Lo que son las cosas de la globalización. Resulta que las naranjas de la China las trajeron a España los árabes. Y no eran para comer, sino para decorar jardines. Su amargor sólo permitía preparar compuestos medicinales, y ya entonces se conocían sus propiedades antirreumáticas y como antídotos de venenos. Existen numerosas citas de carácter histórico o mitológico que nos descubren la presencia de cítricos, desde tiempos inmemoriales, en las más dispares localizaciones, desde Mesopotamia a Palestina, pasando por el Antiguo Egipto.

Pero, como tantos otros productos hortofrutícolas, los cítricos parecen confirmar sus orígenes en el sudeste asiático, probablemente el sureste de China o el norte de Birmania. El transcurso de siglos y milenios ha favorecido la multiplicidad de variedades, bien por su propia selección natural, bien por combinaciones inspiradas por el hombre. Y en este amplio, diverso y colorido expositor global, la Comunidad Valenciana ocupa un lugar destacado como tradicional zona productora y de cultivo.

Con el progreso de la agricultura durante el Imperio romano, el desarrollo de técnicas como el transplante, la reproducción, la poda, el riego o la fertilización, favorece la aparición de nuevas variedades en todo el ámbito europeo y mediterráneo. Hubo que esperar hasta el siglo XIX a que los cítricos levantinos emprendieran su despliegue de calidad definitivo como producto agroalimentario y gastronómico. Este hecho se produjo con la aparición en escena en Carcaixent, pueblo de la Ribera Alta del Júcar, de un sacerdote con vocación botánica y afición a la jardinería. Aunque ya se conocía de la existencia de este tipo de árboles en épocas medievales, e incluso anteriores, fue a partir de su experiencia con distintos injertos cuando se consiguió un naranjo cuyos frutos tenían un sabor fresco, dulce y agradable. Fueron las primeras naranjas realmente degustables en España.

A partir de entonces, el cultivo de cítricos ha crecido exponencialmente según se han ido alumbrando nuevas variedades gracias a la experimentación con esquejes. Y desde entonces, su polivalencia no ha dejado de crecer. Y la Comunidad Valenciana quedó unida a perpetuidad al mundo cítrico, reconociéndose a la región levantina como zona tradicional del cultivo y producción de cítricos de la máxima calidad en el mundo, por su perfecto equilibrio entre acidez y dulzor.

Muy atrás quedaron los tiempos en que el emperador chino Ta-Yu en el siglo XXIII a.C. incluía como forma de pago de impuestos el depósito de naranjas. Las había de dos tipos, grandes y pequeñas. Hoy, las naranjas, mandarinas y limones de la Comunidad Valenciana gozan de una documentada reputación, legitimada por su propia certificación de Indicación Geográfica Protegida: la marca IGP “Cítricos Valencianos”.

Limones, naranjas y clementinas son iconos de la dieta mediterránea y de las propiedades para la salud de vitaminas –la C fundamentalmente– y minerales, así como por sus compuestos biológicos activos que disminuyen los riesgos de enfermedades crónicas y degenerativas, diferentes tipologías cancerígenas y afecciones cardiovasculares.

Desde la fachada litoral –del norte a sur del territorio valenciano– hasta el interior a través de valles fluviales y las llanuras del litoral mediterráneo, más de tres centenas de municipios pertenecientes a las tres provincias de la Comunidad, Castellón, Valencia y Alicante cultivan estos cítricos conforme esta protección de calidad superior. Así que, ya saben, se puede empezar este nuevo año con una dieta típica depurativa a base de sus cítricos. Aunque tampoco estaría mal –una vez que ya parecen haber pasado los temporales– probarlos de primera mano en sus lugares de producción de origen y hacerse un viajecito por cualquiera de los destinos que nos ofrece el Levante mediterráneo español. Un viaje depurativo de reposo y descanso, terapéutico por su propio carácter lúdico.