Ha caído en mis manos ya Harry Potter y el niño maldito (que no legado maldito, como se han empeñado cerriles traductores). Dos días me ha durado. Jack Thorne y John Tiffany, dos habituales entre las bambalinas británicas, han revivido perfectamente la magia de los siete Harry Potter previos a partir de un esquema argumental de J. K. Rowling, de forma condensada y solvente.

La nueva historia retoma literalmente el epílogo de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Seguimos las andanzas de Albus Severus Potter, el hijo pequeño e incomprendido del Niño que Sobrevivió, que se hace amigo nada menos que del vástago del gran rival de su padre, Draco Malfoy: Scorpius Malfoy. Ambos chavales, algo socialmente inadaptados, son seleccionados para la Casa Slytherin y viven bajo el enorme peso de un legado que ellos no escogieron, el de sus progenitores. No están de acuerdo con todo lo que ellos hicieron y tienen que soportar comentarios de la gente no demasiado agradables, como que uno es una decepción y el otro el hijo secreto del mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos.

A primera vista podría parecer un "reboot" de La Piedra Filosofal con las tornas cambiadas, una historia parecida cercana al original para atraer a nuevos lectores y jugar con la nostalgia de los antiguos. Pero es algo mucho más complejo, hasta dar lugar a dos partes y trescientas páginas de contenido. Y el encargado de mandarlos a la aventura será nada más y nada menos que un anciano Amos Diggory, resentido por la muerte de su inocente hijo en aras de la gloria del gran Harry Potter. Todo ello bajo la sombra insospechada de Lord Voldemort: una profecía anuncia su posible regreso.

El libro nos devuelve a casi todos los personajes queridos (el trío, Dumbledore, McGonagall, Snape) y juega muchísimo con el espacio y, en particular con el tiempo. A lo largo de las seis horas que dura la obra (o las puede que menos del lector), el afortunado espectador disfrutará de una gran variedad de lugares, desde Hogwarts hasta el Ministerio de Magia, pasando por el Valle de Godric o la casa de Harry, además de revisitar pasajes de libros clásicos de la saga o incluso explorar el siempre divertido ¿qué hubiera pasado si...?

Por supuesto, también tiene sus fallos. El libro contiene tantas cosas soñadas y discutidas por la comunidad de pottermaníacos que a veces casi parece un "fanfiction" con destellos de J. K. Rowling. Y la figura del antagonista (me ahorraré la revelación) está muy, pero que muy cogida por los pelos, además de ciertos enfrentamientos y situaciones que resultan muy predecibles. El formato elegido da poco espacio a la descripción de ambientes y a la introspección psicológica, por lo que seguramente quede una obra de teatro dinámica y efectista, pero como lectura resulta un poco pobre. Esperemos que la cosa mejore si se lleva al cine, como la trama invita a hacer, o si la escritora inglesa decide retomar su mundo mágico.