Todo este tiempo me sirvió para pensar mucho. No podía hacerme una idea de a qué me enfrentaba. No sabía hasta dónde se podía mentir. Lo único que tenía con seguridad era su nombre y su voz. La acompañaban cuatro apellidos. En toda España solo había 2.376 personas con el mismo nombre. El mío tenía 678. ¿Qué tan difícil seria encontrarnos entre tantos? Solo teníamos 5 días de 365. Cuando la vi, su voz cobró forma mientras su nombre resonaba por mi boca. ¿Quién era realmente? ¿Quién es realmente?

De 5 días solo me dio no más de 48 horas. Había esperado volver a verla 2.920 horas. Compartimos 5 horas en el primer destino, otras 7 cada uno de los siguientes dos días redondeando para arriba y sin contar las horas que la veía dormir, 4 horas de una velada nocturna al cuarto día, toda una madrugada maldiciéndola y 2 horas al quinto para despedirnos. Hoy no sé quién es, donde está, qué hace, en que piensa y quien la acompaña, mientras me pregunto si alguna vez tuve las respuestas a esas preguntas. Me tomo alrededor de doce horas y media hacer 10.669,78 km para crear el sueño de volver lo antes posible. No pude dejar de contar las 12.410 horas. No pude dejar de contar los 517,084 días, las 73,8691 semanas… No pude detener un segundo de todo el tiempo que fue pasando. No puedo hacer absolutamente nada. Recordarla no era una obsesión, era intentar no perder esa fuerza que me trasmitía en el intento de satisfacer mis deseos. Pero no era tampoco así… había decidido no tener más cuentas pendientes y vallas que tenía una lista larga que resolver con ella.

Mis ecuaciones nunca daban el mismo resultado. Probaba como alternativas cambiar los signos y alternarlos entre sí pero nunca estaba conforme. Empecé a sumar y restar las incógnitas que tenía pero solo conseguía aumentarlas sin poder conseguir un resto libre de ellas. Ya no solo los números me fallaban, también me enemiste con las letras. No tenía más teorías. Me llevaba mal con todas las formulas. Toda mi lógica se resumía en un conjunto de verdades irrefutablemente falaces para la lógica aristotélica.

¿Y qué podía hacer viendo pasar así mí tiempo?... Solo podía procesarlo de la única manera posible para vencer la realidad… Solo había una respuesta correcta… actuar fuera de los ejes probables existentes para ser parte de aquel segmento finito fuera de márgenes.