“México: Tierra de Volcanes” fue uno de los intentos de sistematización más conocidos de la historia mexicana realizados durante la primera mitad del siglo XX. Su autor, Joseph H. L. Schlarman, en el título de la obra quiso reflejar uno de los elementos geológicos más extendidos en el país azteca: los volcanes.

El mencionado país, en su mayoría, es tierra ígnea, en la que se pueden encontrar muchos pitones, tanto en activo como en reposo. Uno de los más conocidos, por las tradiciones y riqueza natural que le envuelven, es el Popocatépetl. Emplazado entre los estados de Cuernavaca, Puebla y México, se constituye como el segundo más alto de la República, tan sólo por detrás del Citlaltépetl, ubicado en el otro extremo del territorio poblano.

Los cerca de 5.500 metros de altura del Popo –como lo conocen los habitantes de la zona-, junto con su perfecta forma cónica, le infieren una imagen de majestuosidad y perfección propia del paraíso. Pero el poder de esta cumbre no queda aquí. Se trata de un volcán con gran actividad, que desde la década de 1990 ha observado un aumento de los movimientos en su interior.

Una de las consecuencias más visibles de ello ha sido la constante fumarola que sale de su pico, y que es visible desde kilómetros a la redonda. Es una densa humareda blanca que ya se ha convertido en una imagen íntimamente ligada a la referida elevación. Pero, a pesar de lo que pueda parecer, no hay peligro alguno. Todo lo contrario. Los vecinos de la zona siempre dicen que empezarán a sentir temor cuando la referida “nube” desaparezca de la cima. Entonces, según dichos habitantes, el lugar podría convertirse en una olla a presión.

Tradiciones

Sin embargo, ésta no es la única creencia vinculada al Popo. Su esbeltez, su continua actividad interna, así como su unión con el volcán inactivo Iztaccíhuatl a través del Paso de Cortés –la cresta rocosa por donde supuestamente caminó el conquistador antes de tomar Tenochtitlán, actual Ciudad de México– han hecho que surjan multitud de tradiciones.

Precisamente, una de las más conocidas es la que tiene que ver con la estampa creada junto al pico Iztaccíhuatl. Según los lugareños, parece como si un guerrero –el Popocatépetl– orase frente al cuerpo de una fémina yacente. Y de esta imagen surgió la leyenda mexica –azteca– que afirmaba que Iztaccíhuatl era una princesa que acabó enamorándose de un soldado de su padre.

El monarca, consciente de la situación, mandó a su fiel militar a batallar contra unos enemigos del actual estado de Oaxaca, ubicado al sur del actual México. Le prometió que si regresaba victorioso le entregaría a su hija en matrimonio. Popocatépetl, que así se llamaba el combatiente, cumplió su parte del trato, volviendo con la cabeza del líder insurgente. Sin embargo, a su llegada a la casa del rey se dio cuenta que las cosas habían cambiado radicalmente. Su amada había fallecido.

Apesadumbrado, el soldado portó a la princesa inerte al campo, dejándola reposar sobre una loma, donde los dioses la convirtieron en un volcán inactivo –que todavía hoy existe–. Al mismo tiempo, el guerrero azteca tomó una antorcha en la mano y aseguró que nada ni nadie, ni siquiera las tempestades más fuertes, podrían apagar la luminaria con la que velaba a la mujer de su vida. De esta forma, la tradición oral explica la actividad constante del actual volcán mexicano

Alguna que otra erupción

Precisamente, el movimiento interno de esta montaña cónica ha provocado que, en diversas ocasiones, se hayan producido episodios eruptivos de diferente intensidad. Por ejemplo, entre mayo y julio de 2013 tuvieron lugar diversas explosiones en las “tripas” del Popocatépetl, que desembocaron en la expulsión de ceniza al exterior. Un suceso que se sintió en los alrededores, y que también afectó a Ciudad de México, donde se suspendieron varios vuelos del Aeropuerto Internacional Benito Juárez.

Poco después, en noviembre de 2014, hubo nuevas deflagraciones, que se volvieron a repetir en febrero de 2015 –como se puede observar en el vídeo adjunto–. Pero, sin embargo, una de las erupciones más espectaculares se desarrolló en diciembre de 2000, llegándose a expulsar lava. Por ello, las autoridades se vieron en la obligación de evacuar las localidades más próximas a la cima.

En cualquier caso, el Popo sigue siendo una cumbre muy querida entre los mexicanos. Forma parte de su historia, de su gran raigambre cultural y de su rico entorno natural. Se trata de un emplazamiento convertido en símbolo tanto por las civilizaciones precolombinas como por los conquistadores españoles. No se debe pasar por alto que la primera ascensión tuvo lugar en 1289 –antes de la aparición del Imperio azteca–, mientras que la segunda ya fue comandada por los castellanos en 1519.