¿Lo has sentido? Ya sabes, el tiempo. ¿Te has percatado quizá de cómo caminan las horas, trotan los minutos y corren los segundos?

Algo que es indudable es que el tiempo es como un niño pequeño que juega con un soldadito, lo maneja a voluntad, lo cambia transforma y con el uso lo rompe. También parece a veces que es como un río, una poderosa vorágine de experiencias y lecciones de las cuales cada quien se acerca a beber.

Y de la misma forma, tal como la lluvia existe y desaparece como la gota cuando llega al suelo; siempre rápido. El tiempo eternamente fugaz.

Tanto es así que inclusive tuvo que inventarse una teoría para tratar de explicar la rapidez con que la luz tarda en llegar de un lugar a otro. Por lo que ahora quizá la pregunta sea.

¿Es el tiempo una cuestión de percepción personal? O quizá se trata del cúmulo de vivencias, experiencias, personas, cervezas y noches que disfrutamos poco a poco.

Otra forma de ver el tiempo, y literalmente verlo, es que hago la comparación; es como cuando se fuma un cigarrillo a la luz de la luna en una noche tranquila. La luz de la ceniza al encenderse ilumina momentáneamente el camino, aún así también hasta cierto punto es posible ver el humo que uno exhala y que se pierde de la vista entre las estrellas.

Y es así como entre rimas y poemas podemos pasar el tiempo, disfrutar el tiempo, hacer tiempo del tiempo.

Que tal si el tiempo fuera una mirada, si pudieras vivir toda tu vida en el instante que dura un beso o fuera tan eterno como el amor de una pareja recién conformada.

Hay que recordar que igualmente el tiempo no es solamente un cómplice del amor, es también uno de los más sabios maestros y con la ayuda de su vasta experiencia nos enseña y da diferentes lecciones que a veces tardamos más de una ocasión en comprender.

Eso si, debemos reconocer que estas lecciones no son muchas veces las más agradables, ni digamos las más fáciles de digerir de un momento a otro, pero siempre son necesarias.

El tiempo es también como el abuelo cariñoso que nos consciente pero de la misma forma también nos corrige cuando debe hacerlo, porque no podría permitir que su nieto o nieta favorita se descarrile del buen camino, o simplemente le tiene tanto aprecio que prefiere verle llorar un momento en ese instante que dejarle toda una vida de sufrimiento.

Inclusive los lugares sienten el paso a veces atronador y despiadado del tiempo, ya que no solamente modifica la apariencia ni la faz de las personas, también de los espacios en ocasiones dejando ecos de lo que antes había.

Ejemplo de esto es el murmullo de una marimba que hasta hace poco un señor de edad tocaba sobre el andador Madero en el centro de la ciudad de Querétaro. Éste señor había acostumbrado a los muros y edificios a la presencia inmutable de su música, y ahora que no está, a veces puede escucharse como el andador Madero tararea una triste melodía queriendo recordar a esa alegre marimba.

Otro ejemplo puede ser el arreglo de los parque y espacios públicos, ya que así como las mujeres se engalanan ante la promesa de ver al amado, también el jardín Zenea renovó el maquillaje que usaba y que los tres amigos, el sol, la lluvia y el tiempo, habían despintado de a poco en poco.

Por último solamente deseo decir, disfrutemos del tiempo y con quien lo compartimos, ya que es un regalo de los más preciados; tanto es así que el dicho popular mexicano reza tal cual “Si Dios me presta tiempo y vida”.

Habiendo dicho lo anterior, gracias por tomarte el tiempo de leer esto.