El restaurante más emblemático de Vejer de la Frontera está ubicado en el centro de su casco antiguo: la plaza de España o de los pescaítos, como es conocida por sus habitantes. Es uno de los restaurantes más populares de la provincia de Cádiz y cuenta con una recomendación en la guía Michelin.

Inspirado en la época en la que los árabes estuvieron en Andalucía, cuenta con una carta bastante amplia con platos del norte de África y Medio Oriente. Regentado por un escocés y una vejeriega, lo mejor de este establecimiento es su ubicación y la ambientación del local. Con un jardín que te sumerge en las mil y una noches, un personal agradable y una cocina que recorre desde Líbano a Marruecos, hay poco equilibrio entre la calidad y el precio.

El edifico principal fue un lugar estratégico cercano a la principal puerta medieval y su parte más antigua es el interior del Aljibe, atribuido a los árabes. El complejo de la Casa del Califa es la unión de diez casas entre las que se encuentran el hotel, la tetería y el restaurante. Es imposible encontrar mesa sin previa reserva ya que es el lugar más visitado de este pequeño pueblo blanco.

En la carta se puede elegir entre vinos nacionales e internacionales. Yo me decanté por uno libanés para maridar mi cena. Entre los entrantes, algo diferente a los platos a los que estamos acostumbrados. El mezze del chef combina brewats (triángulos de hojaldre rellenos de carne picada con una mezcla de especias), una combinación suave en la que es muy difícil encontrar el sabor de la carne. Crujientes de queso y nueces y queso Manouri a la plancha, simplemente delicioso. Todo acompañado de la salsa Taratour, compuesta por Tahini, ajo y yogur.

De principales opté por pollo a la barbacoa al estilo libanés, macerado al limón y servido con arroz oriental, salsa de ajo y almendra y guarnición. Por último, no podía faltar uno de los platos más representativos de Marruecos: la pastela. En la carta dice fino hojaldre relleno de pollo y almendras servida con canela y salsa dulce. Lo de fino hojaldre no encajaba mucho con la realidad. La pastela estaba bastante seca en el relleno, no se intuía la salsa dulce en ningún bocado y el hojaldre era una masa gruesa y poco trabajada.

Mi elección fue recomendada por el personal del restaurante por lo que, imagino, serán los platos que más merezcan la pena y tras la decepción que me dejaron los platos principales, la noche se endulzó gracias al helado de azafrán y pistachos con un sabor muy delicado y refrescante, combinado con un té marroquí a la menta, perfecto para acabar la velada.