El Giro de Italia de este año se presenta apasionante, como viene siendo tónica general en estos últimos tiempos. A pesar de su comienzo atípico en Holanda, la carrera transalpina muestra las mismas credenciales que le han hecho acreedora de ser una de las mejores competiciones del planeta. Su método de comenzar suavemente (hasta la sexta etapa no se corona una cima de entidad) y hacer una última semana en la que prime la montaña está dando buenos resultados. Pero en el Giro de este 2016 también se ha tenido en cuenta a los contrarrelojistas, más quizás que otras veces. Los más de 60 kilómetros contra el crono dan buena muestra de ello.

Tras desembarcar en tierras holandesas y disputar la primera prueba contra el cronómetro en Apeldoorn, los corredores tendrán unos días de calma, en los que primarán las etapas llanas, hasta la llegada a Roccaraso, donde los escaladores tendrán la oportunidad de crear las primeras diferencias en la general. Poco más tarde los más de 40 kilómetros contra el reloj entre Radda in Chianti y Grave in Chianti pondrán en ventaja a los ciclistas que sean especialistas en tal disciplina. Los montañeros tendrán que agarrarse con uñas y dientes a sus posibilidades si no quieren ceder mucho terreno a las primeras de cambio.

Por suerte, los ciclistas que fían todo a la montaña encontrarán su inspiración días más tarde en las etapas que finalizan en Sestola o Corvara (esta última se podría considerar uno de los dos días más importantes de este Giro, ya que antes de llegar a dicha localidad se coronarán cumbres históricas como son los Passos de Pordoi, Sella, Gardena, Giau o Valparola, todos ellos por encima de los 2.000 metros de altitud) o en la cronoescalada de Alpe di Siusi, donde podrían crearse grandes diferencias en la clasificación general de la ronda italiana.

Y, por si esto no fuese suficiente, queda la última semana, con sus llegadas en Andalo, Risoul y Sant’Anna de Vinadio. El primer día de este trío final se considera el menos duro, ya que se podría tomar como una etapa de media montaña en la que se daría cabida a alguna sorpresa. Risoul, tras pasar por el Colle Dell’Agnello (Cima Coppi de esta edición del Giro con sus 2.744 metros de altitud), nos trae a viejos conocidos del Tour de Francia. Y, por último, Sant’Anna de Vinadio (la segunda de las dos jornadas más importantes), un día antes de la meta en Turín. Una traca final de 134 kilómetros en los que se encadenan tres monstruosos puertos como son Vars, Bonette y Lombarda, que se sitúan más allá de los 2.000 metros.

El héroe que sustituya a Alberto Contador en el palmarés del Giro de Italia podrá sentirse orgulloso de la hazaña que ha conseguido a las orillas del río Po, ya que, como viene siendo habitual, la dureza de la ronda transalpina está fuera de toda duda posible. Nada tiene que envidiar esta competición a otras como son el Tour o la Vuelta a España. A pesar de ello, es injustamente la menos valorada y la más subestimada por gran parte del pelotón y de los grandes corredores. Los que sí la tenemos en cuenta la disfrutaremos y la valoraremos como se merece. ¡Que empiece el espectáculo!