Terminar una carrera, o varias; terminar un Máster, o varios; terminar algunos cursos y otras formaciones no te hacen tener un empleo, o al menos no uno formal (o próximo al deseado). Siempre se recordará la época de bonanza de hace ya algunos años —lejos de los recortes, desahucios, suicidios y de las generaciones ninis, entre otras cosas—. La televisión nos ha hecho creer que, como máximo, a los treinta años tendríamos un solo trabajo que nos colmaría en todos los aspectos: personal, social, económico, cultural, etcétera y nos permitiría adquirir una casa, un automóvil, y más bienes que respondieran a un standing respetable para alguien de nuestra edad, con lo que brindaríamos confort a nuestra familia.

No es una queja lo que quiero desarrollar, sino más bien una observación sobre cómo cambian las cosas. Poca gente de mi generación tiene todos estos bienes, los cuales se han ido desvalorando, pues actualmente nuestra atención está en otras cosas, tal vez ni en invertir en inmuebles como solía hacer la clase media durante alguna época, sino en tener una calidad de vida lo mejor posible.

Hace mas de diez años, escuche a un profesor decir que él vivía al día, en ese entonces me llamó la atención que alguien de su edad, con su formación, dijera eso... A lo largo de los años me he dado cuenta que «vivir al día» es una opción que se lleva como modelo de vida. Tal vez esto es muy fácil decirlo, pero no parece difícil cuando miras atrás y es lo único que han hecho mucha gente de tu alrededor, incluido uno mismo.

Los objetos y las necesidades básicas cambian con cada generación, y cada vez deberíamos de aplicar, a nuestro día a día, la política alemana de austeridad, pues en algunos casos no es viable endeudarse más. Zygmunt Bauman, en su visita al Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) en el 2013, dijo: «Durante 30 años hemos vivido en un mundo de ilusión en el cual se ha introducido la tarjeta de crédito y hemos pasado de una civilización que ahorraba a una civilización de la tarjeta de crédito».

Las tarjetas de crédito son nuestro espejismo en la actualidad, las usamos e intentamos pensar que en un futuro próximo el paro disminuirá, las oportunidades aumentarán y la crisis será tan solo un mal recuerdo del pasado inmediato. Tal vez entonces volvamos a retomar las costumbres de esas otras generaciones, o ya estaremos tan acostumbrados a «vivir al día» que adaptaremos otras formas de consumo y otras prioridades. Sin duda sería mejor saber sobrellevar la austeridad.

Al final, «vivir al día» no está mal, claro que siempre habrá mejores cosas y, pensándolo bien, tal vez estudiar algo más ayude a mejorar, al menos, la idea de futuro personal.