El troll (o trol, ya que también se acepta la castellanización) es una figura que, gracias al anonimato de internet, ha encontrado el hábitat perfecto para desarrollar sus inquietudes, normalmente oscuras y destructivas.

Su modus operandi es casi siempre el mismo: primero crear un perfil anónimo, ya sea en una red social, un foro de opinión o cualquier otro espacio de la red que lo permita, después encontrar su “oportunidad”, es decir, un hilo de conversación en el que pueda irrumpir para generar polémica, molestar o provocar de la forma más incendiaria posible.

A partir de ahí se abren dos caminos. El más adecuado sería que el resto de usuarios ignoren (y reporten en privado en caso de que incumpla las normas) el comentario del troll. De aquí viene la famosa frase “no alimentes al troll”, ya que sin feedback al que agarrarse, lo normal es que muera de inanición (o aburrimiento).

Pero lamentablemente no siempre sucede esto y en muchas ocasiones el troll encuentra respuesta y consigue su objetivo: convertirse en el centro de atención. A partir de ese momento las consecuencias son incontrolables, ya que en muchos casos otros trolls en potencia aprovecharán la situación para bombardear con sus mensajes hasta que se llegue a un momento crítico en el que sea necesaria la intervención de los moderadores de la plataforma para bloquear a estos usuarios o incluso cerrar el hilo de mensajes.

¿Con qué tipos de trolls nos podemos encontrar? La verdad es que es complicado agruparlos por categorías. La más evidente sería por la temática en la que enfocan sus ataques; así tendríamos trolls políticos (normalmente de extrema derecha o extrema izquierda), trolls futboleros, trolls xenófobos, etc. Pero últimamente los que más están proliferando son los denominados haters.

¿Pero cuáles son las diferencias entre un troll y un hater? Investigando en diversas fuentes no se llega a una conclusión clara. Para algunos los trolls son más dañinos, tocan temas más serios y carecen de sentido del humor y, en cambio, los haters son irónicos, ocurrentes y, aunque dañinos en sus comentarios, pueden resultar hasta entrañables. Para otros, los trolls tienen un interés real en sus actuaciones (pudiendo ser por ejemplo de la competencia) y, sin embargo, los haters no tienen más fin que insultar, difamar o acosar.

¿Tienen fecha de caducidad los trolls/haters? De momento parece difícil imaginar el universo online sin ellos, pero lo que sí está claro es que cada vez van a tener más complicado llevar a cabo sus fechorías. Principalmente porque se les va a atacar directamente en su punto más fuerte: el anonimato. Por ejemplo, redes sociales tan relevantes como Twitter, ya han anunciado que prohibirán los perfiles sin información (o anónimos), de esta forma los famosos “huevos” tienen los días contados.