En termines económicos, la relación entre bienes de producción y trabajo nunca ha sido fácil. En muchas situaciones, la tecnología aumenta la productividad de las personas y, en cierta medida, también las substituye. Desde hace ya unas décadas, se habla siempre más de un desplazamiento del mercado laboral de las personas menos calificadas, ya que las maquinas o robots las sustituirían completamente.

En estos momentos, observamos una integración sin precedentes entre la electrónica, la mecánica, la informática y la red, junto con la mal llamada inteligencia artificial, creando una nueva realidad, donde la industria, los procedimientos de manufacturación en gran escala, pueden ser transferidos a las máquinas con un alto nivel de autonomía, productividad y precisión, integrando procesos a nivel de producción, distribución, personalización y entrega como jamás visto, incluyendo también la posibilidad de monitorear, coordinar y optimizar cada actividad, alcanzando resultados excepcionales, que eliminan además el trabajo de oficina, facturación, relaciones con proveedores entre muchas otras actividades.

Uno de los ejemplos más citados, son las impresoras 3D, pero en realidad, si visitamos una fábrica de automóviles moderna, verificaríamos que está casi completamente robotizada y la tendencia se consolida siempre más y aumenta. Las implicaciones de esta nueva realidad son múltiples: el peso de trabajo no calificado en relación a la suma de los costes de producción será siempre inferior, reduciendo la tendencia de mover las fabricas a zonas, donde el costo de la mano de obra es más baja, y de producir siempre más en las proximidades del mercado, donde los productos finales son vendidos.

Otra implicación será la reducción del transporte y la implementación de modelos de producción múltiples y descentralizados, que reduzcan las distancias. La producción será más flexible, abierta y personificada. Además, los procesos productivos se integrarán en plataformas informáticas comunes a todos los operadores y participantes, automatizando actividades como pedidos, especificaciones de productos interactivas y personalizadas, entrega programada, reduciendo la mercadería, materias primas y componentes en depósito y creando sinergias de integración y permitiendo una planificación mayor y más detallada con una visión más amplia y transparente de todos los procesos.

Esta es cuarta revolución industrial, la tecnología cambia radicalmente la relación entre trabajo, capital y métodos productivos, redefiniendo las relaciones sociales y por ende la sociedad. Terminaremos con el concepto de producción de masa y se podrá optimizar y reutilizar con eficiencia las materias primas, especialmente porque la interfaz entre idea, elaboración y producto, con las nanotecnologías, pasará a niveles siempre más microscópicos, como por ejemplo el molecular y los desechos serán mínimos.

A esto, hay que incluir todas las posibilidades que ofrecen los avances en las “biotecnologías”. Las externalizaciones o contaminación ambiental será reducida drásticamente y la fuerza estará siempre menos en el capital y siempre más en el conocimiento, la innovación, las ideas y la cultura en general. Estas posibilidades harán la producción, la distribución y la venta más directas, eliminando intermediarios sin valor agregado y actividades de rutina, no sólo a nivel de producción, sino que también de administración y supervisión.

Las sociedades actuales, en el mundo desarrollado, son siempre más sociedades de servicios y esta tendencia aumentará aún más. Otra implicación de la cuarta revolución industrial será un cambio radical en nuestro modo de pensar, vivir, trabajar y consumir, pasando de la cantidad a la cualidad y esto creará un espacio mayor para la innovación y las nuevas ideas, que determinarán siempre más la riqueza personal y social que pasará del consumo a la experiencia.