Como estaba previsible, el actual gobierno de Israel se fragmentó el pasado mes de diciembre sin apenas haber culminado dos años de su mandato. La variopinta coalición de gobierno, que agrupaba desde partidos centristas a ultraderechistas, se resquebrajó cuando el primer ministro, Benjamin Netanyahu, anunció la destitución de sus socios Yair Lapid y Tzipi Livni, a los que acusó de ejercer de oposición desde dentro del gobierno de la nación. Inmediatamente, el premier israelí convocó nuevos comicios electorales, que se celebraran el próximo 17 de marzo y servirán para definir qué rumbo tomará Israel en los próximos años.

Más allá de consideraciones políticas, Netanyahu es un veterano estratega del complejo y cambiante escenario político israelí. Curtido en la primeria línea -ya fue primer ministro entre 1996 y 1999- "Bibi" retomó el liderazgo del país en 2009, reafirmándose como líder indiscutible de la derecha israelí. Primero, aliándose con ultraortodoxos y nacionalistas y, en 2013, conformando una variopinta coalición de sensibilidades que difícilmente permitía llevar a cabo una hoja de ruta compartida.

El próximo marzo, los israelíes están llamados a elegir entre la continuación del mandato de "Bibi" o un giro al centroizquierda encabezado por el laborista Isaac Herzog en coalición con la oportunista Livni. Y esta elección supondrá como se desarrollan los temas más delicados que afectan actualmente a Israel y su entorno.

En primer y más destacado lugar, el conflicto con los palestinos. Tras la guerra de este pasado verano entre el ejército israelí y Hamás -más de 2.000 palestinos y 70 israelíes murieron-, ninguno de los bandos salió victorioso de la contienda. La Franja de Gaza quedó desolada tras la respuesta militar hebrea al lanzamiento continuo de cohetes por parte de los islamistas. Aun así, ni se logró acabar con el dominio de Hamás en Gaza que, como demostró recientemente en su 27 aniversario, ya se está rearmando y presume de nuevo de su cada vez mayor poderío militar. La efectividad de la operación acabó deteriorando al ejecutivo hebreo, acusado desde derecha e izquierda por el resultado final de la ofensiva.

En Cisjordania el panorama tampoco es alentador. Tras el secuestro y asesinato el pasado verano de los tres jóvenes colonos cerca de Hebrón -que acabó desencadenando la ofensiva "Margen Protector"-, la violencia entre ambos bandos se ha incrementado. Ya sea por colonos que atacan aldeas árabes, el ejército reprimiendo protestas o palestinos actuando como "lobos solitarios" atentando contra civiles y militares israelíes. Cabe destacar este último fenómeno, que ha desembarcado con fuerza en Jerusalén o Tel Aviv, haciendo revivir a los israelíes las peores escenas de la Segunda Intifada.

Otro factor importante que se ha reactivado es el frente norte. Desde las posiciones israelíes en los Altos del Golán se pueden ver y escuchar a diario los enfrentamientos entre las diversas facciones que combaten en Siria, un conflicto que ya ha dejado más de 200.000 muertes y que parece no tener fin. Israel está en alerta permanente y ya han sido varios los episodios en que el ejército hebreo ha bombardeado posiciones del régimen de El Assad, que cuenta con el inquebrantable apoyo de la milicia libanesa Hezbollah y de Irán. Desde la última contienda entre Israel y Hezbollah en 2006, el norte del país ha vivido en relativa calma, pero los acontecimientos actuales han puesto en máxima alerta a los residentes de la región. El ejército está desplegado en las fronteras con Siria y Líbano, en guardia ante lo que pueda suceder.

Por ahora, las relaciones directas entre israelíes y palestinos están en punto muerto. Si la derecha vuelve a gobernar, difícilmente se puedan retomar. El proyecto de colonización en Cisjordania no se detendrá, ya que las facciones más conservadoras y nacionalistas creen en el "Gran Israel" y se oponen a la creación de un Estado Palestino, que actualmente es inviable sobre el terreno. La brecha entre el gobierno israelí y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) es demasiado grande. Las iniciativas palestinas en la ONU, así como su reciente solicitud de entrada en la Corte Penal Internacional (CPI), han alejado más si cabe la posibilidad de establecer un diálogo directo para retomar las negociaciones de paz. Para más inri, las relaciones de Israel con su principal aliado están en momentos bajos, fruto de la mala relación entre Obama y Netanyahu. Y el mundo sabe que sin la implicación directa de Estados Unidos difícilmente se podrá retomar el proceso de paz.

Lo cierto es que ni israelíes ni palestinos podrán soportar perpetuamente esta situación permanente de statu quo que, como los hechos demuestran, han supuesto un aumento del protagonismo de los extremistas en ambos bandos. Una de las principales reclamaciones por parte israelí es que no existe un interlocutor válido al otro lado. Es preciso recordar que Mahmoud Abbas está aferrado al poder pese a que su mandato democrático terminó en 2009, y actualmente lidera una suerte de gobierno de unidad con Hamás, frágil e inoperante. Del lado palestino, se reclama fundamentalmente poner fin a la colonización de Cisjordania para poder sentarse de nuevo a negociar.

Está por ver si el próximo 17 de mayo se produce un vuelco electoral en Israel. Herzog, líder de un laborismo que ha estado en la sombra en los últimos años, aspira a retomar la iniciativa y lograr reconducir las conversas con sus homólogos palestinos. Lo cierto es que la Knesset (parlamento) israelí es un terreno más marcado por los personalismos que por ideologías sólidas y Herzog no es visto como un líder carismático. Además, deberá lidiar con la habitual fragmentación política, que obliga al partido gobernante a ponerse de acuerdo con formaciones que a menudo están muy alejadas en cuestiones políticas, nacionales o religiosas.

La principal preocupación del país gira en torno al conflicto y la seguridad, pero Herzog da también importancia a las demandas de mayor justicia social, expresadas en masa en las protestas de los indignados en Tel Aviv en 2011. El líder laborista apuesta abiertamente por la solución de los dos estados, la congelación en la construcción de asentamientos y la reanudación de las negociaciones, a pesar de los escoyos que se deben superar. La escasa popularidad de "Bibi" puede servirle de gran ayuda para llegar al poder. Del mismo modo que sus líderes, el electorado israelí es asiduo al cambio de filiación política, así que hasta el último momento será difícil prever quién será el nuevo dirigente de Israel.