El recuerdo provoca una desoladora sensación de angustia. Sólo pensar en las vidas perdidas en medio del llanto, del frío y de la oscuridad es conmovedor, sobretodo a la hora de leer el testimonio que para la posteridad dejó un periodista, uno de los pocos sobrevivientes de la tragedia del Itata, en el Chile de los años 20.

El naufragio del vapor Itata, el “Titanic” chileno, es la mayor tragedia naval en la historia del país, una desdicha que enlutó a centenares de familias chilenas, especialmente de las ciudades-puerto de Valparaíso y Coquimbo, en el funesto 1922.

Aciago año ese 1922, que también sería recordado luego por el violento terremoto de Vallenar de 8.5 en escala de Richter, por el posterior tsunami que generó y que terminó barriendo con las costas de Coquimbo, dejando una estela de muerte y destrucción a su paso.

Triste historia

El Itata zarpó del puerto de Coquimbo el 28 de agosto de 1922 rumbo al norte de Chile llevando a bordo a cuatrocientos pasajeros y tripulantes, quienes viajaban buscando mejores oportunidades de vida con el auge del salitre. Sin embargo, la embarcación nunca llegó a destino.

Tras su hundimiento frente a las costas de la Región de Coquimbo, sólo veintiséis sobrevivientes pudieron llegar a la orilla, entre ellos un periodista anónimo quien dejó como testimonio de la tragedia el escrito La catástrofe del Itata.

En total, 374 personas perdieron la vida producto del accidente del histórico vapor, embarcación que perteneció a la Compañía Sudamericana de Vapores y que participó activamente de la Guerra del Pacífico y la Revolución de 1891.

Pero su función no era precisamente contribuir a campañas militares, sino trasladar insumos y pasajeros, los cuales durante los viajes eran segmentados según la clase social, como cualquier otro crucero de la época.

Uno de sus tantos trayectos tuvo lugar ese 28 de agosto, viaje que terminaría por ser el último del navío y de cientos de chilenos que esperaban recalar en el norte para integrarse a las faenas salitreras.

El naufragio

Según el relato que para la posteridad dejó el novel periodista, alrededor de las 11 de la mañana de ese día zarpó del puerto de Coquimbo el vapor Itata con dirección a Antofagasta y Tarapacá. No obstante, en cosa de pocas horas, el tiempo y la rudeza del mar no permitieron que la nave prosiguiera con su camino. Se habla de vientos huracanados, enormes olas que golpeaban a la nave y del pánico generalizado en los aterrados ojos de pasajeros y tripulación.

En cosa de minutos, naufragó. De las personas a bordo, sólo 26 sobrevivieron y pudieron acercarse a la costa.

Después de mucho nadar y remar con lo que se tuviera a mano, incluyendo los cuernos de los agotados bueyes que a duras penas aún flotaban, se acercaron hasta la playa Los Choros, al norte de la región de Coquimbo. Ahí, hasta el día de hoy, se encuentra el monolito que recuerda a las víctimas del naufragio.

Al rescate de la memoria

“Las familias que viajaban al norte eran de la zona, que viajaban a buscar un mejor horizonte en la industria del salitre. Hay una historia social detrás”, comenta Ricardo Bordones, sociólogo de la Universidad Católica del Norte, de Coquimbo. El profesional es uno de los investigadores que desarrolló el proyecto La catástrofe del Itata; libro que recoge la historia descrita por el sobreviviente.

“Llama la atención que la fecha de su naufragio pasó completamente desapercibida en los medios, incluso es muy poco lo que se recuerda, pero la historia es muy dramática por la cantidad de personas que fallecieron”, agrega.

Se trata, efectivamente, de las anotaciones de este periodista de la época, que ocupaba el seudónimo de ‘Jorge G’, quien detalló en extenso el dramático proceso de supervivencia. El texto estuvo extraviado por 90 años y su descubrimiento es uno de los hitos más relevantes dentro del plan de rescate de la memoria del naufragio.

“Es un libro increíble, que es el testimonio en primera persona de un sobreviviente del Itata, un periodista. Narra desde que se embarca en La Serena en tren, llega hasta el puerto de Coquimbo. Se embarca en el vapor y va narrando con muchos detalles. Es una crónica de cómo el Itata enfrenta el mal tiempo y cómo se hunde. Y cuenta cómo él logró salvarse gracias a un vacuno y llegar a la playa en unos maderos”, comenta Bordones.

Ahora, los participantes de la iniciativa histórica-cultural aspiran a la confección de un documental que escudriñe en los últimos momentos del vapor Itata y sus ocupantes perecidos. Para ello, esperan poder rescatar los restos del acorazado, que se encuentran en las profundidades del océano, con el fin de erigir un museo dedicado a esta tragedia un tanto inadvertida por la mayoría de los chilenos.

A bordo de la embarcación PSG Ortiz, perteneciente a la Armada de Chile, el grupo de investigadores regionales que lidera la búsqueda del Itata inició una nueva expedición para lograr el hallazgo de sus restos, los que estarían a más de 200 metros de profundidad frente al pueblo de Los Choros.

La búsqueda, que no arrojó mayores resultados y que también debió enfrentar el frío clima y las amenazadoras olas, se realizó en agosto pasado y fue coordinada por especialistas de la UCN, además de la ONG Oceana y la empresa Diving Service.

De acuerdo a lo que explicó Carlos Cortés, biólogo marino UCN, la exploración se iniciará con el multihaz de la embarcación PSG Ortiz, sondeando entre las “Islas Pájaros” y el “Bajo El Toro”.

“Si no obtenemos resultados con este instrumento realizaremos una búsqueda con el magnetómetro de Diving Service. A la luz de resultados positivos sumergiremos el ROV de Oceana para hacer las filmaciones submarinas”, indicó el investigador.

Cabe señalar que ya se han realizado dos excursiones en la zona a bordo del Cabo de Hornos, buque oceanográfico de la Armada que cuenta con la última tecnología en cuanto a investigación científica a nivel latinoamericano, sin embargo, su utilización en expediciones es muy costosa, por lo que se han barajado nuevas opciones, como el uso de la embarcación PSG Ortiz.