Hace unas semanas, con motivo del estreno de El bebé de Bridget Jones (Sharon Maguire), leí que la trilogía de la adorable y torpe periodista británica era la primera dentro del sistema de estudios en estar dirigida enteramente por mujeres. Maguire se encargó del arranque de la saga en 2001, que llevó a Renée Zellweger a las puertas del Óscar por primera vez, y Beeban Kidron de la secuela, que llegó en 2004 y que gustó mucho menos, de ahí que esta tercera entrega haya tardado tantos años en materializarse, con la negativa de Hugh Grant a volver –sustuido entonces por un Patrick Dempsey recién salido de Anatomía de Grey (2005-)– y el regreso de la actriz a las pantallas tras seis años de inactividad como importantes elementos a tener también en cuenta. Que la saga de Bridget Jones sea pionera en su plantel de directoras, en pleno 2016, es triste. Muy triste. No sorprende ni extraña, porque las estadísticas están ahí para probar que ellas reciben muchas menos oportunidades para dirigir películas de medio-alto potencial comercial, pero no deja de ser una noticia más de un panorama descorazonador. Lo positivo es que sea la primera, lo cual implica que alguna la seguirá. Ya hay un ejemplo.

La ”oportunidad perdida” a la que me refiero en el título es la de otra famosa trilogía que empezó con las mejores intenciones de ser la saga con mujeres al frente, pero que finalmente no lo ha sido. Me refiero a la historia de amor de Christian Grey y Anastasia Steele, que ha rodado su segunda y tercera parte juntas para atar en corto a sus proto-estrellas de cine, Dakota Johnson y Jamie Dornan, que fueron inteligentes y pidieron un sustancioso aumento de sueldo tras comprobar el esperado éxito de Cincuenta sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015). El escritor y guionista Bret Easton Ellis, polémico por naturaleza en los tiempos en los que vivimos, donde cualquier salida de tono medianamente inteligente es contrarrestada con furia bienpensante en las redes sociales, manifestó en su momento su deseo de escribir la adaptación de la primera de las novelas de E.L. James, pero fue Kelly Marcel la elegida para hacer el guion. Más adelante, Ellis reveló que había llegado a reunirse con la escritora, y que esta le aseguró que su petición nunca fue tomada en serio porque la idea siempre fue contratar a una mujer. Una mujer para escribir, otra para dirigir, una novelista como base y una historia que ha cautivado a millones de mujeres en todo el mundo. En un plano abstracto, la idea de la película hacía muy feliz a los que abogamos por la igualdad de oportunidades laborales.

Lo que sigue se puede ver desde dos perspectivas. Si nos podemos en la piel de E.L. James, nos va a parecer lo más razonable del mundo. Si nos podemos en la piel de Marcel o de Taylor-Johnson, será todo lo contrario. La Verdad está en algún punto intermedio, y ahí trataremos de movernos. Cuando la escritora vendió los derechos para cine de su trilogía superventas, sabía que tenía las de ganar en la situación, así que exigió a los productores Dana Brunetti y Michael DeLuca todo el control creativo que pudo. Estos cedieron hasta donde consideraron factible, negándole por falta de experiencia la posición de guionista pero accediendo a su presencia y relativo poder de decisión en todo el proceso de preproducción, rodaje y postproducción. La primera persona en chocar con James fue la guionista, que escribió la adaptación con total libertad pero tuvo que acceder a una profunda reescritura por parte de la novelista, que alabó el trabajo de Marcel pero le dijo que los seguidores querían una traslación lo más fiel posible. Al final, tras varias jornadas de trabajo juntas en casa de la guionista, el guion tenía un 50% de cada una, lo suficiente para que Marcel se bajara del proyecto en ese punto, y junto a ella el actor Charlie Hunnam, originalmente seleccionado para ser Christian Grey. Hunnam argumentó que no podía prepararse física y mentalmente lo suficientemente rápido para lo que querían los productores, ya que termina el rodaje de la sexta temporada de Hijos de la Anarquía (2008-2014) un viernes y el lunes debía estar en Toronto para comenzar la cinta, pero Marcel asegura que el actor intuyó que el rodaje iba a ser uno tormentoso, y quiso ahorrarse la experiencia.

