Hay una infinidad de preguntas que nunca nos hacemos, temas que no abordamos, realidades olvidadas de las cuales nadie habla abiertamente o si se hace es en un grupo pequeño, que no tiene mayor resonancia. Estos son los “temas excluidos” que no forman parte de las conversaciones cotidianas y que son relegados a un cuarto o quinto plano. El mecanismo detrás de este fenómeno se llama descomunicación y es parte del proceso más amplio y violento de exclusión social.

Los temas son muchos y hacer una lista de todos ellos sería una empresa inagotable. Uno de estos es el no identificarse con el género biológico propio. El ser, por ejemplo, mujer físicamente y sentirse varón o ser varón y sentirse mujer. Y esta es la realidad que viven aproximadamente el 5% de las personas y que aumenta en la medida, que las definiciones de género se hacen más flexibles y la tolerancia lentamente aumenta.

En algunos países, pocos aún, la legislación permite a una persona cambiar de género y de nombre. ser interpelada con otro pronombre o usar un pronombre neutral. En este campo existen varias posibilidades: definirse y ser biológicamente hombre o mujer y buscar relaciones con personas de “sexo opuesto", ser biológicamente hombre o mujer y buscar relaciones con personas del mismo sexo. Ser biológicamente mujer y definirse hombre o al contrario, sin cambiar de sexo y buscar relaciones con quien quiera o no hacerlo. Ser biológicamente hombre y cambiar de sexo o haber sido biológicamente mujer, haber cambiado sexo y arrepentirse.

La complejidad y los problemas que la identidad de género produce son determinados por la enorme e invisible presión social que existe detrás de este proceso y que se sobrepone a la identidad de las personas, que además es independiente del sexo biológico. El otro día, paseando por la ciudad con una joven amiga, entramos en un supermercado a comprar algunas cosas y ella indignada me mostró dos biberones: uno celeste y otro rosado. Yo percibí este ejemplo como una ilustración de toda la “violencia” precoz con que la identidad de género es impuesta desde una edad donde aún no tenemos consciencia y no podemos decidir por nosotros mismos, ni oponernos. Después siguen los juguetes, los vestidos, las expectativas, el tipo de contacto físico, los amigos, la escuela, el comportamiento hacia ti como persona y la respuesta que se espera de ti según la percepción de tus características sexuales secundarias, que además son fuertemente exaltadas para forzar inconscientemente la aceptación (que en realidad es una imposición) de la identidad de género. Un proceso que se llama socialización y que en parte es condicionamiento social.

Yo he sido padre y sé perfectamente cómo funcionan estas cosas. Lo que no había intuido completamente es la enorme violencia que existe detrás de este proceso. Dicen que el 5% de la población sufre de este tipo de discriminación. Agrego que seguramente el número es más alto y que muchos dirán automáticamente que el problema no los afecta. Pero esto no es más que una ilusión. Por un lado ceguera y por el otro lado, finalmente, violencia. En este sucio juego el que no toma parte es cómplice de esta sistemática represión y aniquilamiento individual.

La cantidad de testosterona que produce una mujer biológica es inferior a la media de testosterona que produce un varón y, como sabemos, la testosterona es la hormona que determina el sexo biológico. Pero lo que hay que reconocer es que, entre los varones y las mujeres, la concentración de testosterona puede variar enormemente, como varían en un intervalo continuo muchos otros rasgos biológicos como la altura, el peso y la pigmentación. En relación a estas características, tenemos una escala que permite una variación enorme y gradual como: enano, muy bajo, bajo, estatura media, relativamente alto, muy alto y gigante.

En el caso de género o uno es hombre o mujer y esta división binaria es un atentado lingüístico y comportamental en contra de la variación y la diversidad y por eso tenemos que aprender a distinguir y a convivir con conceptos de género con muchos más matices y diversidad, dando al individuo libremente todas las posibilidades de definir y cambiar “su identidad de género y sexual” sin ningún tipo de imposición ni violencia. En una sociedad realmente diversificada y abierta, los procesos de socialización serán múltiples y esta variación enriquecerá las posibilidades y opciones a disposición del individuo, ampliando los márgenes de libertad. En realidad el problema no está en la persona que quiere cambiar de género o sexo, sino en la sociedad que no lo permite libremente como permite teñirse los cabellos y arreglarse la cara, el trasero o los senos.