Nunca he creído demasiado en las celebraciones oficiales. Esos famosos “días de” en los que por obligación o bajo un inmisericorde halo de hastío y pasividad, deben celebrarse ciertas causas concretas porque algún poder, institución o gobierno así lo ha decidido.

Por esta razón, aunque el 8 de marzo es la fecha “oficial” de celebración de la mujer y los logros que ha ido consiguiendo a lo largo del tiempo, la construcción de una sociedad más justa no tiene fecha porque debe trabajarse en ella día a día. Cuestiones tan incómodas socialmente como “ser feminista” o la “paridad salarial”, la violencia de género, o la presencia de mujeres en puestos de relevancia y poder en diferentes ámbitos sociales deben tratarse con naturalidad hasta que dejen de ser tabú para convertirse en lo habitual. Tampoco quiero que mi condición de mujer sea una cortapisa que me impida ser objetiva, pese al enorme impacto real que todos esos conceptos tienen y tendrán en mi vida. El sabio respetable sabrá entenderme.

Pero empecemos por el principio. ¿Qué es y qué significa ser feminista? Al respecto, la teoría nos dice que el feminismo es un conjunto heterogéneo de ideologías y de movimientos políticos, culturales y económicos que tienen como objetivo la igualdad de derechos entre los dos sexos, así como cuestionar la dominación y la violencia de los hombres sobre las mujeres o la asignación de roles sociales según el género. Hasta aquí, ninguna duda. No creo que nadie –sea hombre o mujer– apruebe la violencia sobre otro ser humano. Ahora bien, en lo tocante a la igualdad… es muy duro dejar grandes privilegios cuando los has ejercido prácticamente desde el inicio de la sociedad civilizada.

Hay múltiples, casi subliminales, mensajes o acciones en nuestra vida diaria en los que se manifiesta la diferencia de género. Por ejemplo, decir “soy femenina y no feminista”, casi como si la segunda palabra fuera la definición de algo oscuro que les quitará su condición para abocar a quien la pronuncie ser una “anti-hombres” amargada, solitaria y desalmada.

Traigo este tema tan relevante a debate por la publicación el pasado 30 de marzo de los datos sobre la “Macroencuesta de violencia contra la mujer 2015” presentada por el Gobierno de España. Es deprimente tener que reconocer que, en tu propio país, el 12,5% de mujeres mayores de 16 años han afirmado sufrir violencia física o sexual a manos de sus parejas o ex parejas a lo largo de su vida. Es aterrador comprobar que el 25% de jóvenes de entre 16 y 17 años afirma haber padecido algún tipo de violencia psicológica por parte de sus parejas. Se les controlan sus movimientos, su móvil, su relación con amigos y familia… todo.

Datos como estos son los que hacen que la igualdad de género sea un tema tan necesario. Hace unos meses, me impresionó la fuerza del discurso de Emma Watson iniciando la campaña #HeforShe de la ONU para mujeres. Tras mi sorpresa inicial de ver a la famosa que dio vida a Hermione Granger hablando de feminismo, aprecié la hondura, la justicia y la verdad del mensaje de la campaña.

Y es que la fuerza de ese mensaje radica en que se trata de una cuestión de derechos humanos. Un derecho no es algo que alguien te da de forma conmiserativa, sino algo que es intrínseco, que no se te puede quitar ni dar. Es tuyo. Esta campaña pretende movilizar con acciones concretas al colectivo masculino, introducirlo en el debate y en la acción para que todos, hombres y mujeres, superemos los clichés impuestos construyendo una sociedad más justa, más libre, mejor.

Desde modificar la imagen sexualizada de la mujer en los medios, ensalzar el talento femenino, desarrollar más a fondo políticas reales de conciliación, abrir la presencia femenina en la sociedad, en la empresa, en los centros de poder. Cada pequeña acción, cada impulso, cuenta.

Al igual que Emma Watson y muchas lectoras, soy una privilegiada que contó con un ámbito familiar y formativo que apreció mi forma de ser, mis talentos, haciendo que buscara mi propia voz para caminar por la vida fuerte, segura de mi misma. Sin tener en cuenta mi condición.

Eso es lo que debemos hacer diariamente con los más jóvenes para que, desde ahora, las generaciones futuras no tengan que sufrir un mundo desigual o ver cifras espeluznantes que hablan de miedo. Si ejemplos como el de la campaña #HeForShe ayudan, el premio valdrá la pena. No se trata de utopías, sino de realidades. No es una cuestión de capricho, sino una necesidad real. Por eso, cuanto antes nos pongamos a ello, antes alcanzaremos esa nueva sociedad.

Enlaces de interés

http://www.heforshe.org/es