Si un día nos detenemos a observar el cielo nocturno admirando todos los diminutos puntos luminosos encima de nuestras cabezas, parece ser que estamos solos en el universo.

Hasta donde hemos escuchado oficialmente, no sabemos nada de otras civilizaciones extraterrestres que hayan tratado de entablar una conversación con nosotros. No las hemos visto, y no las hemos alcanzado. Pero esto, aunque en realidad pueda parecer algo que a la mayoría no le preocupe en lo absoluto, realmente puede parecer una conclusión bastante extraña.

En estricto sentido la Tierra no parece tener nada de especial para que la vida haya surgido en ella. Es un planeta “normal” de un “Sistema Solar” normal que habita una galaxia igualmente “normal”. Que la vida surgiese en la Tierra nos indica que debería haber aparecido en muchos otros lugares del universo pero… ¿Dónde está esa vida?

El universo tiene en teoría 14.000 millones de años; con unos 200.000 millones de estrellas en la Vía Láctea, 83.000 millones de planetas y muchísimos varios similares a la Tierra. Es evidente que hay muchos terrenos donde, de acuerdo a la famosa ecuación de Drake, la vida pudo haber aparecido.

Incluso, aunque hubiera desaparecido, quedaría siempre algún rastro; las señales y ondas de radio pueden esparcirse millones de años después de que una civilización desaparezca.

Aunque apenas estamos iniciando la era de la exploración espacial, y ni siquiera hemos sido capaces de pisar un planeta distinto a la Tierra, realmente bastaría con descubrir el rastro de una civilización, de las muchas que deben existir o debieron haber existido. Sin embargo, como lo mencionamos, hasta donde sabemos, estamos solos ¿Cómo es esto posible?

Hasta la fecha, para tratar de resolver esta pregunta se han hecho varias conjeturas, y lo podemos llamar así puesto que no hay forma alguna de corroborar las aseveraciones y todas como ninguna resultan ser válidas o hasta cierto punto viables.

Por ejemplo, por mucho que hayan comunicaciones que viajen a la velocidad de la luz, deberemos tener en cuenta que el intento de una civilización para entablar cualquier tipo de “diálogo” viajará una distancia sustancialmente enorme. Inclusive utilizando la velocidad de la luz, estas distancias siguen siendo muy grandes y harían falta siglos o milenios para recorrerlas. Para mejor comparativa, se han tomado como punto de partida las señales producidas en el planeta Tierra, que son lo suficientemente fuertes para abandonar la atmósfera. El radio de expansión de la primera señal emitida hace aproximadamente 80 años ha alcanzado un radio de expansión, justamente a esos mismos 80 años luz de distancia. Sabemos que en ese tiempo de transmisiones hemos llegado a 8.531 estrellas y a 3.555 planetas. Es decir, desde una escala solamente vista hacia nuestro propio vecindario galáctico, una total miseria.

Empero, aun viendo esas cifras tan pobres, es fácil pensar que son suficientes para que alguien debiera habernos contactado de alguna manera. Pero basta comparar esta cifra con la cantidad de estrellas y planetas de la galaxia para suponer que es todo lo contrario.

Por otro lado para una civilización más avanzada que la nuestra, las grandes distancias interestelares no deberían significar un problema. Podrían alcanzar velocidades cercanas a la de la luz o utilizar los tan exóticos “agujeros de gusano” que son predecibles por la teoría de la relatividad de Einstein.

Entonces, ¿cuando podríamos esperar algún “Humanos, saludos desde Alfa Centauri”?

Según nuestros propios cálculos terrestres, podríamos esperar que si una civilización alienígena envía un mensaje, seríamos capaces de escucharlo, cuando su traza de señal haya cruzado alrededor de media galaxia. En cifras un poco más concretas, y tomando en cuenta que otras civilizaciones hayan enviado mensajes de radio hace 80 años por lo menos, querría decir que si en los próximos 1500 años no somos capaces de recibir contacto, es posible que esta soledad sea algo más que una posible conjetura.

Pero contengamos las lágrimas, tampoco quiere decir que estemos solos per se. Podría ser que nuestras transmisiones sean increíblemente primitivas, que necesitemos todavía de más tiempo para ser contactados por viajeros espaciales.

Hasta entonces esta soledad sigue vigente en nuestros corazones.

¿Dónde estás E.T.?