Existe una ilusión peligrosa en el occidente que piensa que el mundo, la realidad, el tiempo y la cultura son una para todos. Con la globalización, esta idea de un único mundo occidental u occidentalizado se hizo en apariencia un poco más fuerte, pero es siempre una ilusión y como tal, por definición, insostenible. El que no sea así lo demuestra la fuerte contraposición cultural del fundamentalismo islámico, que además está en guerra abierta en contra de occidente y lo demostrará aún con más fuerza; Asia, sobretodo China, y con menor intensidad África y Latinoamérica.

El contenido del concepto “fundamentalismo islámico”, que es un término occidental, no es otro que el hecho de que una parte de la población islámica se haya declarado en contra de los valores occidentales y los rechace en modo innegable y brutal, insistiendo en la imposición de sus “propios valores” sin escatimar en costes y así, la ilusión misma se triza y rompe por dentro. Pero esta ilusión conlleva otras ilusiones, como la idea del multiculturalismo bajo el patrocinio delimitante del occidente, que en este momento tiene que aprender a percibirse a sí mismo como una cultura entre muchas culturas, sin un peso preponderante, y aprender a convivir y respetar otras culturas para no llevar gasolina al fuego de la intolerancia e incapacidad de diálogo.

No estamos asistiendo formalmente a la muerte del multiculturalismo, estamos asistiendo a la crisis del concepto de multicultura definido unilateralmente, que en realidad ha significado tolerancia por un lado e imposición por el otro. Os aceptamos, pero tenéis que vivir congenialmente a nuestra visión del mundo, nuestro tiempo y nuestros valores. Es decir, os aceptamos, si aceptáis como vuestra nuestra cultura.

Si el concepto multiculturalismo tiene significado, este implica múltiples paradigmas, cosmologías y formas de vida. En este contexto hay que redefinir el significado de “próximo” en el sentido ético del termine. El próximo puede o no puede vivir de acuerdo a nuestros valores y códigos morales y, si es así, que no comparta nuestros valores podrá ser considerado siempre un próximo: una persona digna de ser respetada y con derecho a su existencia. Si la respuesta es negativa, si para ser considerado “próximo” hay que ser “culturalmente próximo”, negamos al mismo tiempo la posibilidad de multiculturalismo y con ello, cualquiera posibilidad de diálogo, dejando abierta como posibilidad solamente la guerra..

La humanidad en su totalidad está atravesando un período difícil y la salida de esta “crisis cultural” dependerá de cómo definiremos el concepto de próximo, de diálogo y por ende, de multiculturalidad. Las respuestas a estas preguntas no son completamente claras aún, pero la tendencia, a juzgar por las noticias y las apelaciones políticas, es innegablemente una definición de “próximo” como “culturalmente próximo” y muchas veces étnicamente próximo, que en práctica significa negar la humanidad de una persona que tenga otros valores, cultura y tradiciones. La definición de próximo debería incluir a toda persona que acepte el diálogo, la tolerancia y la convivencia pacífica..

Estos problemas, que son cada vez más urgentes, conllevan una serie de imperativos: un estado que se declare multicultural tiene que ser por definición laico. Además tendrá que educar en la tolerancia y la sensibilidad en relación a las diferencias culturales y tendrá que aceptar un código de comportamiento moral que garantice los derechos de las minorías y los deberes del ciudadano. Las relaciones internaciones y el intercambio entre las diferentes culturas tendrá que ser gobernado por nuevos principios que no representen casi exclusivamente el mundo occidental, pero que sea realmente multicultural. En esta perspectiva, las sociedades occidentales tendrán que vencer una serie de prejuicios y barreras culturales y mentales que limitan el diálogo e indirectamente llevan al conflicto y a la guerra. Otro tema importante es la definición de los derechos cívicos del ciudadano en términos globales y en especial de las mujeres y los niños. La paz del mundo está en peligro y el único modo sostenible de reducir el riesgo de guerras y conflictos es pensar seriamente en la multiculturalidad.