Lo que sigue son rumores no plenamente confirmados, así que su veracidad debe ser cuestionada. Se dice que la directora y la novelista no tuvieron una buena relación, que la constante intervención de James impidió a Taylor-Johnson trabajar con la libertad deseada. De nuevo invoco la cuestión de las perspectivas, ya que cada una querría hacer lo necesario para conseguir la mejor película posible. La historia del cine está llena de adaptaciones detestadas por los autores del trabajo previo que ha sido llevado a la gran pantalla (Juan Marsé o Alan Moore como grandes ejemplos), pero también de filmes brillantes porque su adaptación es libérrima y no literal. No se puede mediar muy bien en quién llevaba la razón, pero se entiende tanto que la cineasta acabara frustrada por tener que trabajar mansamente y cediendo con frecuencia como a la novelista/productora que tiene una clara visión de cómo su creación debe lucir en carne y hueso. Lo interesante, y pertinente para este texto, es que la imagen pública de todo el conflicto es reduccionista, porque James ha quedado como la mala de la historia (por no usar un vocabulario más misógino) y todo el asunto como una pelea entre mujeres que lamentablemente refuerza los tópicos que los ejecutivos esgrimen para seguir contratando hombres. Que Kelly Marcel, Sam Taylor-Johnson y E.L. James sean mujeres no tiene nada que ver en sus encontronazos creativos, pero vista la cobertura mediática del asunto uno podría pensar que sí, ya que como suele suceder, Ellas son “difíciles” y Ellos son “complejos”.

Tal fue la polémica en la que se vio envuelta la cinta, que aun así recaudó más de 570 millones de dólares en todo el mundo, que ante la negativa de Marcel y Taylor-Johnson de seguir formando parte de la franquicia, se han hecho cambios que han convertido el rodaje de la segunda y tercera parte en un proceso, por el momento, completamente fluido. El marido de James, el guionista Niall Leonard, fue contratado para escribir las cintas, y el cineasta James Foley hace de ellas sus largometrajes número 12 y 13. Sí, los hombres han entrado en la franquicia, y ambos tienen todo el potencial para ceder ante las demandas de James. Uno por motivos personales y el otro porque su carrera –de la que sólo podemos decir que Glengarry Glen Ross (1992) es memorable– revela que es un director que se adapta a las circunstancias de cada proyecto sin tener que dejar ningún tipo de impronta personal. Esto no es una crítica, aunque lo pueda precer. De hecho, su “resurección” televisiva, dirigiendo capítulos de Hannibal (2013-2015), Billions (2016-) y sobre todo House of cards (2013-), de la que tiene el récord de más capítulos dirigidos con una docena, le ha dado el prestigio suficiente para ser considerado como sucesor de Taylor-Johnson. Hay que destacar que entre los tres realizadores considerados para tomar el relevo estaba la cineasta lesbiana (dato releveante porque esto la convierte en una doble “minoría” en Hollywood) Tanya Wexler, así que no se puede decir del todo que el estudio descartara seguir trabajando con una directora.

Pero a diferencia de lo expuesto anteriormente, que Leonard y Foley sean hombres sí es importante, porque muestra cómo el mundo del espectáculo y sus ejecutivos reaccionan ante la mala prensa. Se refugian en lo conocido, en lo familiar, y así se impide que se den esas oportunidades a las mujeres. El genial portal de vídeos de humor Funny or Die hizo hincapié en estos prejuicios con este hilarante sketch, donde participan entre otras Catherine Hardwicke, que empezó la taquillera saga de “Crepúsculo” (2008, 2009, 2010, 2011, 2012), o Anne Fletcher, cuyo film La proposición fue uno de los mayores éxitos de 2009, y que ofrece una exagerada pero dolorosamente realista versión de una reunión con tres ejecutivos que buscan contratar a una mujer para la cuarta parte de una saga de acción.

La trilogía de las Sombras de Grey es una oportunidad perdida para ayudar a continuar el arduo camino que las cineastas deben recorrer para llegar a esos puestos. Esperemos que la dirección de Patty Jenkins en la esperada Wonder Woman (2017) o de Ava DuVernay para el blockbuster de Disney Una arruga en el tiempo, adaptación de la novela de Madeleine L`Engle, que se empezará a rodar en breve, no sean casos aislados. Las directoras no pueden demostrar ese talento que se les exige para estar al frente de proyectos así si no se les dan las oportunidades necesarias.