En el año 1994, la ONU aprobó crear un Observatorio sobre la violencia contra la mujer y, de hecho, el organismo se ha unido desde entonces a otras fundaciones internacionales para reclamar una mayor atención a los feminicidios y a la creación de mecanismos de prevención, protección y enjuiciamiento de crímenes contra ellas. Es más, todos estos organismos coinciden en la necesidad de “intensificar los esfuerzos internacionales, regionales y nacionales para la prevención de la violencia de género”.

“Cada feminicidio debe ser examinado cuidadosamente para identificar cualquier falla en la protección, con el fin de mejorar y seguir desarrollando medidas preventivas”, consideran los signatarios de la propuesta. Además, sostienen que la mera existencia de una institución como el Observatorio “aumentaría la conciencia sobre el feminicidio y otras formas de violencia de género contra las mujeres”.

A este respecto, cabe una pregunta que tiene a Francia sobre ascuas: ¿tiene derecho una mujer maltratada durante 47 años a vengarse de su marido, que también violaba a dos de sus hijas, disparándole fríamente tres tiros por la espalda?, ¿es el maltrato un atenuante a su delito? Se trata, ni más ni menos, del supuesto derecho a la legítima defensa de una mujer sometida por completo. Todo un debate.

Y es que Jacqueline Sauvage se ha convertido en el centro de la polémica al condenarla la justicia gala a diez años de cárcel en 2014; no obstante, y como consecuencia de tal sentencia, 36 parlamentarias están a favor de revisar la ley.

El juicio a Sauvage y la condena, confirmada en apelación, han conmovido a la sociedad francesa. Los hechos ocurrieron del siguiente modo: aquel día de septiembre de 2012, Sauvage dormía la siesta cuando su marido la despertó a gritos y la amenazó por enésima vez exigiéndole que preparara la comida. El hombre abandonó el dormitorio y ella se levantó con una determinación inusual. “En ese momento, tuve una luz en el cerebro”, explicó a los jueces. “Cogí la carabina de la habitación. La cargué. Él estaba abajo en la terraza, sentado, de espaldas. Me acerqué y tiré, tiré y tiré, cerrando los ojos”.

Igualmente, la mujer aseguró ante los magistrados que su marido la pegaba una media de tres veces por semana y que ignoraba que cuando empuñó la carabina su hijo Pascal, huido de casa, acababa de suicidarse.

Una vez más, Jacqueline Sauvage acudió a urgencias a causa de los golpes -cuatro veces en los últimos cinco años de convivencia con él-, pero nunca denunció formalmente a su pareja. Precisamente este acto de omisión -no ir a la Policía- es el que enfatiza el dilema ya que ha anulado todos sus argumentos favorables; y también el hecho de que sus disparos se realizaran de un modo calculado y no en plena discusión (léase paliza).

Pese a todo, un importante porcentaje de la sociedad francesa no parece dispuesta a aceptar el veredicto; es más, se han logrado cerca de 400.000 firmas para apoyar a Sauvage y reclamar su indulto. La vorágine ha sido tan intensa que incluso François Hollande, presidente de la República, se ha visto obligado a eximir parcialmente a esta mujer, aunque la iniciativa no haya servido de mucho para liberarla de la cárcel. Así pues, Francia quiere dar un paso más y añadir en sus leyes atenuantes para las maltratadas.

Pero la noticia no es nueva: este marco legal en el que se subraya la incapacidad del sujeto para salir por sí mismo de una situación, ya existe en Canadá. Se trata, como pone de manifiesto Gabriela Cañas, experta en el tema, “del síndrome que hace posible que tantas maltratadas no presenten denuncia, que estén atenazadas por el miedo y la dominación del otro, que sean incapaces de reaccionar, enterradas como están por la depresión y la falta de autoestima”.

“La campaña de apoyo a esta mujer ha arrastrado a políticos de todas las ideologías, desde los izquierdistas Daniel Cohn-Bendit o Jean-Luc Mélenchon hasta la candidata de la derecha Nathalie Kosciusko-Morizet y la alcaldesa socialista de París Anne Hidalgo. El caso ha servido para que la sociedad francesa entienda un poco más el fenómeno de la violencia de género, un asunto que no se airea a menudo en un país en el que cada año matan a más de 130 mujeres y más de 200.000 sufren el mismo calvario que Sauvage”, concluye Cañas.