Desde que existe la NBA nadie había sido capaz de remontar un 3-1 adverso en unas finales con el anillo en juego. Las lágrimas de varios componentes de los ‘Cavs’ denotaban la proeza que acababan de culminar.

Aparte de sobreponerse a una desventaja de una manera hasta ayer inédita, los de Cleveland han entrado en la historia por derrotar al equipo que mejor record ostenta en la temporada regular. Los Warriors habían roto todos los pronósticos y habían desbancado a los míticos Bulls de Jordan del, parecía, inalcanzable 72-10. Precisamente quizá ese esfuerzo extra por conseguir una victoria más haya lastrado la entereza física de unos Golden State Warriors que no han sido los mismos en temporada regular que en playoffs.

Las trayectorias de uno y otro contendiente en las eliminatorias por el título podían hacer atisbar el estado de forma en el que llegaban unos y otros a la finalísima. Es cierto que Curry ha tenido lesiones durante la post temporada y muchos dudan de que haya podido desempeñarse al 100% de sus capacidades. Que los Thunder los tuvieran contra las cuerdas es indicativo de que los de la bahía de San Francisco no andaban sobrados como habían mostrado durante los 82 partidos de regular season. Incluso Portland asustó a los pupilos de Steve Kerr. Los de Oregon fueron capaces de lograr una victoria, forzar una prórroga y mantenerse vivos hasta el último suspiro en el partido que daba el pase a los vigentes campeones en ese momento.

Pero todas estas dudas parecían disiparse cuando los californianos vencieron en los dos primeros partidos a los de Ohio de manera muy holgada. Luego llegó una paliza de Cleveland que tenía pinta de ser poco más que redentora y paliativa, ya que los de Tyronne Lue cedieron el siguiente en su casa ofreciendo así tres match balls al mejor equipo de la historia. Parecía que Curry y los suyos se habían reservado para el momento de la verdad. Pero nada más lejos de la realidad.

Esta ha sido una serie rara donde las haya. Además del inesperado desenlace final, cada uno de los seis partidos anteriores se había decidido por más de diez puntos como mínimo. La tendencia de paliza tras paliza iba construyendo una final atípica en la que el que se descolgaba en el marcador parecía tirar la toalla y guardar fuerzas para el siguiente envite. La superioridad de los Warriors en sus dos primeros partidos en casa (+15 y +33) hacía presagiar un paseo. Luego llegó la humillación por parte de Cleveland en su cancha (+30). Pero el cuarto partido parecía dar la clave. Una victoria arrancada del Quicken Loans Arena se antojaba un golpe de efecto decisivo e irreversible. El mejor conjunto de la historia tenía tres partidos para llevarse el anillo y dos de ellos se jugaban en su casa. Solo algún trastornado visionario y algún acérrimo fan de los ‘Cavs’, con más esperanza que otra cosa, se aventuraron a dar vida a una final que parecía finiquitada.

El quinto partido es el de la controversia. Draymond Green fue sancionado por una jugada de enredo con LeBron James en la que ambos fueron sancionados con técnica durante el partido. Después la NBA decidió que Green no jugaría el siguiente encuentro. Resulta curioso que no hicieran lo propio después de que el ala-pívot de los Warriors se excediera mucho más en una agresión cometida contra Steven Adams y la final del Oeste se pusiera 1-2 para los de Oklahoma. Por todos es sabido el criterio de la NBA por proteger el espectáculo y por generar negocio. Quizás esta incoherencia a la hora de tomar ambas decisiones responda a ello.

Pero los Warriors no se pueden escudar, ni mucho menos, en ese punto de inflexión. Es cierto que Green siempre se echa de menos, sobre todo en defensa. Pero aun así, les quedaban dos balas más que no aprovecharon.

