Otro año más ha dado comienzo la Vuelta Ciclista a España y este curso promete ser al menos igual de interesante que los anteriores. Y de nuevo, después de siete temporadas, entra en escena la subida al alto de Aitana, que promete ser juez y parte en el devenir final de la carrera. Es la cuarta vez que se va a coronar un puerto que está lleno de misticismo y en donde han vencido ciclistas de la talla de Leonardo Piepoli, Damiano Cunego o Klaus Michael Möller. Precisamente fue la primera ocasión en la que se ascendía la que resultó más interesante para el aficionado debido a todo lo que había en juego aquella jornada.

El duelo entre Oscar Sevilla, corredor del Kelme, y Ángel Casero, del Festina, por la clasificación general bajo un sol de justicia fue fraticida. El escalador frente al rodador y contrarrelojista, resultando vencedor este último, que dio un paso importante para alzarse con su primera y única Vuelta de su trayectoria deportiva al arañar 16 segundos a su rival. Pero el foco no solo estaba ahí, sino también en el equipo Ibanesto.com, que quería realizar aquél 23 de septiembre de 2001 el asalto a la ronda española a través de su mejor ariete, José María Jiménez, alias el “Chava”.

Con hasta entonces tres victorias en su casillero, el “Chava” Jiménez se propuso buscar la cuarta, lo que le encumbraría aún más si cabe como protagonista en una carrera que, hasta ese momento, estaba siendo ideal para él. Pero ocurrió justo todo lo contrario. El gran trabajo de los hombres de Eusebio Unzué desde el col de Ratés no se vio para nada recompensado en la figura del abulense, que aquél día, directamente, dijo basta y dimitió de su labor como grandísimo, porque fue grande, ciclista. Otra vez más su alocada cabeza le jugaría una mala pasada.

El de El Barraco se excusó en que tuvo una pájara debido al aguacero que ocurrió el día de antes o al esfuerzo acometido en los Pirineos de donde salió triunfante. Pero lo cierto es que el año anterior, en el Mont Ventoux, le aconteció algo similar. De nuevo el Banesto puso toda la carne en el asador para su gran escalador y luego este no supo responder. José María Jiménez era un deportista irreverente, que lo mismo deslumbraba atacando desde muy lejos y descolgando a todos sus rivales, que se hundía hasta el infinito de la manera más lamentable. Y ocurrió lo segundo en Aitana, donde los minutos iban cayendo como losas sobre su cabeza. Hasta diecisiete, más que los kilómetros en los que transcurre un puerto que ya es historia en la Vuelta.

La desilusión del aficionado fue enorme, ya que veían en “Chava” a un ídolo al que seguir, a ese torero que si tenía una buena faena te brindaba las dos orejas y el rabo y que tenía al fin la oportunidad de alzarse con su primera grande. Pero sacó su otra cara, la más amarga, la más frustrante. A partir de ese día mucha gente cree que entró en una espiral de terribles acontecimientos de la que ya no supo salir. José María tenía las piernas suficientes como para haber ganado no una, sino varias Vueltas a España, y algún que otro Tour. Pero su mala mentalidad pudo finalmente con él y con la calidad que atesoraba. Para la historia quedará un recuerdo imborrable de sus numerosos triunfos que le convierten en leyenda del ciclismo, y, en general, del deporte español.