Desde que mis padres me compraron el primer ordenador de sobremesa, allá por el año 2001, el chat se convirtió en mi segunda casa. IRC hispano y Windows Messenger eran los Facebook, Twitter y Whatsapp de la actualidad. Quizás porque me pasaba horas interminables chateando con amigos, muchos de ellos que ya conocía en persona, la mayoría compañeros de colegio o de tiempo libre. Sin embargo, a otros muchos los conocía únicamente en el online, agregados a mi cuenta de Messenger a través de foros sobre temas e intereses que teníamos en común.

Pero seguro que la utilidad estrella de estas herramientas con las que muchos comenzamos a ser adictos a todo lo online fue a la hora de ligar. Si naciste en la década de los 80, o quizás a principios de los 90, seguro que sabrás de lo que te hablo.

En relación a esto, cuando hablabas, o mejor dicho te escribías, con alguien ya conocido en tu mundo real, no tenías problemas acerca de las reacciones o respuestas de esa otra persona a lo que le escribías. La incertidumbre te venía cuando a esa persona no la conocías ni habías tratado con ella en el offline, pese a que físicamente podías hacerte una idea, al haberos intercambiado imágenes de ambos.

Llegaba entonces el momento en que en tu mente se entrelazaban complicados algoritmos de adivinación y, a medio camino entre psicólogos e investigadores secretos, intentábamos hacernos una idea de cómo era el ser que se encontraba al otro lado. Personalmente, recurría al único indicio que nos podía dejar entrever alguna pista: su forma de escribir y expresarse a través de esas líneas.

Aunque no lo parezca, la manera en que nos expresamos por internet a través de los chats, (y ahora ya también las redes sociales) dice mucho de nosotros, aunque nunca te hayas parado a pensar en ello.

Los psicólogos Kristin Byron y David C. Baldridge, de las Universidades de Siracusa y Oregon respectivamente, desvelan que para conocer realmente la personalidad de una persona hay que recurrir a su lenguaje escrito a través del ordenador. Esto lo explican acudiendo a que, en nuestra sociedad actual del consumo, el aparentar más que el vecino y el qué dirán determina buena parte del cómo nos comportamos. Frecuentemente, nos mostramos ante los demás tal y como ellos quieren que seamos o nos comportemos, o bien como realmente nos gustaría ser. Mientras estamos delante de esa persona, permanecemos "disfrazados" o enmascarados bajo alguno de estos prototipos. Sin embargo, las investigaciones demuestran que cuando nos sentamos frente al ordenador, el cerebro se relaja de una manera tal que damos rienda suelta a nuestra propia personalidad.

Dentro de la interacción 2.0 entre ambas personas, son consideradas buenas prácticas el respetar los signos de puntuación, utilizar correctamente las mayúsculas, no acortar palabras, no utilizar siglas para describir estados de ánimo o acciones, etc. Todo eso dice mucho más de ti de lo que te pudieras imaginar. Cuenta el psicólogo Juan Antonio Molina que los individuos que escriben correctamente y respetando estas normas ortográficas básicas, son personas detallistas y perfeccionistas. Les gusta tomarse su tiempo a la hora de realizar una tarea y además son ordenados y planificadores.

Por ejemplo, el uso correcto de las mayúsculas no solo describe al emisor del mensaje; también influye en el receptor. A estos últimos les caen mucho más simpáticos aquellos que solo recurren a las mayúsculas en los espacios correctos.

Obviamente, todas estas características dejan también muy al descubierto el nivel cultural y educativo del escribiente. Alguien con un nivel medio/alto de estudios, conoce estas reglas tipográficas, por lo que claramente las podrá emplear; sin embargo, alguien con bajo o nulo nivel formativo, se podrá descubrir inmediatamente, pese a que durante la conversación se haya presentado y descrito a él mismo como alguien con carrera universitaria, másters, doctorados, etc.

En relación a este estudio, es un caso también curioso el uso de emoticonos, que como ya sabrás son esas caritas tan divertidas que puedes acompañar a tus mensajes de texto y que ya existían desde la época de Messenger. Las personas que rehúsan emplearlos dejan entrever que tienen un sentido de la profesionalidad muy elevado, que en ocasiones se podría considerar excesivo según el criterio del individuo que haya al otro lado de la pantalla.

Usarlos revela de ti que eres una persona con cierto sentido del humor y con empatía, capaz de ponerse en el lugar de los demás, sobre todo en los malos momentos. Alguien que acompaña su forma de expresarse con emoticonos, delata que ve la vida desde una perspectiva positiva y moderado o alto nivel de superación. Eso sí, se ha demostrado que quienes hacen un uso indiscriminado de éstos, sustituyéndolos abusivamente por la expresión escrita, tienden a verse como gente que tiene poco que decir, de pocas palabras y que reprimen sus opiniones en la vida real. Bastante asociado con gente introvertida y tímida.

Si te llenan la pantalla de emoticonos, debes saber también que estás ante una persona que huye de todo tipo de compromisos y tienden a tomarse a broma muchos de los aspectos serios y trascendentales de la vida.

Desde hoy, seguro que te planteas si seguir chateando con esa persona tan amigable o que te gusta tanto con la que te escribes todos los días. Con estas líneas, no pretendo ni mucho menos cohibirte ni hacer que dejes de relacionarte online con quien ya lo haces. Simplemente, ayudarte a poder interpretar las señales que tu ‘amigo digital’ te da a través de su manera de escribir. De hecho, espero haberlo conseguido.