La clave ha estado en la nueva heroicidad de LeBron James, que esta vez sí que estuvo acompañado. Y no hubo ‘Big-Three’ porque Kevin Love no está aportando prácticamente nada. Con el apoyo de un magnífico Kyrie Irving, James se bastó para doblegar a sus rivales. Tanto mérito de esta pareja como demérito de la pareja de moda en la NBA: Curry y Thompson. Los Splash Brothers no han estado a la altura de una final por el título y se han visto sobrepasados. La gran defensa de los Cavaliers, que ha ido mejorando partido tras partido, ha desesperado a los dos mejores tiradores del mundo. En muchos momentos de los partidos se ha visto cómo se obcecaban con el tiro de tres desde complicadas posiciones y estando desequilibrados. Son tan buenos que la pueden meter como sea, pero sabían que ese no era el camino. Si algo ha caracterizado a estos Warriors campeones ha sido la circulación del balón y los continuos cortes por fuera y por dentro para descolocar la defensa rival y encontrar el camino hasta el aro. Pero el base y el escolta carecieron de paciencia y no se pararon a recordar cuál había sido la base de su éxito. Se sintieron superhéroes capaces de todo y el resultado ha sido desastroso. Bien es cierto que cuando llegas justo no puedes estar moviéndote todo el rato y la defensa que exigían los campeones del Este ya suponía bastante desgate como para no parar de correr en el sistema ofensivo. A Curry se le ha visto algo lento, sin chispa y, como consecuencia, falto de ideas en algunos períodos. A Thompson desacertado y frustrado. Klay ha anotado el 35% de sus triples (21/60) y menos de un 43% de sus tiros de campo (47/110). Por su parte, Stephen Curry ha acreditado un porcentaje más que decente del 40% más allá del arco, pero no ha mejorado esta marca con la ayuda de los tiros de dos (50/124). Estos malos porcentajes responden al cansancio, a la gran defensa de perímetro de Cleveland y a la impaciencia y empecinamiento por resolver parciales por la vía rápida.

Además, Curry no ha dirigido de manera adecuada a su equipo. El base de Akron ha repartido tan solo 26 asistencias en los 7 partidos, pero lo más preocupante es que ha perdido más balones: 30. Con este balance de un playmaker es muy difícil ganar una final de la NBA. Con sus dos máximas estrellas apagadas, el verdadero líder de los de Oakland ha sido Draymond Green. Pese a perderse un partido y a estar desaparecido en ataque en otros dos, Green ha vuelto a ser el alma de su equipo, sobre todo en el momento más caliente. Ayer firmó un partidazo al alcance de muy pocos cuando todo se decidía y mantuvo a sus compañeros en el partido. Su enorme acierto desde la línea de tres y su ubicuidad e inteligencia defensiva conformaban la esperanza de los Warriors. Sus 32 puntos, 15 rebotes y 9 asistencias le equipararon con LeBron como jugador total. El de Michigan ha promediado 16,5 puntos, 10,3 rebotes y 6,3 asistencias con un porcentaje de acierto cercano al 49%.

Palabras mayores para el caso de ‘King James’: 29,7 tantos, 11,3 capturas y 8,8 pases de canasta con más de un 49% de efectividad en el tiro. De esta manera LeBron ha cumplido su promesa que un día hizo a la ciudad de Cleveland: hacerles campeones. Con números al alcance de solo unos pocos elegidos, rozando el triple doble de promedio, se convirtió en el MVP de la Final y se reivindicó como el jugador más dominante del momento. LeBron había jugado seis finales y tan solo había ganado dos, ambas con el Heat de Miami. Ayer, gracias a la inestimable colaboración de Irving, pudo ganar el anillo con el equipo de su estado natal (Ohio).

Otra de las claves de juego ha sido la defensa de unos y otros. Cleveland ha sabido hacerlo mucho mejor y los Warriors se han visto superados en la pintura. La ausencia de un pívot de garantías ha mermado la capacidad de intimidación bajo su aro. Aunque los ‘Cavs’ maravillaron con su acierto desde el exterior ante Detroit y ante Toronto, su verdadero punto fuerte está en las penetraciones. Pese a que los Warriors se desempeñan mejor, sobre todo en ataque, con el smalball, también es cierto que necesitan de un hombre grande que haga dudar en las embestidas hacia el aro a LeBron e Irving y compita por el rebote con Thompson. En este sentido, han echado mucho de menos a Bogut, lesionado desde el inicio del quinto partido. Ezeli, Varejao y Speights no están capacitados para realizar la labor intimidadora y dominante del pívot australiano y esto lo han agradecido los de Ohio. Ante las ayudas que se veían obligados a hacer los de Steve kerr, solían dejar solo a Tristan Thompson, que ha sido la tercera punta de lanza y ha promediado 11 puntos y 12 rebotes en las victorias de su franquicia. La defensa pegajosa de los exteriores de los Cavaliers en conjunto ha funcionado gracias a la implicación de un irreconocible J.R. Smith. Por fin se ha tomado su carrera en serio y ha sabido ser un complemento más para lograr llegar a lo más alto.

