Aunque existe una controversia y discusión entre quienes niegan y afirman que la ciencia ficción es un género literario, hay un consenso general en que esta temática nos seduce tanto en la literatura como en el cine. El nombre “Ciencia ficción”, proveniente del inglés, es una traducción incorrecta en cuyo lugar debiéramos utilizar como alternativas; “Ficción científica”, “Literatura de realidad virtual” o “Narrativa irreal”. Lo cierto es que esta variedad narrativa llegó a su cúspide en la segunda mitad del siglo XX y mantiene aún una vigencia mayor en ambas artes. Los autores de la “Literatura de realidad virtual” especulan con realidades desconocidas cuyos alcances pudieran sugerirse en un futuro mediano o a largo plazo. Este es el modus que utilizan los autores en el momento de crear una historia nueva. Estos elementos apasionantes aumentan la tensión y el interés en el lector o espectador de tal manera que lo encadenan al argumento central.

Haciendo un repaso por la historia, nos encontramos con autores modernos y pioneros de este género que sería equívoco no mencionar. Entre ellos citaremos a: Cyrano de Bergerac, Julio Verne, Robert Heinlein, Isaac Asimov, Edgar Allan Poe, Frederik Pohl y Anthony Burgess, cuya obra La naranja mecánica corresponde al mejor ejemplo de éxito en ambas artes; literatura y cine. Sin embargo, el propósito de estas líneas es llegar a la raíz misma del género y hacer una breve semblanza del primer autor, así como del mejor éxito contemporáneo.

Entre los primeros autores cuyos contenidos son puramente de ciencia ficción tropezamos con dos nombres germanos. El primero, Karl Friedrich Hieronymus, “Barón de Münchhausen” (1720-1797), quien sirvió a la caballería rusa en 1740. Este peculiar personaje escribió relatos basados en sus innumerables viajes y en las raíces autóctonas de su región. Sus historias eran fundamentalmente fantásticas y muy queridas en el folklore popular alemán. Su temática tenía mucho que ver con sus experiencias militares, que estaban vinculadas con la tecnología de última generación. Como la ficción era un elemento desconocido en aquel tiempo, se le acusó de exagerado y mentiroso. Karl F. Hieronymus perjudicó así su propia imágen. Sin embargo, la fuerza de su ficción fue semilla inspiradora para otros artistas a través de la historia como caricaturistas, ilustradores y directores cinematográficos. Su esposa Jacobine von Dunten le acompañó durante toda la vida. Finalmente murió en Bodenwerder (Baja Sajonia, Alemania). Las historias fueron recopiladas y publicadas por un autor anónimo y posteriormente por Rudolf Erich Raspe en Inglaterra en 1785 bajo los títulos: Narración de los maravillosos viajes y Campañas del Barón Münchhausen en Rusia.

El segundo autor germano a quién se le puede atribuir argumentos netamente de “ficción científica” es Johannes Kepler (1571-1630). Kepler fue un astrónomo y matemático cuyas leyes sobre el movimiento de los planetas son materia de física en la escuela y el bachillerato. El científico formó parte del equipo matemático de Rodolfo II de Habsburgo (Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), que vivía en Praga (República Checa). En esa ciudad, por invitación de su colega Tycho Brahe, fue posteriormente matemático imperial durante doce años. Kepler no solamente hizo aportes científicos sino también tecnológicos, pues sus estudios de óptica sirvieron para el diseño del “Anteojo de Kepler”. Este artefacto servía para visualizar con un ocular de distancia focal pequeña la imágen real de un objeto muy alejado. Con ello, el astrónomo aportó una de las versiones intermediaas de lo que hoy llamamos telescopio -aunque con dos lentes convexas, a falta de una tercera lente.

La cinemática del movimiento de los planetas y de los astros fueron materia de su investigación y la fuente inspiradora para la concepción de un manuscrito. Somnium, escrito en latín, se convierte así en la primera novela de ciencia ficción de la historia de la humanidad. El título significa “El sueño” y trata del viaje del personaje central de la novela a la luna desde donde tiene una especial perspectiva. Esta obra es de una importancia trascendental y no se le considera como tal. Johannes Keppler, como científico y matemático, tenía toda la propiedad y derecho para escribir una novela de esa naturaleza, pues conocía los avances tecnológicos y descubrimientos astronómicos. Además, era partícipe de ellos. La perspectiva que Kepler describe en Somnium fue alcanzada en las posteriores versiones de los telescopios cuyos lentes podían observar claramente planetas y satélites. Quizá pudiera extender mayor información sobre el autor en un ensayo posterior.

Para terminar mencionaremos a los autores o directores cinematográficos que le dieron un brillo sobresaliente a este género. Entre 1950 y 2000, el cine -en general las artes visuales- se convirtieronn en la nueva plataforma de actividad de la “Literatura de realidad virtual”. La versión cinematográfica de La naranja mecánica (1971, S. Kubrick), como mencionamos anteriormente, es el mejor ejemplo. El director Stanley Kubrick combina e inserta imágenes breves en las escenas del guión, lo que le da a su lenguaje artístico un efecto muy particular y al mismo tiempo complementa informaciones sobre sus personajes. En la decada de los 80s hubieron muchas películas de ciencia ficción que hoy han quedado en el olvido. La mosca (1986, D.Cronenberg) nos confronta con una realidad kafkiana que utiliza en esta ocasión una máquina teletransportadora. El rol auténtico del actor Jeff Goldblum, encarnando al científico Seth Brundle, le otorgó a esta película la credibilidad que toda película del género debería tener. El largometraje fue un remake de una version anterior del año 1958 del director alemán Kurt Neumann.

La 20th Century Fox lanzó posteriormente La mosca II (1989, C.Wallas) con el actor Erick Stoltz, en los inicios de su carrera. Lamentablemente, no tuvo éxito a pesar de tener un guión de mucho mejor calidad al de la primera parte. Finalmente, quisiera mencionar otra obra cinematográfica de esa década; Estados alterados (1980, K.Russell) no fue precisamente un éxito económico, pero sí tuvo un efecto cultural en Sudamérica. El autor del guion, Paddy Chayefsky, considera en la trama los estados ilusorios de conciencia de las tribus mexicanas producidas por un alucinógeno. Este atributo es parte de la investigación del personaje central, Edward Jessup, protagonizado por William Hurt, un profesor que investiga los estados de conciencia y de vigilia. La película contiene los mejores elementos y características, pero no consiguió popularidad ni obtuvo ningún premio. Aún así, años más tarde fue inspiración de un videoclip musical del director Steve Barron en 1985. El videoclip de Take on me del grupo A-Ha (Hunting high and low, 1985) es el más famoso de la edad del pop. En su escena más estimulante, Steve Barron materializa al personaje del comic en un personaje real tal como lo hizo Ken Russel desde un magma imaginario a nuestra realidad en su película de “ciencia ficción”.