Justo cuando crees que tienes la edad suficiente, que ya percibes el sueldo e incluso que tienes el trabajo adecuado para poder dar el siguiente gran paso en tu vida, el cual es salir de la casa de tus padres para buscar fortuna, sucede algo inesperado.

Despertando hoy en la mañana es que antes de disponer el desayuno hice una llamada de suma importancia. El motivo de la misma era el hablar al que sería mi casero para hacerle saber que el día de hoy no iba a hacer ningún tipo de movimiento en el cuarto que estaba siendo arreglado para mi próximo uso y que le agradecía las atenciones que había tenido para conmigo.

Habiéndome respondido que no había problema, decidí continuar con mi ritual matutino, claro, luego de haber vuelto a dormir un casi profundo y reparador sueño. El hambre, lógicamente, jugó su papel y por condiciones impuestas según mi estómago hube de bajar las escaleras del hogar paterno y tomar el desayuno.

Poco sabía que ese desayuno significaría de los últimos que consumiría en su casa.

Avanzó el día y con él los juegos que se llevaban a cabo en la temporada regular del fútbol americano. Poco recuerdo acerca de los equipos que jugaron en ese momento; todo esto por la razón que mi papá y yo fuimos a la tienda a comprar los ingredientes para elaborar la pizza casera que habríamos de degustar más tarde ese mismo día.

Con esto en mente es que en la tienda de autoservicio ubicada en Plaza de las Américas aquí en el bello estado de Querétaro fue que adquirimos los elementos necesarios para elaborar una deliciosa pizza de pepperoni con salami y mucho queso; los encargados de adquirir las viandas para tal fin fuimos mi papá y yo. Este momento lo ocupamos para platicar de cosas varias y sobre todo lo aproveche en una primera instancia para mencionar que prontamente habría de vivir en otra parte de la ciudad.

Mi comentario fue recibido como quien dice “sin pena ni gloria”.

Después de haber adquirido lo necesario y terminado de consumir el platillo antes mencionado, el cual por cierto quedó delicioso, fue que irremediablemente subí a mi cuarto a dormir un poco ya que la comida fue sustanciosamente pesada y me entró lo que coloquialmente se llama como “mal del puerco”, que es un sueño avasallador que se sufre luego de comer.

Una vez regresando al mundo consciente, fue que dispuse a tratar el tema de mi pronta mudanza con mis padres, el cual es para ellos algo delicado y es aquí cuando entramos netamente en materia.

La situación con mis padres es la siguiente, tan aprehensivos son ambos y tan acostumbrados a su rutina están, que cualquier cambio o alteración la encuentran sumamente desagradable.

Si quieres hacer enojar a una persona con las características antes mencionadas, lo único que tienes que hacer es dejar la sal de mesa en el lugar equivocado mientras comes, o despertar luego de las 10:00 porque el desayuno se termina de servir a las 09:00.

Cabe mencionar que mis señores padres son ambos jubilados y pasan de los 50 años, lo que dicho de otra forma significa que ya están muy hechos a su manera y sus costumbres.

En resumen y dicho de una forma más concreta; los cambios para personas con costumbres muy arraigadas pueden ser difíciles, sobre todo uno como hijo tiene una situación un poco más complicada, ya que no solamente es lo que dicen tus papás, es también la forma en la que te la dicen.

El salir de la casa paterna siempre es complicado, hay sentimientos encontrados, unos de libertad y algunos más de culpa momentánea, ya que de alguna u otra forma a veces los papás cometen el gravísimo error de hacer sentir mal a sus hijos por un proceso natural.

Es de esta forma que uno como padre debe entender que un hijo no es propiedad privada y al mismo tiempo que nuestros padres solamente quieren lo mejor para nosotros aunque de principio sea algo no tan claro.

En conclusión, si estás preparado para salir adelante por tu cuenta, no esperes más y aventúrate a lo desconocido, que buena falta te hará el contar con las experiencias que solamente te puede brindar el vivir solo.