Parece una realidad el proceso de paz entre el gobierno de Santos y las FARC. Desde noviembre de 2012 han mantenido negociaciones en Cuba para poner fin a más de medio siglo de conflicto y el 23 de junio sellaron las condiciones de cese el fuego definitivo.

A groso modo los términos del acuerdo significan el desarme completo de los rebeldes y la vuelta a la vida civil. A los combatientes ordinarios les espera la amnistía total, pero aquellos que han cometido graves delitos serán juzgados por un consejo de guerra. Las fuerzas políticas quieren cárcel para los grandes delincuentes, aquellos que durante años han sido responsables de atrocidades.

Es de manual, ese que no se redacta en las grandes negociaciones de la ONU, que el núcleo duro de las FARC, el menos politizado y el más militarizado, se desvincule de la dirección de la guerrilla y cree una estructura autónoma. Ese hijo revolucionario de las viejas FARC será el que gestione la violencia silenciosa.

Colombia, institucionalmente inmersa en el diseño de su paloma blanca, vive a día de hoy con el rearme de grupos ilegales, la expansión de cultivos ilícitos, el reclutamiento de menores, el secuestro, la extorsión, el desempleo, la pobreza, y con cientos de familias sumidas en el odio por la pérdida de seres queridos a manos de la guerrilla.

Aun siendo así el castigo de Colombia, esta no es la foto fija del país. Nuestros vecinos son la cuarta economía más grande de América Latina, forman parte de los países emergentes del mundo, exportan café, producen petróleo, carbón, oro, zafiros, diamantes, y un largo etc de productos primarios. Llevan a cabo el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, forman parte de Naciones Unidas, del FMI, de Unasur, de Mercosur… En definitiva, son un país inmensamente rico e integrado a nivel internacional que sufre una grave enfermedad social y una guerra civil desde hace medio siglo que ningún presidente ha conseguido controlar.

Muchos niños colombianos que nacen en las zonas más inválidas viven en una dualidad permanente desde que tienen uso de razón. Parece broma la pregunta, elegir entre lo legal o lo clandestino… ¿a quién quieres más, a papá o a mamá?

Los que nacen en las zonas con más recursos son educados en la democracia y en el marco de las instituciones internacionales, son los extorsionados en muchos casos y la clase socialmente formada. Los que nacen en las zonas más rurales y más pobres eligen la opción de las FARC, por tradición militarizan sus vidas. El hambre no les deja pensar si la guerrilla es de izquierda o de derecha, si es justa o injusta, para muchos las FARC es papá y mamá a la vez.

La demarcación política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se ha perdido, ya no son comunistas, ya no son militares, han dejado de ser una opción antisistema para convertirse en una mentira. Unos mentirosos que viven donde están los grandes cultivos de coca, situados en las zonas donde la población campesina está muy influenciada por sus falanges guerrilleras. Antes eran acusados de tener relación con los cárteles de la droga, cuando existían los grandes capos de Medellín y de Cali, ahora el negocio de la coca y la heroína son ellos mismos.

El gobierno colombiano, más que sabedor de esta situación, desde 2014 ha acordado con las FARC combatir el narcotráfico. La tirita institucional se denomina “Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito”, para así eliminar de manera definitiva y sostenible los cultivos de droga.

Esta parte del Plan de Paz del presidente Santos es la que más me cuesta creer. No por él, sino por los muchos intereses que hay detrás del negocio de la droga, no solo por parte de las FARC sino también por parte de grandes fortunas del país, muchas de las cuales ocultan sus beneficios procedentes del narcotráfico.

Así que las FARC son de lo malo lo peor, son dueños de las plantaciones de cocaína, practican secuestros, suman cientos de asesinatos, son amigos de las nuevas bandas criminales o Bacrim, compran armamento ruso, destrozan la vida de los niños y los hacen militares, violan a las mujeres y sus derechos, desafían por sistema al gobierno como mercenarios de diseño… y desde mañana, como quien dice, dejarán de ser lo que son. ¡Quiero verlo!

Si, claro, Colombia vive un proceso de paz y por ahora aceptamos barco como animal acuático. Merkel contenta, Obama también, la Unión Europea, el Papa, una servidora, pero mi duda no radica en el entendimiento del gobierno colombiano con las FARC. Tampoco tengo dudas de que las negociaciones y el posconflicto avancen en la senda de la paz y sobre los grandes esfuerzos del entendimiento. No dudo del paraguas internacional y de las mimosas miradas de Europa y Estados Unidos. Mi duda es saber si el gobierno colombiano erradicará el relevo de las FARC surgido del disentimiento de estas negociaciones.

¿Está preparada Colombia para cambiar su ADN?