la oficina hasta altas horas de la noche para solucionar los problemas que vayan saliendo día con día. Si surgen inconvenientes tiene que acudir a trabajar también los fines de semana. Ahora tiene muy poco tiempo para su vida privada y convive muy poco con su familia y amigos. ¿Se sienten identificados?

Desafortunadamente, estos son solo dos ejemplos. Miles de personas alrededor del mundo sufren altos niveles de estrés y agotamiento crónico. Vivir bajo estás rutinas extenuantes hace que las personas se sientan siempre cansadas, frustradas e impotentes. Diversos estudios han demostrado que vivir bajo estas condiciones provoca enfermedades físicas y emocionales, incluso ya se le ha puesto un nombre a este padecimiento y es síndrome de Burnout.

El síndrome de Burnout es considerado según la Organización Mundial de la Salud (OMS) como de riesgo laboral, causa detrimento en la salud mental del trabajador de la salud que lo presenta, así como síntomas físicos. Este síndrome se define como una respuesta al estrés crónico y sostenido del ambiente laboral, integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia el rol profesional, así́ como por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado[1].

¿Cómo podemos saber si padecemos este síndrome?

Uno de los principales síntomas son los cambios de humor. Las personas que lo padecen normalmente se encuentran de mal humor y son muy irritables, lo que hace que tengan malas actitudes y sean desagradables con los demás, lo que los lleva a tener más problemas en su entorno.

La falta de energía es una consecuencia lógica tras días de estrés interminable. La desmotivación es otra característica, cada día de estrés hace que se pierda el interés en las cosas que normalmente les entusiasmaban. A nivel físico también se tienen consecuencias: los problemas gastrointestinales, dolor de cabeza, mareos, hipertensión, problemas cardiovasculares, contracturas musculares, son solo algunos de ellos.

¿Cómo podemos aligerar nuestra vida?

A veces nosotros mismos provocamos llegar a esta situación, queremos llevar un mejor nivel de vida y aceptamos cargas de trabajo que nos sobrepasan. Por lo que definir nuestras prioridades nos hará tomar mejores decisiones. Quizá no necesitamos ganar tanto para vivir bien, podemos tener menos carga de trabajo aunque ello signifique menos dinero, pero estaremos más tranquilos. En las grandes ciudades se promueve mucho el consumismo, pero la felicidad no viene de lo que tenemos y compremos, las personas que se sienten más relajadas y tienen el tiempo para hacer sus actividades favoritas y convivir con sus seres queridos y amigos son definitivamente más felices. La familia y la salud son prioridades para la mayoría de las personas.

Si no es posible aligerar nuestra carga de trabajo si podemos por lo menos dedicar un tiempo para tomarnos un descanso, tratar de llevar una alimentación saludable o dormir bien. Reducir el consumo de cafeína, alcohol y nicotina son factores importantes para bajar los niveles de ansiedad. Realizar una actividad física reduce de forma importante el estrés. En casos más severos tomar alguna terapia psicológica puede ayudarnos a manejar los episodios fuertes de ansiedad.

Fuentes y más información:

[1] Mediagraphic: www.medigraphic.com
Estrés Laboral: www.estreslaboral.info