Entre los chilenos de 15 a 65 años, el 80% del total tiene problemas de lectura y no entiende correctamente datos e informaciones presentadas como texto. El 44% de la población es definido como analfabetos funcionales. Las implicaciones de estos resultados son múltiples, pero las más trágicas conclusiones son: que la educación es un fracaso y la democracia una utopía, ya que para poder votar hay que informarse sobre los problemas, evaluar las diferentes propuestas y preferir cualificadamente una en relación a las otras. La democracia sin conocimientos no existe y el conocimiento sin lectura ni estudio es un concepto vacío. La desigualdad social y el oportunismo político son otras de las serias implicaciones de este dramático déficit cultural.

Los datos estadísticos cuantifican, pero no explican los fenómenos ni problemas. Por eso y por muchos otros motivos, hay que buscar ejemplos o instancias que ilustren las dificultades que tiene, por ejemplo, un analfabeto funcional, que ha frecuentado la escuela por algunos años, pero no se ha habituado a leer cotidianamente. Por otro lado, la lectura es una reconstrucción activa de episodios, situaciones, datos y conocimientos de todos los tipos, presentados en forma de texto, y para entenderlos y asimilarlos, uno los recrea mentalmente, usando estrategias cognitivas personales que incluyen la memoria, la capacidad de visualizar y de analizar en manera gramatical y lógica el texto para poder extraerle el sentido.

No todos los niños y jóvenes han tenido la posibilidad de desarrollar métodos de lectura apropiados y leen sin entender, sin encontrar el sentido de las cosas descritas y para ellos esto es un trauma que los margina de la sociedad. En países con un alto índice de analfabetos funcionales, habría que crear urgentemente cursos de lectura, que enseñen a leer activamente y a deducir el sentido de los textos con una práctica constante, ya que sin esta capacidad uno no es un “ciudadano” en el sentido civil de la palabra.

Todos hemos sido analfabetos, es decir, incapaces de decodificar un texto. Y todos podemos ser analfabetos, si el texto es lo suficientemente complicado o en una lengua desconocida. El problema social y cultural es cómo facilitar la lectura, motivar a la lectura y eliminar las barreras que impiden aprender y asimilar nuevos conocimientos.

En práctica, un país con el 44% de analfabetos funcionales es un país derrotado culturalmente y la pregunta es ¿qué harán las autoridades y las comunidades para incluir a esta mayoría social en la vida cultural y social del país? La respuesta, que podemos ya anticipar es nada o poco, pero el precio es y será alto. Un país que no aprende es un país que no progresa y un país que no progresa es un país que queda cultural y económicamente atrás.

La exigua propensión a la lectura es un problema que debe ser afrontado seriamente y con urgencia. Si todos lo ignoran, es porque no se interesan por el bien común y posiblemente prefieren la docilidad de la ignorancia a las exigencias, que una población culturizada podría plantear. La complejidad de las sociedades modernas requiere preparación e información. La democracia como sistema está basada en la participación, control y educación de los ciudadanos y el progreso económico es un resultado de la cultura y el capital social. Existe una correlación estrecha entre el grado de escolarización en un país y la calidad de la vida. Por esto y por otros cien motivos, hay que exigir mejores escuelas y mejor preparación para todos. El analfabetismo funcional y total implica marginalización social, exclusión, retraso económico y criminalidad, que son los síntomas característicos del subdesarrollo cultural.