Muchos en Colombia estuvieron esperando las elecciones presidenciales en Estados Unidos, querían saber si el último resultado inesperado en unas votaciones era el del plebiscito por la paz con las Fuerzas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP), celebrado el 2 de octubre y en el que ganó el No. El mundo entero, las encuestas y en Colombia se esperaba la victoria del Sí. Para sorpresa de muchos, de nuevo, Trump ganó las elecciones.

La diferencia clave entre estos dos hechos es que el camino luego del plebiscito era desconocido, ni siquiera los abanderados del No —el expresidente Álvaro Uribe y su partido político, el Centro Democrático— sabían qué hacer luego que el pueblo no refrendara los acuerdos logrados por el presidente Juan Manuel Santos y su equipo negociador, tras dos años de diálogos en La Habana, Cuba.

Santos fue el primero en actuar e hizo un llamado a todas las fuerzas políticas que estaban en contra del acuerdo para sentarse y discutir. Curiosamente, a la primera reunión no asistió ni Uribe ni nadie del Centro Democrático. De hecho, ellos mencionaron que los nuevos acuerdos podrían tardar años, lo que fue tomado por académicos, analistas políticos y expertos como un intento de dilatar el tema hasta las elecciones presidenciales y legislativas del 2018.

Al mismo tiempo, estudiantes universitarios y grupos sociales comenzaron a marchar para pedir un nuevo acuerdo pronto. No se trataba de una marcha conformada solo por quienes habían votado Sí; entre las miles de personas que alzaban su voz estaban presentes muchos que hicieron parte del 62,59% de colombianos que no votaron el 2 de octubre. A estas demostraciones se le unieron comunicados y declaraciones de víctimas del conflicto. También se presentó una marcha de quienes pedían respetar la victoria del No, a la cual no asistieron más de mil personas.

Tres días después de darse los resultados, el gerente de la campaña del No, Juan Carlos Vélez, dijo en una entrevista a el diario colombiano La República que la estrategia de ellos era que la “gente saliera a votar verraca”, por lo que comenzaron a tergiversar la información acerca de los acuerdos. Tales declaraciones le valieron su puesto en el Centro Democrático y comenzó a mostrar algunas de las estrategias implementadas por esta fuerza política.

Mientras todo esto ocurría en Bogotá, los guerrilleros de las FARC, que se habían concentrado en las 23 zonas establecidas para empezar a implementar el desarme, empezaron a movilizarse a sus campamentos. Se temió entonces que el conflicto regresara a las regiones, pese a que Rodrigo Londoño Echeverri, alias ‘Timochenko’, jefe del estado mayor de las FARC, señalara el compromiso del grupo para lograr un acuerdo de paz.

El presidente Santos señaló en un momento que el cese al fuego bilateral se terminaría el 31 de octubre, ante lo cual surgieron varias críticas de personas allegadas a Uribe y su partido, como la periodista Claudia Gurisatti, directora del canal de noticias NTN 24 y de Noticias RCN —que ha dejado claro su rechazo a la negociación con las FARC—. Curiosamente, Gurisatti también criticó el cese bilateral, que redujo a cero las muertes y actos violentos por meses, un hecho sin precedentes en Colombia. Posteriormente, Santos confirmó que el fin del cese al fuego iría hasta el 31 de diciembre de 2016.

El 7 de octubre el país se despertaba enterándose que su presidente era el ganador del Premio Nobel de Paz. “Por sus grandes esfuerzos para finalizar la guerra civil de más de 50 años en Colombia”, dijo la organización del galardon. Esto se tomó en Colombia como un apoyo al proceso, a continuar los diálogos entre el Sí y el No para firmar la paz.

Luego de varias reuniones, el jefe del equipo negociador por parte del gobierno, Humberto de la Calle, viajó a La Habana el 21 de octubre para empezar a renegociar los acuerdos con las FARC. Aunque hubo varios encuentros y se cedió en puntos con los que no estaba de acuerdo el No —como la presencia de magistrados internacionales en la Jurisdicción Especial para la Paz—, el Centro Democrático radicó ante la corte constitucional una petición para que se respetaran los resultados del plebiscito.

Otro punto que causó revuelo y en el que se apoyaron muchos pastores de comunidades cristianas para apoyar el No fue el del enfoque de género. Este buscaba hacer una distinción especial sobre la mujer como víctima del conflicto, por lo que se requieren medidas especiales para repararla. Los cristianos aseguraban que en el acuerdo se hablaba de promover la homosexualidad o atentar contra la familia, por eso no estaban de acuerdo con el tratado de paz. Para el nuevo acuerdo se enfatizó en que nada tenía que ver con lo anterior.

Luego de la firma en Cuba del nuevo acuerdo el 12 de noviembre entre los equipos negociadores, se empezó a organizar todo para un nuevo evento en el que el presidente Santos y ‘Timochenko’ harían oficial lo logrado. Antes la fecha establecida para ello, el 24 de noviembre en el Teatro Colón de Bogotá, dos guerrilleros de las FARC fueron asesinados por el Ejército Nacional por “estar delinquiendo”, según la fuente oficial. Sin embargo, otras versiones señalan que ambos fueron atacados por francotiradores, recordando un hecho similar en el que un francotirador insurgente atacó a soldados del ejército causando la muerte de dos uniformados en mayo de este año.

El fin de semana previo a la firma en Bogotá, cinco líderes sociales de diferentes regiones del país sufrieron atentados. Uno de los casos fue el de Erley Monroy, un líder de la Asociación Campesina Ambiental del Lozada Guayabero (Ascal-G), encontrado herido el viernes en la vereda Siberia, en San Vicente del Caguán, cerca del Batallón Cazadores. No logró sobrevivir. Un día después, en el entierro de Erley, atentaron contra Hugo Cuéllar, otro dirigente de esa organización y presidente de la Junta de la Vereda La Victoria.

Durante los días siguientes se presentaron otros intentos de asesinato y empezarona rondar panfletos de las Autodefensas Unidas de Colombia, grupo paramilitar con el que el expresidente Uribe logró un acuerdo durante su gobierno. Todo recuerda el caso del exterminio de la Unión Patriótica, un partido político fundado en 1985 y parte del acuerdo de paz que se buscaba en ese entonces con varios grupos alzados en armas. Más de 3.000 de sus miembros fueron asesinados, incluyendo dos candidatos presidenciales y 8 congresistas.

El 25 se firmó de nuevo la paz. 800 invitados en el Teatro Colón, más miles que miraban en la Plaza de Bolívar a través de las pantallas establecidas allí y otros tantos a través de transmisiones fueron testigos del acto. Tan pronto finalizó, el acuerdo fue llevado al Congreso de la República para empezar su trámite que le dará legitimidad. La oposición ya mencionada dice que esto es desconocer los resultados y ve como única solución revocar al Congreso. Falta ver si de aquí en adelante la paz tiene un camino más pacífico.