Si el siglo XX fue el siglo de los genocidios, el XXI deberá asimilar las consecuencias: migraciones.

Es alarmante el rápido incremento de las personas que están emigrando a otros países debido a las pésimas condiciones de pobreza y violencia que viven día a día en sus naciones de origen, pero lo más alarmante es quizás el incremento de niños migrantes que incluso van solos en este trayecto.

De acuerdo al ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, actualmente hay 50 millones de niños en esa circunstancia. De esos 50 millones, 28 han huido de sus países por la extrema violencia que viven día a día. Lo más triste de este número es que, independientemente de los motivos que generen sus traslados, así como de su destino, son niños.

Lejos está ya el concepto de familia promedio en la que estábamos acostumbrados a vivir. Se incrementan los divorcios, abundan las familias compuestas por hijos, hijastros y medios hermanos y el núcleo familiar se ha reducido a uno o dos integrantes, con características bien diferentes, pudiendo ser del mismo género o hasta vivir en comunidades polígamas, pero si además de ello ahora se carecerá de un arraigo al lugar de nacimiento, seremos testigos de una nueva generación sumamente diferente en donde se reescriban conceptos de valores y estilos de vida, no sin experimentar un grado diferente de disfuncionalidad.

El lugar donde naces te da tu idioma, te da el concepto de tener una casa, aunque vivas en la calle, pero concibes que tienes un "lugar", además de que aprendes toda la cultura inherente a lo que te da la familia: costumbres, modismos, fiestas, en algunos casos religión y lo que aprendes a comer y beber, entre otras cosas. Y si bien el shock cultural es difícil para cualquier humano promedio al principio, imaginemos por un instante lo difícil que es para un niño, y peor aún si está sólo. Aparte de cargar con su soledad y su tristeza, se enfrenta a no saber siquiera el nombre de las cosas raras que tendrá que comer, a perderse mil veces en la ciudad, a soportar no sólo el rechazo sino una abierta discriminación de parte de xenófobos que no los soportan basándose en una marcada protección de "lo suyo". Y de nuevo, se pierde de vista, hasta por ellos mismos, que sólo se trata de un niño, que además de requerir cubrir sus necesidades básicas requiere aún muchas cosas para cubrir sus necesidades emocionales.

Aparte de este contexto emocional se encuentra la grave situación jurídica que enfrentan, en donde desde su llegada se les trata como criminales, encerrándolos en espera de aclarar su situación migratoria y privándolos de sus derechos humanos como niños que son.

Y también está el factor de violencia en su camino. De hecho, la gran mayoría no lograrán su propósito de tener una vida mejor lejos del lugar donde nacieron, al caer víctimas de tratantes de personas, violadores y delincuentes que dejan aún más secuelas destructivas en el niño y le tergiversan su destino reclutándolos en bandas criminales, burdeles y regiones con problemas igual o peores de los que vivían en su lugar de origen.

Este escenario de por sí ya es bastante triste, y lo peor es que ya no está lejos de nosotros. En el caso específico de México, recuerdo que cuando yo era niña, lo común era que nosotros mandáramos migrantes a Estados Unidos, debido principalmente a la pobreza y falta de empleo que se vive en este país. Yo solía tener conocidos cuyos padres vivían allá y enviaban dinero para acá, para sus "familias". Ahora que tengo más de 30 años, lo común es convivir con centroamericanos que vienen a vivir a México por lo mismo que los mexicanos se iban a Estados Unidos, además de que te encuentras migrantes en el transporte público pidiéndote una moneda pues los acaban de asaltar y van rumbo a Estados Unidos. Eso sin contar que muchas fundaciones que atienden a grupos vulnerables, han abierto espacios exclusivos para migrantes, como es el caso de la fundación para la que trabajo, Casa Alianza México, en donde tenemos una casa para 30 niños entre 12 y 18 años de edad exclusivamente migrantes no acompañados.

La situación es grave, al igual que la de muchos grupos vulnerables, pero ésta en particular me parece global y que requiere una nueva estructuración en todos los niveles. Es inaceptable tratar al migrante como criminal y privarle de su libertad y sus derechos en lo que se define su situación. Es someter a una persona a un nuevo grado de soledad y despersonalización. A nivel global es urgente contar con alternativas que doten a los migrantes de la salvaguarda a sus derechos humanos independientemente de su situación migratoria, y promuevan la existencia de algún lugar de tránsito diferente a las estaciones migratorias, un lugar en donde se respeten sus derechos y a los niños se les proteja y se les dé el trato digno que merecen, independientemente del lugar donde nacieron, y de si el país receptor es de tránsito o de destino.

Las cifras suelen reflejar mejor la urgencia de las problemáticas:

  • A nivel mundial 1 de cada 200 niños es un refugiado.
  • En 2015, casi el 50% de todos los niños refugiados bajo el mandato del ACNUR procedían solamente de dos países, la República Árabe Siria y Afganistán, y alrededor del 75% de todos los niños refugiados bajo el mandato del ACNUR procedían de apenas 10 países.
  • Los niños representan hoy en día la mitad de todos los refugiados.
  • Los 10 países con el número más elevado de refugiados están en Asia y África. Turquía tiene el número más alto de refugiados bajo el mandato del ACNUR. A pesar de que no existen datos completos desglosados por edad sobre los refugiados en Turquía, la alta proporción del total de refugiados que alberga convierte probablemente a este país en el receptor del mayor número de niños refugiados en el mundo.
  • 1 de cada 8 migrantes es un niño.
  • En América viven 6.3 millones de niños migrantes, esto es el 20% del total mundial.

Imaginemos por un segundo perderlo todo, tanto lo material como a la familia, y estar sometido de pronto en situaciones bélicas, de pobreza o estragos graves de calentamiento global. ¿Cuál es la opción? Huir. El propio organismos al sentirse amenazado se pone en acción para alejarse de la situación que amenaza su existencia. Entenderlo así probablemente ayude a que no los veamos como "los otros", sino como personas que requieren una nueva visión del mundo, y por ende, un nuevo lugar. Hay mucho por hacer a nivel jurídico y gubernamental, pero eso no es más que un reflejo del sentir de las poblaciones, si nos unimos en difundir la situación de los migrantes y abogar por nuevos lineamientos que regulen su paso y asilo, pronto veremos soluciones. Todos estamos expuestos a tener que empezar de nuevo en otro lugar, todos tenemos historias y mezclas raciales, lejos está ya, si no es que extinto, el concepto de raza pura, así que apostemos por enriquecer nuestra cultura mediante unir a nuevos integrantes y, sobre todo, más que nunca, promovamos el ser solidarios.