“Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, decía el entrañable Don Hilarión en la zarzuela La verbena de la Paloma a finales del siglo XIX, ignorante de que un siglo después su frase encerraría más verdad que entonces. Pues bien, nada más cierto en estos afortunados tiempos que nos ha tocado vivir, ya que gracias a las tecnologías de la información e internet tenemos acceso inmediato tanto a consultas como a publicación de cualquier tipo de texto, comentario, opinión, etc.

Sin embargo, esta inmediatez ha traído consigo, en no pocas ocasiones, una despreocupación malsana por la calidad de nuestros textos y, en el ámbito médico, por un cierto desaliño de una parte importantísima, fundamental diría yo, de cualquier texto médico: la bibliografía.

La bibliografía es un importante elemento, ya que es una enumeración de todas las fuentes que hemos utilizado para adquirir conocimientos, basar nuestras opiniones o recabar datos, y constituye el carrete del cual habrán de tirar todos aquellos que sigan nuestra investigación, razonamiento o idea.

Y precisamente por la relevancia de su función, hemos de prestarles una exquisita atención y ofrecer los datos precisos para su correcta localización en el ingente universo del conocimiento. Es enorme el número de publicaciones nuevas que aparecen cada día en diversos soportes, y en especial en formato digital, de modo que nos tenemos que esforzar por citar correctamente estas fuentes.

En el campo de la citación bibliográfica también se sigue la norma de la “economía del lenguaje”, de modo que para ofrecer una cita bibliográfica correctamente no debemos enumerar todos los datos de la publicación, sino solo aquellos que identifican claramente y sin errores a una publicación en concreto.

Existen varios sistemas de citación bibliográfica, pero en las ciencias biomédicas se suelen utilizar las normas de Vancouver, que fueron establecidas en el año 1978 por un grupo de editores de revistas médicas que se reunieron en Vancouver (Canadá) para redactar unas premisas para la preparación de los manuscritos que los autores presentaban a sus revistas. Con el paso del tiempo, este grupo de editores se amplió y se constituyó el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (International Committee of Medical Journal Editors, ICMJE), que periódicamente revisa los Requisitos de Uniformidad de Manuscritos enviados a Revistas Biomédicas.

En cuanto a los aspectos formales, la bibliografía está compuesta por dos elementos:

  • La lista de obras, es decir, las referencias bibliográficas propiamente dichas.
  • Los números volados (o superíndices) que aparecen a lo largo del cuerpo del texto, y que se corresponden con las obras citadas.

Analizaremos a continuación los aspectos más destacables de la lista de obras que componen la bibliografía:

  • Normalmente, la bibliografía se ofrece como apoyo al contenido del texto, de modo que no sigue un orden alfabético, sino cronológico. Por ello, la bibliografía ha de ir numerada, empezando siempre por el número 1.
  • Ubicación de la bibliografía: por lo general, siempre se ofrece al final del capítulo, artículo o caso clínico.
  • En algunas ocasiones se ofrece la bibliografía ordenada alfabéticamente. A este respecto, cabe advertir que si se opta por alfabetizar la bibliografía estaremos privando al lector de una información más precisa, ya que no se especifica exactamente la literatura especializada consultada sobre cada tema.

En un primer acercamiento, estas exhaustivas normas pueden hacernos desistir de seguirlas, ya que la casuística que nos presentan es muy extensa. Pero para ayudarnos en esta tarea podemos echar mano de los diversos gestores bibliográficos que existen en el mercado, y que harán el “trabajo sucio” por nosotros con un solo clic; sin problemas; sin complicaciones. Entre los más utilizados mencionaremos Zotero, Refworks, EndNote o Mendeley, y ofrecen la posibilidad de exportar nuestros registros bibliográficos en diversos formatos: Chicago, APA, Vancouver, etc.

Su uso es muy sencillo, de modo que ya no tienes excusa para no citar correctamente la bibliografía.