La revista Time cumplió con la tradición y dio a conocer a la Persona del Año. Las casas de apuestas aún se convulsionan con los resultados, puesto que igual que ocurrió en el 8 de noviembre, Donald Trump se alzó con el primer puesto de la lista. Se confirmaba el nuevo líder de opinión.

El magnate reconvertido en republicano, el político paracaidista y el flamante presidente electo es a la sazón, el protagonista del 2016.

Aunque la mítica portada no ocultaba la ironía jugando con los ‘Estados Unidos’, la sutileza no es tal para el gran público. Representa el comienzo de una nueva era. Esta hipótesis queda corroborada con otro detalle, singular, y es que uno de los candidatos finalistas no es otro que Vladímir Putin –un habitual en las quinielas-. Trump y Putin; Putin y Trump ¡Vaya dupla! Por cierto, Beyoncé estaba en la pugna.

Las previsiones apuntan que a la geopolítica cambiará significativamente, aunque los analistas no se atreven a dar conclusiones o a firmarlas. Hay algunos –locos o genios- que tiran por aquello de “los polos opuestos se atraen” y aunque la psicología ahonda bien en la teoría una variable esencial es ver qué ocurre con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero.

Antes hablábamos de la teoría psicológica, es decir, de la línea empírica pero desarrollando la hipótesis nos adentramos en una ciencia exacta; la teoría de la catástrofe. La Estabilidad Estructural y ‘morfogénesis’ la desarrolló el matemático francés René Thom y de ella vamos a tomar la parte “pueden producirse cambios repentinos del comportamiento o de los resultado” (fuente Wikipedia). De una extinción se genera vida nueva. Reminiscencias de la teoría del Caos.

El planeta se asienta sobre placas tectónicas y en la actualidad hay movimientos telúricos cuyas consecuencias se sienten en todos los continentes. La onda expansiva avanza en todas las direcciones; norte-sur, este-oeste y viceversa.

Latinoamérica había sido en los últimos tiempos el paraíso terrenal de la izquierda. Socialismo, comunismo, bolivariano… pero los movimientos van colapsando en Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia o Venezuela. El frente denominado ‘anticapitalistasucumbe como piezas de dominó, Chávez enfermo, Cristina en tela de juicio, Pepe jubilado, Dilma apartada, Correa de retirada y Evo denostado. Mención aparte merecen Nicolás Maduro y su pulso con la MUD o la ´Numancia caribeña enlutada por la pérdida física de Fidel –que no de espíritu.

El Viejo Continente se ha contagiado, pero sus males, aunque diferentes, presentan unos síntomas que derivan en la misma fiebre. La brutal coyuntura económica ha fagocitado al Estado del bienestar, el éxodo refugiado ha dividido al bloque y la crisis existencial de la Unión Europea, conforman un cuadro médico mortal de necesidad.

El brexit, el no en Italia, Francia en lucha, el rencor en Alemania o la rebeldía holandesa. Cameron, Hollande, Renzi, Merkel… uno a uno van desfilando sus cadáveres políticos por inadaptados. La población los considera dinosaurios y el germen del cambio está en marcha. Mientras, desde el otro lado del telón de acero, Vladímir Putin contempla el tablero con su habitual rostro impenetrable.

El presidente ruso mantiene el pulso geoestratégico sin ceder un centímetro en sus ‘aspiraciones zaristas’. Ucrania, Siria, Irak o el terrorismo global son fichas negras o blancas que mueve con maestría cronometrada a la espera de Donald Trump, un nuevo jugador en frente; socios o rivales. Retos comunes que afrontar.

Toda estrategia es mitad inteligencia, mitad resistencia y algunos cuentan con actores como Bashar al Assad que cumple fielmente su parte en este juego calculado de “todos contra uno”.