La intimidación de LeBron James merece capítulo aparte. El ya tres veces campeón de la NBA ha colocado tres tapones en cada uno de los últimos cuatro partidos de la serie. Y no solo se trató de impedir una canasta contrincante, sino que los ejecutó con tal agresividad y superioridad física que lastró la moral de las víctimas que lo sufrían, más de una vez Curry. Esto hizo acrecentar las dudas de los Warriors a la hora de dirigirse hasta la canasta rival y tuvo mucho que ver en otra de las claves fundamentales: los puntos al contraataque. Ya no solo fueron los tapones en sí, sino la poca confianza con la que los californianos se lanzaban a la penetración cuando querían correr y los tiros desviados por la sola colocación del cuerpo y las manos del defensor. De manera paradójica los Cavaliers pasaron por encima de los Warriors en puntos anotados tras transiciones rápidas. La manera de jugar habitual de Golden State es salir corriendo en cuanto cogen un rebote en defensa, pero Cleveland logró frenar esta virtud. Es más, consiguieron darle la vuelta a las características de uno y otro y lograr 49 puntos más al contraataque que sus contrincantes (66 a 115). La falta de seguridad con el balón de los Warriors también les perjudicó provocando la pérdida absurda en momentos calve, que LeBron y los suyos aprovecharon.

A pesar de contar con un banquillo mucho más completo que venció en los siete duelos, los Warriors no encontraron a sus jugadores más importantes ni tampoco su juego fluido del que han hecho gala durante un centenar de encuentros (la mejor prueba fueron los paupérrimos 13 puntos anotados en el último cuarto del definitivo partido). Un dato significativo, aunque puede resultar anecdótico, es que Irving dio una asistencia más que Curry. Algo impensable.

Los Cavaliers mostraron orgullo y madera de campeón al levantar una situación límite y saber atacar los puntos débiles de los Warriors. Aunque quien escribe piensa que no hay defensa que pueda parar a Curry y a Thompson, sino que son ellos mismos y su estado de gracia los que deciden el destino de los partidos. No obstante, Cleveland Cavaliers entra en la historia de la NBA por varios aspectos: gana su primer anillo, es capaz de remontar un 3-1 con el factor cancha en contra y doblega al equipo que ostenta el mejor record histórico de victorias en una temporada. LeBron James volvió a comportarse como el campeón que es, aunque hubiera perdido cuatro de las seis finales que había disputado. El año pasado puso él solo en aprietos a los Warriors y este año ha tenido al genial Irving a su lado. El base nacido en Melbourne y formado en Duke se ha consolidado como una de las grandes estrellas de la liga. A su excelsa calidad y habilidad con el balón, posiblemente el mejor de la liga en estas artes, en forma de jugador malabarista muy aficionado a los highlights ha añadido el componente de madurez y competitividad necesario para co-liderar a su equipo con más de 27 puntos de media (más de un 46% de acierto) hasta conquistar el anillo.

Muestra de su condición de jugador decisivo es su canasta del último partido, después de que James pusiera un tapón antológico a Iguodala. Con empate en el marcador y cuando ambos equipos llevaban casi cuatro minutos sin anotar ni un solo punto fruto del agarrotamiento de las extremidades provocada por el cansancio y, sobre todo, por los nervios, Irving realizó un crossover para quedarse emparejado con Curry, librándose así de un mejor defensor como es Thompson (erro grave de los Warriors), y anotar un triple que otorgaba una ventaja vital a su equipo. El resto es historia. Y Kyrie Irving ha entrado en la historia de la mano de LeBron James.