Sin lugar a dudas, el tiempo es una variable que el ser humano desearía controlar a voluntad, pero al parecer no está en nuestro poder controlar; en nuestro caso es limitado, con una duración definida y con vigencia totalmente desconocida para nosotros en lo que respecta a la vida humana. Hoy podemos estar, mañana tal vez no.

Asimismo nuestra experiencia nos indica que aquello que hicimos en el pasado es inexorablemente consecuencia de lo que sucede en el futuro. De esta forma podemos concluir que el tiempo fluye únicamente en una sola dirección. Y que obviamente el pasado no se puede cambiar.

Sin embargo, la ciencia recientemente ha demostrado que es posible modificar el pasado desde el presente. Al menos por ahora desde la perspectiva de lo que ocurre en el mundo subatómico, gracias a un experimento realizado que pudo constatar lo anterior, conocido como el experimento de Rochester. Lo cual abre la increíble posibilidad de que el destino como un misterioso poder oculto, maneje los hilos de todo lo que nos sucede en el presente.

En la física clásica se creía que las leyes de la física podían ser usadas para determinar el futuro de todo el universo y cada objeto dentro de él. Teniendo la suficiente información podríamos saber el estado que tomará cada partícula, persona o planeta. Sin embargo, con la mecánica cuántica y su principio de incertidumbre se mostró que esto no era así. Como ya he mencionado en otros posts en la escala cuántica las partículas pueden existir en más de un lugar en el mismo momento, hasta que las observas.

El concepto clave que permite este sorprendente experimento es el entrelazamiento cuántico, un fenómeno aún no del todo comprendido y que consiste en un tipo de “unión íntima” entre dos partículas subatómicas, sin importar a qué distancia se encuentren la una de la otra. Cuando dos partículas están “entrelazadas”, cualquier modificación que llevemos a cabo sobre una, se reflejará de inmediato en la otra, aunque ésta se encuentre en el otro extremo de la galaxia.

En el experimento de Rochester se midió el paso de un láser a través de un dispositivo que segmenta la luz. Parte de esa luz pasaba directamente a través del aparato y parte rebotaba en un espejo que se movía milimétricamente debido a que estaba pegado a un motor. Los investigadores midieron la difracción del láser reflejado y determinaron cuánto se había movido el espejo motorizado. En el caso en el que los experimentadores decidieron no realizar una medición de post selección, los ángulos de difracción de la fase intermedia resultaron ser mínimos. Pero cuando realizaron una medición post selección, los resultados fueron completamente distintos. Cuando los científicos escogieron medir la luz láser saliendo de una de las aperturas, entonces solo esa luz acabó con ángulos de difracción amplificados por un factor de más de 100 en el paso de medición intermedia. De alguna forma la decisión de medir al final afectaba el resultado de la medición intermedia, aunque ésta había sido realizada en un tiempo anterior.

Por lo tanto, este experimento nos da una idea distinta del tiempo: el presente y las acciones que hagamos hoy, determinan el futuro y al parecer también el pasado. Mucho se reserva diciendo que todo eso es verdad, siempre que limitemos la experiencia al ámbito de la Física Cuántica. Pero resulta que no nos podemos quedar del todo dentro la Física Cuántica, porque ella es nuestra realidad a nivel atómico, es decir, así funciona la vida en los átomos que conforman nuestro cuerpo y toda la realidad que nos rodea.

Inclusive, uno de los físicos más reconocidos del mundo, Paul Davies, de la Universidad de Arizona State cree que es posible que la retroalimentación del futuro esté guiando el desarrollo de la vida en el universo. ¿Y si lo que hacemos hoy en día, justamente en este preciso instante pudiera cambiar lo que hicimos ayer? ¿Cómo imaginan que esto pudiera llegar a suceder y percibirse completamente?