¿Son los datos el nuevo petróleo? Piensa en tu rutina diaria. Te levantas y consultas las tendencias del día en Twitter, lees la prensa digital, si algo te llama especialmente la atención es posible que te sumes a alguna campaña pro(elige tu causa) online, aceptas alguna que otra solicitud de amistad en Facebook o eres tú el que rastrea a esa persona que te dejó mosca el día anterior, antes de ir al trabajo operas por internet para consultar tu extracto o pagar alguna factura, si llevas poco y no te aclaras para llegar a la oficina conduciendo es probable que emplees un GPS, una vez en tu mesa entras a Youtube para echarte unas risas con el compañero y, entre medias, subes fotos y vídeos a la Red, compras en Amazon y, sobre todo, realizas decenas de búsquedas en Google sobre tus intereses y necesidades. Pues bien, cada día se generan en el mundo cerca de 2,5 quintillones de bytes de datos. Correcto, quintillones. ¿Un filón comercial o tan solo nuevos espacios para la creatividad y la interacción? La exposición Big Bang Data del Espacio Fundación Telefónica (Madrid), comisariada por la arquitecta Olga Subirós y el periodista José Luis de Vicente, explora los efectos de la datificación en el mundo, “un proceso -señalan- tan determinante en el siglo XXI como lo fue la electrificación en el XIX”. La diferencia, cabría añadir, es que la tecnología móvil ha tardado diez años en instalarse en nuestras vidas, mientras que la electricidad requirió de un siglo.

La eclosión de las tecnologías móviles y la escalada de la web 2.0 hacen que hoy en día el principal motor de generación de datos sea la actividad cotidiana de millones de ciudadanos. Nuestras acciones generan huellas digitales y para rastrearlas ya existen técnicas de marketing como el sentiment analysis, aunque también es cierto que se abren nuevas vías de acceso a la información y, lo que es más importante, al conocimiento. Solo en 2007 se produjo la misma cantidad de datos que en el período que recorre toda la historia de la humanidad hasta nuestros días y el 90 por ciento de los datos almacenados en la actualidad han sido creados en los dos últimos años. Las cifras, cuanto menos, aturden. Esta realidad emergente imprime un aceledarísimo paisaje cambiante, de modo que en la presente década existe una amplia conciencia entre los sectores académicos, científicos, las administraciones, la empresa y la cultura de que el Big Data puede cambiar nuestra sociedad radicalmente. Los datos pueden ser una oportunidad para dar con nuevas cotas de transparencia democrática, pero también entrañan un riesgo por el uso como instrumento de control que pueda hacerse de ellos. La pregunta es: ¿nos empoderan o nos dejan vendidos? ¿Nos hacen más fuertes o nos atan en corto?

El análisis y la interpretación de datos permiten detectar tendencias y patrones de comportamiento, de consumo, de inversiones o de voto muy útiles para las grandes compañías y el poder establecido, pero también para disciplinas como la sociología y la estadística, que pueden reportar mucho de positivo al bienestar común. De Vicente señala que “durante los últimos quince años hemos tenido la capacidad, cada vez mayor, de generar grandes cantidades de datos que han transformado la manera de hacer las cosas y de la necesidad de interpretarlos nace esta exposición, que pretende explicar cómo hemos llegado hasta donde estamos, qué conflictos tenemos y qué posiciones podemos tomar como ciudadanos”. Y es que, desvelada la recogida sistemática de datos y a sabiendas de la vigilancia masiva, los ciudadanos pueden abandonarse como sujetos pasivos en manos de quienes quieren explotar su información o ejercer su derecho a acceder y usar sus datos. Este es, de hecho, uno de los diez bloques en los que se estructura la muestra: Hacia una cultura crítica y participativa. Y, en estrecha relación con esta sección, Anonimízate: manual de protección electrónica, que ofrece recomendaciones para preservar la privacidad en la era post-Snowden.

Data artist, data designer y data scientist son algunas de las ramificaciones profesionales engendradas por el mundo de los datos digitales, “un hecho "abrumador y brutal", a juicio de Subirós. David Bowen, Jaime Serra y Ricardo Baeza, entre otros, representan la avanzadilla. En total, el macroproyecto, que ha sido coproducido con el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y pudo verse con anterioridad en la ciudad condal entre mayo y noviembre de 2014, cuenta con cerca de 70 piezas y combina instalaciones y proyectos artísticos, documentación histórica, entrevistas, documentos audiovisuales y prototipos tecnológicos. De estas obras, tres han sido creadas especialmente para la exposición: Internet Machine, de Timo Arnall; Winning Formula, de Near Future Laboratory; y la mencionada Anonimízate. La primera es una vídeo instalación que, a partir de la grabación del Alcalá Data Center de Telefónica, nos introduce en los aspectos espaciales, arquitectónicos y materiales de los centros de datos. Y Winning Formula de Near Future Laboratory muestra cómo el fútbol ha incorporado desde hace años el análisis de datos como herramienta imprescindible de visualización y análisis de tácticas en el mundo del deporte.

La fotografía Prision Uniform, de Chris Jordan, y la escultura cinética Tele-Present Water, de David Bowen, contextualizan la cultura de los datos e introducen al visitante en una exposición, como decíamos, dividida por ejes temáticos. Tenemos El peso de la nube, nombre genérico por el que se conoce a los servicios de almacenamiento en línea, Inmersos en el tsunamii: una historia de la infoexplosión, un apartado que exhibe diferentes proyectos que promueven el archivo y la conservación digital, Más es diferente: la ciencia del Big Data, que da claves sobre las nuevas técnicas de estudio y gestión de la información, y Los datos que no nos cuentan: la tiranía del datacentrismo o Somos datos: de la cuantificación a la mercantilización del yo, que inciden en la toma de decisiones del ciudadano consciente y el consumidor inteligente. Este océano de datos establece su base en el sector en auge de los centros de procesamiento, cuya vasta infraestructura almacena memorias, palabras, imágenes y grabaciones y requiere ya del dos por ciento del consumo eléctrico global, equivalente al gasto de un país como Noruega. Pero, además de una industria, el Big Data promete traer consigo una metamorfosis en la historia del conocimiento en la que la inteligencia colectiva y la participación 2.0 serán decisivas.