Blas de Lezo se embarcó en su primer barco de guerra a los 12 años en el contexto de la Guerra de Secesión, en la que españoles y franceses se aliaron en contra del potente ejército inglés. En sus primeros años de batalla perdió un ojo, una pierna, la movilidad de un brazo; también participó en el sitio a Barcelona de 1714 que da origen a la celebración anual de la Diada, en el intento por parte de la armada española unida a la francesa de recuperar Gibraltar, apropiada por ingleses y holandeses, y sobre todo repelió a los ingleses en una de las batallas más heroicas de la marina armada de la Corona, la defensa de Cartagena de Indias. De ese asedio brotó su muerte, que se produjo a causa de la infección que le produjo una bala de cañón. No murió de forma inmediata, sino que todavía mantuvo su última batalla, de la que hasta el día de hoy permanece derrotado: su pugna con el virrey de Nueva Granada, Sebastián de Eslava, a causa de la estrategia llevada a cabo en la defensa de Cartagena. El resultado de esa derrota es el desconocimiento de la ubicación de los restos óseos de este histórico marino español. Sin embargo, son muchas las personas que no tiran la toalla y siguen tratando de encontrar el cuerpo de Blas de Lezo, quien fue apodado como “medio hombre” por las múltiples heridas a lo largo de su vida. Los últimos son los españoles Antonio Ríos y Pablo Ramírez, miembros de la Asociación Cultural Blas de Lezo.

Aprovechando la cumbre iberoamericana del 28 de octubre, esta asociación ha inaugurado una exposición que recuerda la defensa por parte del virreinato de Nueva Granada de la ciudad de Cartagena de Indias, considerada por entonces la llave de oro de las Indias, debido a la importancia de su puerto. Fue una defensa que pasó a la historia por la desigualdad de los ejércitos y el resultado final. De hecho, los ingleses ya habían acuñado las monedas como homenaje a su victoria antes de conseguir el triunfo, el cual nunca se produjo. La flota británica contaba con casi 180 barcos y en torno a 30.000 combatientes, mientras que la defensa española apenas sumaba 3.000 soldados y 6 barcos. Blas de Lezo, quien ha sido considerado como uno de los mayores estrategas marinos de la historia, consiguió defender Cartagena de Indias y, a causa de esta victoria, mantuvo la hegemonía de la Corona española en la zona varias décadas más, hasta la independencia de los pueblos conquistados.

La historia es pasada, el misterio es presente. Porque a pesar de que Blas de Lezo pasó al olvido de la historia española durante dos siglos, son muchas las personas que en las últimas décadas han tratado de valorizar la figura del “medio hombre”. La causa de este olvido histórico fue la actitud del por entonces virrey de Nueva Granada, Sebastián de Eslava, quien fue acusado por De Lezo de realizar una defensa pasiva en el asedio de Cartagena. Cuando murió De Lezo, seis meses después del ataque que sufrió por parte de tropas inglesas durante el sitio, el marino ya había reclamado un título nobiliario al Rey de España, Carlos III, por su servicio a la patria en esta batalla. Sin embargo, el virrey movió sus hilos para evitar esta condecoración y, no contento con ello, enterró sin honores ni documentación su cuerpo. Debido a esta decisión, el paradero de los restos de De Lezo quedó cubierto por la historia. En 2013, el ex ministro del interior colombiano, Sabas Pretelt, investigador del asunto, aseguraba que los restos del marino debían estar en la iglesia Tercera Orden del barrio Getsemaní, que se encuentra a las afueras de la zona amurallada. Sin embargo, estos restos todavía no se han encontrado, lo cual ha proporcionado ínfulas para nuevas elucubraciones acerca del paradero del “medio hombre”. En ese punto, la asociación Cultural Blas de Lezo investiga una nueva teoría que podría ubicar los huesos del marino en la zona jesuita de la ciudad. El marino español tuvo una educación jesuita y mantuvo a lo largo de su vida una total unión con esta congregación, lo cual hace pensar que fueron los jesuitas quienes acogieron su cuerpo fallecido. Desafortunadamente, según el padre jesuita Jorge Camacho, actual líder de la comunidad en la ciudad, el área fue saqueada en el siglo XIX por militares que buscaban tesoros, por lo que quizá el cuerpo fue transportado a otro lugar desconocido.

Por otro lado, parece difícil la teoría de Sabas Pretelt puesto que la zona que apuntaba era habitual lugar de sepelio para militares y no hombres de La Armada, como lo era De Lezo. Además, parece complicado que no se hayan encontrado todavía los huesos en ese punto que jamás fue saqueado.

La figura de Blas de Lezo continúa alimentando su misterio casi 300 años después de su muerte. Su aparente inmortalidad, a causa de las numerosas heridas que sufrió, pero no le mataron, le brindó un enorme prestigio y respeto a lo largo de todos los mares del mundo. Hoy se enfrenta a la historia y al recuerdo que merece. Pero hasta que su cadáver tullido no aparezca, no podrá poner punto y final a las aventuras que surcó en defensa de la Corona española.